Editorial: Como suave caricia o carga redentora

 sancho Si en un día cualquiera se nos ocurriera hacer el inventario de las urgencias, la relación parecería demasiado extensa. Es un razonamiento que dictan la lógica de los acontecimientos y el contexto en el que transcurren.

Hoy, el término guerra, y otros afines, suelen reiterarse: “economía de guerra”, “guerra de los metales raros”, “batalla cultural”, “guerra mediática”; es obvio que en semejante ambiente solo quien disponga de buenas “armas”, podrá vencer en peleas de todo tipo y carácter, en las cuales la inteligencia gana creciente protagonismo.

Como jamás en los anales de la historia de la humanidad, las confrontaciones de carácter ideológico revisten una relevancia colosal. Literalmente, estamos sobre un campo de batalla en el que acontece una lucha desigual: los dueños de los consorcios mediáticos gozan de privilegios inalcanzables para el resto de los actores de la comunicación.

Pero el desigual desarrollo y acceso a las más avanzadas tecnologías de la informática y las comunicaciones e, incluso, la diferencia de calidad técnico-profesional que distancia a nuestros recursos humanos de los que, mejor financiados y pertrechados, tributan en el Primer Mundo (brecha que se dispara en lugar de estrecharse), no pudo ni será óbice para el intento cotidiano de llegar a las audiencias mediante una producción de contenidos que se asiente en la originalidad y la frescura, de modo que reciban con inmediatez los mensajes que hoy necesitan.

Factores históricos y coyunturales repercuten en la calidad de los tributos periodísticos que arriban a los avileños y avileñas; sin embargo, ninguno puede significar un camino expedito a la mediocridad, a la grisura de textos triunfalistas o superficiales.

Tiene la provincia un costado fuerte que alimenta superiores intenciones, una tradición que —primero mediante la prensa escrita, luego a través de la radio y, en años más recientes, desde la televisión— permite, a quienes ejercen la profesión periodística, beber y aprender de un legado abarcador, en ocasiones profundo y valiente, imperfecto sí, pero con innegables méritos y vetas por explorar y enriquecer.

Ningún golpe mágico podrá retrotraernos a los tiempos de bonanza económica y social, ni a los días en que las redacciones florecían, de profesionales y optimismo. Mas, a tiempos de crisis, debe responderse con soluciones audaces. Si de reencontrar el verbo, el sonido, la imagen fresca, se trata, Ciego de Ávila aguarda por un mayor protagonismo de quienes deben tocar a las puertas de los vecinos, para que entre, como suave caricia o carga redentora, la palabra que rejuvenezca y transforme.