Silencio en la escena

Los teatros de Ciego de Ávila se apagan, el deterioro avanza, los artistas se desmotivan…esta obra no tiene un final feliz.

Cuando los muchachos de Polichinela pusieron un pedazo de zinc encima del carcomido tabloncillo de la sala Abdala y lo cubrieron con trozos de madera y una alfombra, estaban, sin saberlo, agotando los últimos recursos de su inventiva, con tal de que la alegría de los títeres fuese cuerpo y alma de esas cuatro paredes.

Un poco más al norte, en Morón, ese mismo celo ha permitido que el teatro Reguero acoja giras de músicos y compañías de todo el país, a pesar de que le falte a su estructura el mimo que le hubiera dedicado un proyecto arquitectónico cualificado.

Fue levantado por manos de artista y no de albañil, y se notan los escalones disparejos, una balaustrada inadecuada para el estilo del inmueble y la falta de una entrada solo para el equipo. Al final, agradecemos que haya pasado de urinario público a teatro, aunque no esté pensado para las presentaciones de gran formato o público, que, por fuerza, se celebran allí.

El destino de la sala Abdala ha sido igual de sinuoso. Se logró reparar el techo, las paredes laterales y se eliminaron las filtraciones. No obstante, el tabloncillo tendrá que esperar. El costo de su arreglo asciende a 500 000.00 pesos que el Consejo Provincial de las Artes Escénicas (CPAE) no tiene, más cuando a su presupuesto dejaron de situarle este año cinco millones y otros 370 000.00 pesos han sido retirados solo en el transcurso de este último trimestre.

Si miramos con luz larga, estos ejemplos apenas trazan líneas discontinuas alrededor de un problema mayor: se mueren los teatros en Ciego de Ávila. Las lunetas no se llenan porque, en primer lugar, no hay estructuras y recursos que sostengan y cobijen la creación.

Argumentos en círculo

Los teatros del territorio no han llegado a este punto de deterioro en un par de años y mucho menos podemos cargarle las culpas a la COVID-19. Desde mucho antes, la falta de mantenimiento o las malas intervenciones constructivas sedimentaron los daños.

En 2020, cuando el Principal celebraba su aniversario 93 y nos enorgullecíamos de su condición de Monumento Local, Invasor se tragó la alegría y reflexionó en torno a las filtraciones, los tragantes obstruidos por mezcla de cemento endurecida, el desgaste de las sogas en el telón, y se cuestionaba cuál sería el precio a pagar si sus puertas cerraban. Ahora, seguimos sin buenas noticias.

• Lea lo que Invasor publicó en el aniversario 93 del Teatro Principal

Juan Germán Jones Pedroso, presidente de la CPAE, habla de yeso decorativo del techo que ha caído sobre las lunetas, vigas de madera deshechas, paredes desconchadas, cortes eléctricos, y cabillas en la flor de la estructura. También, de una memoria descriptiva y de un proyecto de reparación que, actualizado a tono con los nuevos precios, fue de 13 a 21 millones de pesos.

Tampoco ha podido ejecutarse el monto de dos millones de pesos, asignado para la restauración de la fachada en vísperas de las celebraciones por el 26 de Julio, por el largo camino y el papeleo que va del contratista a la mano de obra.

Es un hecho que el coliseo avileño seguirá apagado, y más preocupante aún es la posibilidad de un remozamiento integral para su centenario. Concordemos en que seis años es demasiado tiempo y, probablemente, para entonces será necesario levantarlo de sus “cenizas”.

 teatro principalDesde la fachada comienza a desvanecerse la elegancia arquitectónica del Principal

Pero si se trata de problemas viejos, los de la sala de ensayos Trapisonda, ubicada en el antiguo Ávila Cinema, superan cualquier cálculo. Datan de hace 13 años cuando a Oliver de Jesús, director de la compañía Teatro Primero, le entregaron el espacio con la promesa de transformarlo.

Digamos que el proyecto concebido no era ambicioso. Se trataba de aprovechar la estructura del local en la conformación de un centro funcional para el teatro de sala con sillas removibles. Con los años, también pensaron en usar las ruinas aledañas, convertidas en basurero, como un centro cultural adyacente. Al fin y al cabo, ni lo uno ni lo otro, y trabajan en condiciones impensables, sin agua, iluminación, servicios sanitarios y con un techo agujereado al que el huracán Irma le arrancó 10 planchas que todavía no se han repuesto.

Por suerte llega algún destello de luz desde la casa de cultura Haydée Santamaría Cuadrado, en Morón. Luego de casi diez años sin uso, el pequeño teatro de la segunda planta puede preciarse de acoger los eventos de su cartelera y sacudirle un poco la modorra al público.

Fidel Oscar Orosa Trejo, director de la institución, explica que tienen un lunetario y un tabloncillo en óptimas condiciones, y que en noviembre se logró restituir los vitrales a los arcos de medio punto en las ventanas y puertas del local. Estima que el lunetario, por ejemplo, debió costar casi 600 000.00 pesos, por lo que ahora están “celosos, cuidándolo”.

 teatroMarioBien usado el teatro de la casa de cultura Haydée Santamaría sería impulso para esta manifestación artística

Aunque en el Reguero siga faltando un audio y el tabloncillo de la Casa de Cultura se quede pequeño, puede soñarse el teatro en la Ciudad del Gallo, pero ya veremos que el entusiasmo no puede llevarnos ventaja.

Cierra el telón

Si hasta ahora las acciones constructivas pendientes parecen inmensas frente al presupuesto disponible, es igual de triste inventariar las huellas de la dejadez y los espacios que las artes escénicas olvidaron o cedieron y que difícilmente volverán a ser lo que fueron.

Este es el caso del teatro Iriondo; si se quiere, lo más surrealista de esta historia. En 2017 se gastaron alrededor de 300 000.00 pesos en su reparación y quedó listo para abrir sus puertas. Tabloncillo, lunetario, ventiladores, espejos, iluminación y audio se entregaron nuevos. Sin embargo, los avileños apenas disfrutamos allí de un concierto de Vania Borges, de una presentación de Los Papines, y de una actividad de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba.

Luego vendría lo que el presidente del CPAE considera un hecho lamentable que ha presentado ante las autoridades pertinentes para un proceso de investigación que apenas comienza.

Según su cuenta y los papeles, faltan 14 000.00 CUC en medios básicos, de los 21 ventiladores quedan siete en mal estado, el audio no existe, el tanque de agua desapareció, la corriente tiene problemas de voltaje y se han encontrado facturas incoherentes que aluden, por ejemplo, a un pago de 105 000.00 pesos por reparación de equipos de clima, inexistentes en el centro.

Los otros ejemplos los encontramos en Morón y basta caminar por la calle Martí para ir desde el más feliz hasta el que menos. Pero quizás el orden cronológico sea más prudente.

A principios de los años 2000, el cine-teatro Apolo no proyectaba, solo acogía conciertos y peñas, mientras que el San Carlos era el sitio de los grandes acontecimientos, incluso desde antes, donde se aplaudió lo mismo a Benny Moré que se celebró el Festival Boleros de Oro. Por el camino el Apolo fue y dejó de ser sede municipal de la Unión de Escritores y Artistas hasta cerrar sus puertas semiderruido, y el San Carlos se fue apagando. Luego llegó el ciclón Irma para llevarse los techos de ambos y las esperanzas de otros.

El San Carlos tiene la suerte y la desgracia de estar en el corazón de la ciudad, como para no perdérsele de vista a nadie. “A mí me ofenden, me cuestionan, y yo tengo que explicarles que no es culpa mía”, se lamenta Eisy Vázquez, directora de las instituciones de cine en el municipio.

Cuando Invasor fue a verla en febrero de 2020 contó que todos los materiales habían sido asignados desde Irma, y esperaban solo por el presupuesto para la mano de obra. En abril de este año anunciaba, con más esperanzas, que se había instalado casi toda la acústica y esperaba que en julio estuvieran restaurados el escenario, el lunetario y el vestíbulo. Hace unos días, admitía: “esto está igual que la última vez”.

Los cuatro años que lleva cerrado, pusieron en aprietos el siempre popular carácter de los festivales Silencio Azul y Boleros de Oro, que se ha mudado a espacios más pequeños y, por tanto, ha prescindido de público.

El colectivo de nuestra institución crea las condiciones para desarrollar los días 26 y 27 de este mes el Festival del Creador Musical "Silencio Azul".

Posted by C Cultura de Morón on Saturday, November 20, 2021

Entre lo que no hay y lo que no se hizo a tiempo, el silencio sobre las tablas parece haber llegado para quedarse en Ciego de Ávila, como si el bien de una reparación se convirtiera en mal y fuera el deterioro un fantasma que acecha irremediablemente cuando baja el telón y cierran las puertas. Pagamos justos por pecadores el precio de tener teatros vacíos y desvencijados, y está claro que les debemos un desagravio.