Editorial: El árbol sigue aquí

Lo mismo en el epicentro de los hechos, sobre las tarimas y en el corazón de las comunidades, que inmerso en textos en peligro de olvido, quien indague en las raíces, los factores, la interpretación y significación de la vida cultural, adquiere ribetes heroicos, en medio de una tendencia globalizadora que pone sus dardos más venenosos en una intención homogeneizadora, enfilada a borrar los rasgos distintivos de las identidades.

El calificativo de héroe o heroína incluye la capacidad de trabajo y consagración de los contados quijotes —en más de una ocasión aislados y desconectados—, que se aventuran a concentrarse en una faena que hoy apenas goza del respaldo económico y social imprescindible y que resulta víctima de la desarticulación de las instituciones, organismos y centros institucionales que en algún momento estructuraron una estrategia acertada.

Como un árbol que puede multiplicar su frondosidad, muchas de las ramas del sistema de investigaciones culturales pueden y deben extenderse en la medida en que los estudios abarquen campos escasamente explorados, y otros que aporten aún más a la comprensión y desarrollo de los fenómenos socioculturales locales y nacionales.

Pero al menos en Ciego de Ávila, “el follaje” dista de las necesidades estéticas e ideológicas, pese a que el territorio goza de una tradición investigativa de consideración y firmas como las de Félix Sánchez, Ada Mirtha Cepeda y José Gabriel Quinta, entre otros, aportaron saberes de inestimable valor en el pasado reciente.

Desde la pluralidad de voces, enfoques, metodologías y sustentos teóricos, el corpus teórico, necesario para validarlo en la práctica cultural, se resiente por su pobreza y escasa utilización.

Lo cierto es que hoy resulta una rareza encontrar enfoques tan necesarios como diversos en cuanto a la oralidad y la cultura popular; la antropología sociocultural; la historia cultural, la vida cotidiana y la cultura; la creación artística; la participación y el consumo cultural; los estudios sobre identidad cultural, política cultural, medios audiovisuales y nuevas tecnologías, entre otras vertientes o temáticas.

A la interrogante de quién se encarga de rectorar estos esfuerzos, los teóricos de la cultura local suelen guardar silencio o exponer sus inquietudes. Salta a la vista que se ha perdido la capacidad de articular los resultados y contribuir a su difusión.

No escapa Ciego de Ávila a un marasmo que clama por su eliminación, y cuya desaparición deviene imperativo que reclama la gestión cooperada de las instituciones culturales y de otros que con ellas se vinculan, como la Delegación Territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, nuestras universidades y otros enclaves docentes, amén de que el Centro de investigación y Promoción para la Cultura Doctor Enrique Sosa, desapareció del entorno local.

Más que multiplicar la siega académica, no puede dejarse para mañana lo que hoy es una necesidad imperiosa: imbricar, estimular y socializar los esfuerzos individuales y colectivos en función de la transformación sociocultural de la provincia y el país. El árbol sigue aquí, lo sostienen raíces que se niegan a desaparecer, pero debilitado por embates humanos, necesita que el agua de la buena atención regrese a sus cimientos.