Iván, el entregado

Contamos historias de pueblos pequeños y cultura comunitaria de la mano de un promotor que no “ocupa una plaza”, sino que ejerce

Iván de caballero no tiene solo el apellido. Si está en grupo, guarda silencio. Camina despacio, tiene un trato amable y un espíritu de sacrificio o, al menos, de abnegación, que unido a su pelo rizado y su complexión de Quijote hacen recordar a un Juan de los Muertos real.

Pronto sabré que Iván es un caballero en el sentido martiano de la palabra y que eso le vino, tal vez, desde la cuna de Ciro Redondo, donde sus padres le arrullaban el llanto.

Al principio, parece que hay que sacarle las palabras cuando le abordo con preguntas desde la primera fila de lunetas del teatro de la casa de cultura Haydée Santamaría Cuadrado, en Morón.

¿Tu nombre completo, por favor?

—Iván Caballero Pérez.

¡Qué apellido tan bonito! –silencio– ¿Qué tiempo llevas trabajando como promotor cultural?

—Once años.

Pero en el muro de hombre introvertido se va abriendo un dique cuando él mismo empieza a sacar fuera todo lo que ha visto y sentido por once años, llevando pequeños espectáculos a comunidades en las que divertirse significa, apenas, bañarse en un río.

Ser promotor cultural puede ser lo mismo una “profesión” que una “plaza”. No es un trabajo de oficina ni hay que cumplir un horario, basta con crearte un plan, hacer algunas visitas y presentar algún informe sobre tu comunidad para que, en teoría, estés cumpliendo obligaciones.

Mas es ese límite que lo convierte en profesión, en labor que compromete y enreda voluntades, el hilo del que prende, muchas veces, el acceso a la cultura de un pueblo pequeño que solo ve grandes espectáculos “de Pascuas a San Juan”.

Iván es del segundo grupo. Son sus propios compañeros quienes creen que es el indicado para hablar de promoción, y él no desdeña la responsabilidad. “Nuestro principal objetivo es promover las actividades de la Casa de Cultura, pero también llevarlas hacia afuera, hacia los consejos populares en que trabajamos.

“Aunque estando ahí, también conoces a la viejita que siembra plantas medicinales, al muchacho que le gusta hacer cuentos, a los niños que dibujan, todas esas tradiciones populares y aficiones que también se atienden aquí en la Casa”.

En su caso, alterna esa función con dos personajes artísticos: uno humorístico llamado Guarapo, y un payaso nombrado Trapito, con el que anima, también, cumpleaños infantiles fuera de su horario laboral. “Soy TCP (Trabajador por Cuenta Propia), y como soy payaso, eso mismo me ayuda en las actividades del trabajo, a saber qué niños recitan poesías, a cuál puedo llamar al escenario...

“Por bueno o por malo”, dice, siempre lo mandan a “levantar” los consejos populares más “apagados”. Cuando en la Casa los promotores crearon el proyecto Mirando al Futuro, fue con el objetivo de llegar con ayuda del Gobierno a las comunidades lejanas.

Entonces, a él le tocaba Patria, y fueron a La Serrana, a La Caoba... comunidades de campo. Luego fue a El Embarcadero, donde lo que pone comida en la mesa y ocupa, por tanto, la mente de los adultos, es la pesca. “Eran lugares diferentes y nosotros tuvimos que adaptarnos”.

El trabajo más fuerte, comenta, es con los niños. Lo hacen desde las reuniones de prevención, cuando identifican los temas que deben tratar, y un lugar importante lo tiene, siempre, La Edad de Oro.

¿Cómo son los niños cuando llegan y cuando se van, después de un trabajo un poco más sostenido?

—Sin la cultura los niños de estas comunidades se crían montando a caballo y bañándose en el río. Pero uno los va conociendo y es bonito ver que después vas a sus escuelas y ellos mismos te llaman: “Mira, Guarapo, tengo este dibujo”, “Mira, Guarapo, hice tal cosa”. Entonces tú sabes que sembraste algo.

“Hay veces, que vamos a un barrio a trabajar a las 9:00 de la noche y todavía hay niños descalzos”. Entonces, Iván vuelve con el corazón un poco más grande, porque va echando más gente dentro cada vez.

Ahora mismo, Iván es promotor del área Oeste, y se enorgullece de decir que en el Micro Norte (reparto de edificios de ese Consejo Popular) ya ha logrado programar actividades los cuatro fines de semana del mes, con peñas de música, humor, variadas y hasta con equipo de audio profesional.

“Y si vas por ahí, te pueden decir ‘Ah, sí, el del pelo largo’. Te van a decir dónde tomo café y hasta dónde duermo, porque, a veces, se me acaba una actividad a las 12:00 y tengo que esperar hasta las 6:00 de la mañana para coger el tren para mi casa”.

Iván es un caballero y por eso no puede “echarse flores” él mismo. Sin embargo, ya sabemos que, si le tocan las tareas difíciles y los barrios “difíciles”, es por bueno, sin dudas.