“A mí no me pasará”

Desde hace más de cuatro décadas el mundo enfrenta, sin una victoria terminante, la epidemia de VIH/Sida

Una epidemia que dure 42 años, como la del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida), provocada por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), aunque no haya dejado de contagiar y matar, termina por volverse un asunto tan cotidiano que parecería perder relevancia frente a los nuevos acontecimientos del mundo.

Quizá porque cuatro décadas representan un período excesivamente grande, o, al menos, mucho mayor que la expectativa de sobrevivencia de los primeros infectados; o porque el número de contagios en el nivel global disminuye año tras año; o porque la terapia antirretroviral permite hoy a las personas seropositivas tener una vida larga y plena.

Lo cierto es que el riesgo de contagiarse con VIH se ha convertido en un tema obligado en las charlas sobre salud sexual, repetido hasta la saciedad, pero no asimilado por todos de la misma forma. A estas alturas, nadie duda de que el virus existe y “está en la calle”, pero conversar sobre el tema, a veces, sigue siendo un tabú, un momento incómodo, porque “eso es algo que les pasa a otros” y “a mí no me va a ocurrir”.

Lamentablemente, los números, los inevitables números, están allí para recordarnos con su verdad punzante que todavía el VIH se transmite, que la situación de desabastecimiento de preservativos resulta un factor a tener en cuenta, que la cantidad de contagios detectados en la provincia durante 2022 fue superior a años anteriores y que todo indica que en 2023 el problema será similar o peor.

vih

A pesar de los avances médicos y de la creciente conciencia pública sobre este virus, el VIH afecta a alrededor de 38 millones de personas en todo el mundo, cifra que desciende en el nivel global, es cierto, aunque ya no con la misma rapidez que años atrás. En el caso de Cuba, resulta evidente el esfuerzo del sistema de Salud Pública por mantener lo más bajas posibles las tasas de infección, pero solo hará falta dejar de insistir en la educación sexual y en la imprescindible percepción de riesgo de la población, para que se incrementen los contagios.

Evitar ese panorama no solo compete a las autoridades sanitarias y las estructuras de gobierno, sino que también constituye una tarea para toda la sociedad, la familia cubana y la responsabilidad individual de cada uno de nosotros. El virus impacta tanto en la salud de quienes lo portan como en su calidad de vida y la de sus seres queridos, a la par que los tratamientos y cuidados asociados implican un enorme costo económico para los Estados.

Por eso es tan importante crear conciencia sobre la necesidad de frenar la propagación del virus, garantizar el acceso a información verificada y actualizada acerca de la enfermedad, promover el uso de métodos de protección como única forma efectiva de evitar los contagios, y enfrentar los estigmas y la discriminación que todavía hoy sufren las personas que viven con VIH.

Asimismo, cobra vital relevancia la realización de pruebas periódicas para que la población sexualmente activa conozca su estado serológico, y para que quienes se infecten puedan ser diagnosticados y atendidos con rapidez.

Como escribíamos al principio, una epidemia que dure 42 años acaba por invisibilizarse a fuerza de permanecer en el tiempo y de resistir como una nota trágica en la existencia cotidiana del orbe. Sin embargo, nos corresponde hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que cada vez sea menos común que alguien, en el frenesí volcánico de las sábanas, quede marcado para siempre.

También puede interesarle: