“A mí no me gusta estudiar”

A estas alturas del año, alguno, madre o padre, ha movido sus contactos por aquí y por allá para hacer ajustes en la economía de unos meses y lograr pagar los repasos de la niña o el niño que quiere coger Medicina. Tal vez, incluso, se hayan “adelantado” un poco al resto y el sacrificio empezó desde inicios del curso para garantizar mayor éxito.

En la escuela se conciben los repasos, pero, en ocasiones, se concentran en meses cercanos a los exámenes y no en todos los casos funciona como debería. A veces los profesores no van o tienen grupos muy grandes, difíciles de controlar. Y creen algunos que una atención un poco más personalizada, en grupos pequeños y un maestro particular surten más efecto.

Sería demasiado absoluto y nada recomendable afirmar que ese es el único criterio de quienes tienen a sus hijos o hijas en duodécimo grado, preocupados por aspirar a una carrera universitaria; pero negarlo daría la espalda a una realidad en Ciego de Ávila y, presumiblemente, en otras partes de Cuba.

En reiteradas ocasiones la prensa local ha sido portavoz de autoridades territoriales y nacionales que alertan sobre las necesidades de educadores en las escuelas, lo cual, a pesar de las estrategias como paliativo, tienen un costo en la enseñanza.

Esa es una cara de la moneda no menos importante. La otra es que los alumnos no toman en consideración que los profesores son un eslabón imprescindible de todo el proceso, pero el estudio individual no deja de tener la misma importancia.

Quizá me lea y esto le suene a “teque”, porque hay muchos problemas que resolver en cuanto al completamiento de plantillas frente a las aulas. No le falta razón. Lo que sucede también es que la frase de “a mí no me gusta estudiar”, entre los muchachos, no viene de ahora, sino que se ha convertido en un eslogan que se repite bastante desde tiempos de menos carencias.

La falta de motivación es un factor que no se puede obviar; de un lado la que se genera en las escuelas por clases ausentes, y de otro, aquella que desencadena la complacencia de la familia de poner todo en la mano sin que ellos logren entender realmente de dónde sale lo que los acomoda tanto. A lo que se suma que resolver los vaivenes cotidianos no pone tiempo suficiente en casa para hacer la presión necesaria en el estudio individual.

Paradójico es que, aun ante el disgusto por el esfuerzo que requiere dedicar el tiempo a libros y libretas, siguen aspirando a llegar a la Educación Superior, ya sea por voluntad propia o porque es una meta impuesta socialmente, o en lo interno del ámbito familiar. Sin ser una fórmula, sucede muchas veces que mientras mejores condiciones tienen para alcanzar el propósito, es menos el compromiso con la parte que les toca.

La guía para ver por dónde llevar el estudio desde lo pedagógico es esencial y no debería quedar relegada a algunos espacios que no todos pueden costear para tener la calidad esperada. Ese es un pendiente, así como entender que más allá de eso hay un tiempo extra desaprovechado, un hacer de cada cual que, si se logra, dejará en parte la conciencia tranquila cuando los resultados sean los esperados.

• Conozca aquí sobre los resultados de las pasadas pruebas de ingreso en Ciego de Ávila.