La nueva edición del Suplemento Cultural de Invasor echa sal sobre las heridas del patrimonio edificado de la ciudad de Ciego de Ávila con la intención de ayudarlas a sanar
El mejor regalo para una ciudad que celebrará, el próximo 25 de marzo, 145 años de haber sido declarada municipalidad, no es una fiesta de fuegos de artificio, música estridente y comida recalentada. No. El mayor regalo para un municipio de casi siglo y medio de existencia es poder mostrar un patrimonio edificado tan saludable como sea posible.
Pero vamos tarde. Años de inacción, de caso omiso a las ordenanzas urbanísticas y de conservación, y de escasez de recursos materiales, van dejando tras de sí una estela de portales derruidos, fachadas maquilladas de “hipermodernidad”, construcciones nuevas que mezclan elementos y estilos como en un ajiaco desabrido; el caos arquitectónico en su esplendor.
Se han unido el voluntarismo, el desconocimiento, el mal gusto y la necesidad. Podría parecer lógica esa deriva porque “145 años no es poco tiempo”, “no existen los mismos elementos constructivos de los orígenes”, “bastante tengo con que no me caiga el techo en la cabeza”. Son reclamos del ahora que dejan fuera la principal aspiración de un inmueble: trascender.
Nuestro Héroe Nacional José Martí expreso"...Por los municipios, en la más de las colonias, entro en la libertad La...
Posted by Museo Provincial Coronel Simón Reyes Hernández on Saturday, March 5, 2022
Puestos en una balanza, no pocos darían más valor a recuperar como se pueda una vivienda considerada patrimonial, antes de seguir a pie juntillas los requerimientos del diseño original. Ese exceso de pragmatismo, sin embargo, nos habría privado (y nos privará en el futuro) de conocer, apreciar y enorgullecernos de los más importantes valores de la arquitectura universal, cubana y local.
¿Sería el Teatro Principal el mismo sin sus cornisas de gola recta, sus columnas monumentales o sus arcos de medio punto? ¿Sirven igual a un edificio de estilo colonial amplios ventanales de aluminio y cristal, o techo de hormigón armado? ¿Se puede sustituir una columna de madera preciosa por una viga de acero?
La importancia de la preservación del patrimonio edificado, apuntan estudiosos del tema, nace de su valor como prueba de diversos fenómenos culturales dentro de un proceso histórico, al interior de una sociedad. Los edificios, a veces, cuentan mejor el devenir de las ciudades que los documentos mismos. ¿Cuánto dice del Ciego de Ávila de principios de siglo XX la construcción del cine-teatro Iriondo? ¿Cuánto sobre su propietario? Es, diría José Martí, la historia del hombre contada por sus casas.
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Raspando capas de pintura puede reconstruirse el relato de las familias que habitaron un espacio; las piedras hablan el lenguaje de la memoria. Así, un portal no es únicamente un corredor a la sombra. Un portal, en la Ciudad de los Portales, es ágora de los afectos, antesala del hogar, plaza de cara a la calle, última frontera entre lo privado y lo público.
Por eso unos cuantos (menos de los necesarios) siguen empujando el carro de la conservación y protección del patrimonio, a contrapelo de urgencias y escaseces. Les asiste la razón cuando afirman que, en no pocas ocasiones, no faltan los materiales o el financiamiento, sino la voluntad de hacer las cosas bien.
En este suplemento de Invasor vamos tras las huellas que el tiempo, la indolencia y el desconocimiento han dejado sobre el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Hurgaremos en esas heridas abiertas sobre las viejas paredes y los techos apuntalados. Es verdad que la sal sobre esas heridas duele, pero también ayuda a sanar.