El Bolo: Un puente entre la agroindustria y la memoria cultural avileña

En el panorama cultural de Ciego de Ávila, el nombre de José Martín Suárez Álvarez, Hijo Ilustre de la Ciudad y conocido por todos como El Bolo, es sinónimo de memoria viva. Con más de 60 años de vida y una trayectoria que zigzaguea entre los tachos de azúcar y los archivos históricos, este investigador autodidacto se ha convertido en un pilar fundamental para entender la identidad avileña.

La entrevista comienza con una sonrisa al preguntarle por su sobrenombre. “Sí, efectivamente, me dicen El Bolo. Porque cuando nací, pesé cuatro libras, pero en la medida en que fui aumentando, comencé a engordar y un amigo me puso el Bolo”, relata con humor.

Su formación académica llegaría más tarde, pero su vocación por la investigación nació mucho antes. “Yo me inicié en este mundo cultural en los seminarios de estudios martianos”, explica. Desde estudiante secundario, su fascinación por la historia lo llevó a ser monitor de la asignatura y a participar en ocho eventos nacionales dedicados a José Martí, una labor que le ha valido reconocimientos de la Facultad de Historia y Filosofía de la Universidad de La Habana. “Bueno, pues tuve la posibilidad de codearme con altas personalidades de la cultura cubana, como Armando Hart, Carlos Rafael Rodríguez...”

Con especial cariño recuerda a la profesora Sara Pascual, de la Universidad de La Habana. “Compañera y amiga de Julio Antonio Mella, hicimos una gran amistad. Me invitó a su hogar y pude confrontar en su archivo las notas que le enviaba a Mella, pude palpar su letra”. Esa inmersión en fuentes primarias marcó su método para siempre. Fruto de esa dedicación, cuatro de sus trabajos martianos fueron recomendados a publicación y fue el primer joven avileño en recibir la Placa Dorada que otorgaba el Seminario Nacional y la Unión de Jóvenes Comunistas.

Sobre sus principales aportes, Suárez Álvarez destaca su labor como historiador adscrito al Centro Provincial de Patrimonio. Su página en redes sociales, La Memoria Avileña, es un canal vital para divulgar la historia local, heredera del espíritu de la sección “Chispazos de la Memoria”, que mantuvo en el aire durante años en la revista informativa En Primer Plano de la Cadena Provincial de Radio. Además, su pluma está presente todas las semanas en la Revista Cultural del domingo, de Radio Reloj, llevando la historia avileña a todo el país.

Con siete libros publicados, siente un orgullo especial por uno en particular: El Che y los que abrieron la senda, que aborda la presencia del Guerrillero Heroico en la provincia. “Este libro fue premio del Centro Pablo de la Torriente Brau y está inscrito en la colección Puertas de Papel, del Instituto Cubano del Libro”. A estos se suma su participación como coautor del libro El Patrimonio Cultural de la provincia de Ciego de Ávila, editado por la Universidad Internacional de Andalucía, en España, un proyecto de alcance internacional que certifica la relevancia del patrimonio local.

Al preguntarle por su método de investigación, El Bolo responde con un aforismo de José Luis Caballero: Un método y ningún método. He ahí el método. Explica que se trata de emplear la herramienta que mejor lleve a la verdad histórica y cultural del tema, sin dogmas.

¿Y cómo se relaciona su vida como tecnólogo azucarero y jefe de tacho en el central Venezuela con la investigación cultural? Para él, la conexión es natural. La agroindustria no es solo técnica; es un universo social y cultural que ha definido a la provincia. Su investigación actual ahonda precisamente en “la cultura que aportó el azúcar”.

Entre sus investigaciones vigentes, preocupa a El Bolo el deterioro del patrimonio constructivo. Ilustra este problema con un caso concreto: “La destrucción que tiene el palacio, lo que fue el Palacio de Pioneros del central Venezuela, que fue la casa de vivienda del administrador”.

Con detalle investigativo, relata que la empresa constructora norteamericana Purddy & Hederson importó todos los materiales de Italia. “Tenía un jardín de más de una caballería con más de 30 especies de flora y árboles frutales de 30 países. Una maravilla era”. Recuerda una visita de Juan Almeida Bosque, quien insistió: “Cuiden esta casa”. Sin embargo, hoy “está lamentablemente destruida”. Para él, rescatar estas historias es rescatar un pedazo único de la historia arquitectónica cubana.

Sobre el uso de las plataformas digitales, es un entusiasta comprometido. “A mí me ha servido de mucho para divulgar la historia avileña y azucarera". Con entre 40 000 y 80 000 seguidores, ha encontrado en los reels una herramienta poderosa. “Hago pequeños relatos de la experiencia que me ha brindado, que es lo más significativo, no los grandes textos explicativos que la gente no lee mucho”.

Para el futuro, El Bolo es claro: la investigación cultural debe dirigirse “a aquello que nos fortifica, que nos puede enseñar quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos”. El principal desafío, añade, es “profundizar en todos aquellos aspectos que sean capaces de educar y formar valores en la sociedad”, indagando en las raíces que forjaron la nacionalidad, desde los tiempos coloniales hasta los próceres como Martí, Gómez y Maceo.

Merecedor de condecoraciones como la Distinción por la Cultura Nacional y la Félix Elmusa, máximo galardón de la Unión de Periodistas de Cuba, premios que, fiel a su misión, ha donado para formar un fondo en el Archivo Histórico Provincial, José Martín Suárez Álvarez, El Bolo, sigue firme en su empeño: ser el guardián de una memoria que, como el azúcar, está dulcemente entretejida con la identidad de su tierra.