Apostar a lo difícil

Hay quienes para cada solución tienen un problema

Acudir durante cinco semanas seguidas a una oficina para un simple trámite puede parecer exagerado, sin embargo, la realidad demuestra que no lo es y, si lo pone en duda, le cuento una experiencia personal.

Un día cualquiera acudí a solicitar un certifico en una institución y me explicaron que esa diligencia solo podía realizarse los viernes, en un horario específico. Sin otra alternativa, esperé la fecha señalada, pero, ¡oh! casualidad, la única empleada que se encargaba del asunto había tenido problemas personales.

Rumiando mi inconformidad, llegué al viernes siguiente, no obstante, tampoco pude obtener el documento en cuestión, pues requería solicitarlo y recogerlo ocho días después.

Para no agotar su paciencia, amigo lector, le resumo que la falta de papel para la impresión, de fluido eléctrico, otros problemas familiares de la empleada y la ausencia de la persona que debía firmar el certifico ocuparon las semanas siguientes hasta llegar a tener en mis manos el susodicho papel, de tan solo dos líneas de texto.

Más allá de lo anecdótico, vale la pena reflexionar sobre las veces que se nos complica la vida diaria por nimiedades que podrían tener una solución fácil e inmediata, con un poquito de empatía entre nosotros mismos.

Otra “anécdota” en una oficina de trámites

En cada una de mis visitas a la mencionada institución encontré personas en gestiones similares, también “peloteadas”, sin importar que vinieran desde otro municipio o, incluso, con determinada discapacidad.

Pero no es ese el único caso. El camino diario se nos vuelve mucho más tortuoso al interactuar con personas “complicadas”, ya sea un portero, un dependiente, funcionario de cualquier índole que, en vez de ser un servidor público, parece tener un problema para cada solución.

Piense usted cuantas veces se ha quedado en la puerta de un establecimiento porque “con los que están adentro termino”, al llegar su turno la cajera decidió ir a merendar, lo hacen esperar afuera, inclusive, al sol, con el local prácticamente vacío, o cambian el horario de atención y ponen requisitos y trabas que le dificultan acceder a un servicio o adquirir un bien.

La indolencia, el no ponerse en el lugar del otro, la falta de solidaridad y de querer hacer, son lastres que irritan y hacen la vida más agobiante en medio de carencias y vicisitudes.

Asistimos, por estos días, a la implementación del programa de bancarización, un proceso gradual que busca potenciar el uso de canales y medios electrónicos para todos los pagos de servicios, productos y demás operaciones comerciales y financieras.

A todas luces, resultaría ventajoso, teniendo en cuenta que aporta seguridad y se logra mayor eficiencia, ahorro y transparencia. Asimismo, el cliente gana en independencia y tampoco depende de que abra o no la sucursal bancaria para disponer de su dinero.

Sin embargo, la madeja se enreda en el trayecto por la actitud o decisiones erróneas o a medias, de quienes debieran contribuir al éxito de la medida. Al margen de las limitaciones tecnológicas, disponibilidad de efectivo en los cajeros u otra limitación que pueda presentarse, son los problemas subjetivos los que más retrasan el mecanismo.

Detengámonos solo en un ejemplo:

Entre las pasarelas de pago Transfermóvil y Enzona, la primera es, sin duda, la más popular y de mayor cantidad de usuarios, por su fácil manejo y no requerir conexión ni consumo de datos para su utilización. Sin embargo, son muchos los establecimientos que dan, como única opción, el empleo de Enzona.

Así, por ejemplo, cabría preguntarse qué razón asiste para que las unidades de Comercio —autorizadas a brindar Servicio de Caja Extra por un monto de hasta 5000.00 pesos—, no acepten operaciones por Transfermóvil, como tampoco lo hace la plataforma de reservaciones Ticket y otros establecimientos que tienen habilitado el comercio en línea.

Aun después de vencer todos los vericuetos de la conexión y estar listos para hacer uso de esta prerrogativa en una tienda, ¿cuántos peros ha encontrado por parte de los empleados para ejercer su derecho? Son frecuentes excusas como la poca existencia de efectivo, tener solo billetes de baja denominación, necesidad de cuadrar u otras, con el ánimo de hacerlo desistir de su propósito.

La sociedad sería mejor si muchos servidores públicos hicieran suya la frase atribuida a Charles Chaplin: “Una sonrisa cuesta poco, pero produce mucho. No empobrece a quien la da y enriquece mucho a quien la recibe. Dura solo un instante, pero perdura en el recuerdo eternamente”. En cambio, es triste ver cómo, paradójicamente, prefieren aquello de “para qué hacerlo fácil, cuando podemos hacerlo difícil”.