Un ciudadano de origen avileño desanda sus calles, en rutinas cotidianas: Jorge Sarduy Zamora, arquitecto (2004) y Máster en Conservación de Centros Históricos y Rehabilitación del Patrimonio Edificado (2013). Exponente de su aporte al patrimonio avileño es el nexo con la industria azucarera, pues la especialización en la preservación de inmuebles industriales le permite reinventar espacios en esos entornos. Los estudios de postgrado le proporcionaron dos salidas teórico-prácticas: conservación de centros históricos y restauración de inmuebles a escala arquitectónica.
Según el experto, para la Conservación es de vital importancia entender el lugar a preservar. La intervención en inmuebles con valores patrimoniales, en Centros Históricos Urbanos, o en zonas comprometidas, maneja un procedimiento metódico científico bien estructurado, enfocado, primordialmente, en la realización de investigaciones históricas, urbanas y arquitectónicas previas del contexto; y, si no estuvieran hechas, acometerlas, con el objetivo de concebir una intervención constructiva acorde a sus valores.
Durante la concepción de su proyecto para el Museo del Azúcar, en el municipio de Morón, este profesional consultó planos, documentos de archivo y publicaciones existentes, referidas a la evolución histórica del inmueble. Además, realizó la revisión bibliográfica de publicaciones acerca del sitio, entrevistas a inquilinos y personal que labora en las empresas ubicadas en el mismo, para conocer sus cambios de uso, de titularidad, transformaciones, entre otros elementos que puedan ser de interés.
El trabajo previo contempla que las condiciones económicas de Cuba no permiten demoler inmuebles sin un análisis multifactorial. Se hace necesario, al referenciar estudios internacionales y nacionales referidos a la temática constructiva, en especial la Conservación, valorar que es menos costoso preservar con estrechez de recursos, si se prioriza inmuebles de gran valor; mientras que en el resto de los inmuebles es viable realizar modificaciones, demoliciones parciales (y/o totales), que incluyan cambios a su espacialidad y estructura con una mayor libertad creativa. El arquitecto demostró, en este proceso, cómo en geografías con escasos recursos siempre resultará más sustentable rescatar sitios que lo ameriten, mediante transformaciones controladas y concertadas entre ciudadanía y gobierno. Contemplar demoliciones y posterior inicio de novísimas obras, donde sea demasiado costoso, redundará en la búsqueda de un nuevo paradigma arquitectónico que renueve los valores que ostentara el anterior espacio.
Un proyecto de conservación logró materializarse; visitantes locales, nacionales y foráneos disfrutan del proceso agroindustrial azucarero gracias al trabajo de Interpretación Patrimonial.
El eje temático está dedicado a la industria azucarera, con un recorrido que comprende el surgimiento, desarrollo y etapa actual del cultivo de la caña de azúcar en nuestro país. Desde la etapa colonial esclavista y hasta nuestros días, muestra algunos elementos empleados para su extracción, como un trapiche de madera accionado manualmente, tren rústico de cocinado del guarapo, pequeña área dedicada al cañaveral, y construcciones a base de madera rústica y guano que semejan al barracón.
Recreación interpretativa de un trapiche del siglo XIX
También se recrean bailes y otras manifestaciones de la cultura africana transculturada en la plantación cubana del siglo XIX, ambientado todo con esculturas representativas de ese período. Se exponen equipos y elementos del sistema ferroviario azucarero, llegando hasta los procesos empleados en el siglo XX en el procesamiento de la gramínea, lo que incluye la planta moledora existente y herramientas dedicadas a la mecanización. Además, se pueden visitar las construcciones originales de arquitectura vernácula que nacieron a la par del ingenio.
En amplio espacio se muestra, aledaño al pequeño cañaveral, y en orden cronológico, el desarrollo de la cosecha cañera en Cuba, que incluye: grúa trasbordadora, carretas tiradas por bueyes y tractores, camión con sus barandas típicas, imágenes del primer modelo de máquina cortadora llegada a Cuba procedente de África del Sur, con la que se inició el proceso de mecanización después del triunfo de la Revolución —tarea dirigida por el Che—, alzadora de caña tipo “jaiba, cosechadoras soviéticas de distintos modelos KTP, y otras innovaciones que han acompañado a la colosal tarea de producir azúcar, a través de más de medio siglo.
Durante el recorrido por el museo existen, en cada área expositiva, textos que favorecen una explicación del sitio en cuestión, con el propósito de evitar una excesiva comunicación del guía con el visitante que podría llegar a ser monótona y aburrida, permitiendo la interpretación al propio visitante.
Los mensajes no son densos, están escritos en lenguaje ameno, con síntesis textual.
Allí se dignifican imágenes alusivas a Enrique Varona González, destacado líder sindical ferroviario y azucarero, asesinado en las calles de la ciudad de Morón durante la dictadura machadista, y quien laboró como obrero en el antiguo central Patria.
Concluye el recorrido con un paseo turístico en locomotora con vagones abiertos, espaciosos y con mínimo confort rústico, hasta el lugar conocido como La Norma, actual municipio de Ciro Redondo, por ser este lugar donde el Guerrillero Heroico operó una máquina cubana cortadora de caña y desarrolló la jornada de trabajo voluntario más extensa que, de forma permanente, se realizara en Cuba, iniciada en el lugar el 4 de febrero —fecha en que se celebra en nuestro país la mecanización cañera— y concluida en el central Venezuela, el 17 del propio mes. El paseo en locomotora también incluye una visita al centro turístico que administra la cadena Palmares, donde se ofertan comidas, bebidas y otras opciones culinarias.
El Che y la jaiba en el proceso de mecanización azucarera
Este museo es abierto, participativo, esencialmente educativo y dinámico, ajeno a la acumulación estática de objetos que, partiendo del presente y la recreación de su pasado y se proyecta al futuro, enriqueciéndose de la historia y la vida cotidiana del asentamiento. No está “al servicio del objeto, sino “al servicio del hombre, sin abocarse exclusivamente al patrimonio y dejar a un lado el desarrollo.
Las técnicas de presentación e interpretación son modernas, sin que esto implique un derroche incompatible con nuestras realidades económicas, atendiendo a las características del público visitante, buscando en el ocio lo autóctono de nuestra cultura histórica, tanto en lo tangible como en lo intangible.
Por su parte, la interpretación del patrimonio es ágil, amena, con dominio del mismo dirigido por personas con el don de la comunicación, que dominen la lengua nacional y, mejor, si hablan correctamente otros idiomas. Se generó también un sistema de evaluación que permita al museo determinar la eficacia de su acción con respecto a los visitantes y la comunidad.
En el proyecto de conservación para el Museo del Azúcar, Jorge Sarduy Zamora expresó las potencialidades del artista y su creación para, desde el desarrollo profesional, transmitir valores humanos e identidad cultural a las generaciones venideras, comunicando con el buen hacer.