Absurdos…, maltratos

wordcloud Ponerse en el lugar del otro es una acción que bien pudiera evitar que tantos se sientan maltratados, quizás la cuestión más sencilla a la que se enfrenta todo aquel cuya labor tiene el poder de satisfacer o no al ciudadano.

Problemas tenemos todos y nadie va a realizar un trámite o una gestión cualquiera por gusto, si no por necesidad, es ahí, entonces, donde te encuentras con los más disimiles absurdos, que, sumados a las carencias y problemas cotidianos, nos hacen tan difícil la vida.

• Atención a la población, entre obstrucciones y salideros

Imagine lo “complejo” que puede volverse la adquisición de un documento legal en el Registro del Estado Civil, en un mundo digitalizado que, en circunstancias ideales, estaría al cantío de un gallo; o lo “difícil”, que puede resultar, que después de varios meses, el expediente de su casa, para solicitar la condición de habitable, y así obtener la ansiada propiedad, no aparezca, y tenga usted que continuar esperando.

Peor, que quiera saldar la deuda con el banco para obtener la titularidad de su apartamento, y porque dos organismos no se han puesto de acuerdo, para un nuevo procedimiento, tenga que seguir esperando, no par de días, si no meses, años...

O que llegué al laboratorio clínico de un policlínico, a recoger los resultados de un examen, media hora antes del horario que dice un despintado cartel, y la persona encargada de entregárselo, con una sonrisa a flor de piel, y evidentemente sin hacer nada, le diga que no, que solo después de las 10:00 se entregan los resultados…, como si a usted le sobrara el tiempo.

He escuchado a una persona decir que lleva tres meses detrás de una Certificación de Nacimiento que solicitó por una aplicación en línea y nunca le llegó; a otra que hace cerca de un año espera un turno por la plataforma digital Ticket para hacer una subsanación de errores; a otra que le dieron baja del Registro de Consumidores, por "error", y ahora tiene que cargar con los trámites y la espera “establecida” para volver a comprar la canasta básica, en su bodega habitual.

Así pudiera seguir enumerando absurdos, que no son consecuencias de falta de recursos, ni mucho menos del bloqueo, externo, por cierto. Dependen únicamente de personas, que están en sus puestos porque así lo decidieron, que ganan un salario para servir, escaso muchas veces, pero que se mantienen ahí porque quieren.

Y es que hemos llegado al punto de naturalizar este tipo de hecho, de acostumbrarnos a que nos hagan regresar una y otra vez, por la simple razón de que alguien no hizo bien su trabajo, no lo hizo en tiempo o, simplemente, no lo hizo; pero como somos los necesitados, hasta agradecemos cuando, vencidos los obstáculos, logramos lo esperado.

Es tan normal escuchar las historias de “terror”, que hasta nos parecen que son parte del proceso, como si lograr finalizar un trámite en tiempo fuera una escena de ficción que solo disfrutamos en sueños o en algún teleplay.

Si de maltratos hablamos, no necesariamente tiene que ser una frase hiriente o a una cara estirada, por el contrario, pienso en aquellas palabras dulces y caras sonrientes que te dicen, así como si nada, que tu trámite no está, que debes volver, que eso no depende de ellos, que es lo que está establecido, que bla, bla, bla…

Y usted, haciendo acopio de paciencia —esa que ya nos escasea a muchos—, vira la espalda mientras pasan por su mente todos los improperios que quiso decir, pero no los dijo, porque en definitiva “no lo trataron mal”, sin olvidar que aún no ha resuelto y debe volver otras tantas veces.

Es triste, muy triste… que además de tener que hacer magias para subsistir, nos machuquemos nosotros mismos y nos hagamos más difícil la vida, por el mero hecho de no ponernos en el lugar del otro, olvidando que algún día puede ser usted el que esté sentado del otro lado, solicitando un documento, esperando que lo atienda un médico o haciendo la cola para comprar el pan, ese que viene igual para todos, mejor o peor, sin importar de qué lado del buró usted se encuentre.