Félix Molina Castro: El rápido del béisbol avileño

No jugó en Series Nacionales, pero sus alumnos brillan en los diamantes beisboleros

Febrero nunca más será un mes fácil para Teresa Margarita Chávez Hernández. Antes era todo lo contrario, por el aniversario de su esposo, Félix Molina Castro, quien vino al mundo el día 21 de ese mes. en el año 1954. Todo cambió el pasado año, cuando el reconocido profesor de pelota falleciera un día después de rebasar su onomástico 66.

La tristeza en el hogar todavía se nota, aunque el ritmo de trabajo en la familia se mantiene con orden y buen gusto, que se extienden, incluso, a los sembrados de una parcela que Molina y Teresa crearon hace años frente a la casa, y que por estos tiempos difíciles ayuda a paliar carencias.

Ambos tuvieron muchas características comunes, de las que prevalecen el amor y la pasión por la docencia, algo que ella guarda con mucho agrado en su memoria.

“Félix era consagrado al trabajo, cumplidor al máximo y ejemplo para los alumnos. Luchaba por ellos y muchos lo quisieron como un padre, como son los casos de Isaac Martínez, Vladimir García, Mario Vega, Luis Robert, Yaisbel Tamayo y José Adolis García. La relación con Yorbis Borroto era muy especial.”

inter felix molina deporte ciego de avila El torpedero de Los Tigres lo confirma: “Yo era su capitán cuando era juvenil. Juntos asistimos al Panamericano de esa categoría que se efectuó en Curazao, en el año 2003, donde Cuba ganó”.

La competencia aconteció entre el 12 y el 22 de julio, y Molina, por sus resultados con los avileños, fue convocado como asistente de Esteban Lombillo. En la selección estuvieron, además, sus alumnos Alfredo Unzué y Adonis García.

Aquella etapa Yorbis la recuerda por la confianza y el respeto transmitidos por el maestro: “Ese señor, más que nuestro director de equipo, era un hombre íntegro. Nos enseñó a que le dijéramos siempre la verdad”.

“De las anécdotas que jamás olvido está una cuando estudiábamos en la zona de Ceballos. Un día, junto a tres compañeros, nos escapamos para un preuniversitario, a encontrarnos con muchachitas. Faltamos a los entrenamientos y él se percató. Entonces le pidió al grupo que los indisciplinados diéramos el paso al frente, los cuatro lo hicimos y reconocimos el error. Como medida nos quitó el pase del fin de semana.

“Al llegar el viernes, todos los muchachos recogieron sus cosas y se iban a las casas, menos nosotros. Al vernos preguntó por qué no estábamos listos. Le recordé que estábamos sin pase y él, sin titubeos nos quitó el castigo. Nos dijo que estaba entrenando a hombres y no a cobardes, y como fuimos sinceros, la deuda estaba saldada. Nunca más le fallamos”, acota el actual capitán de Los Tigres.

Aunque no fue su alumno, el campeón olímpico Yorelvis Charles, director de la selección avileña de primera categoría, tuvo mucha cercanía a Molina:

“Éramos vecinos, nos visitábamos y conversamos mucho. Pude apreciar su jovialidad y el afán de que sus atletas llegaran a planos estelares. Sin dudas, los ayudaba a crecer”.

De ello es testigo el lanzador Vladimir García, quien en su etapa de juvenil se inclinó hacia la labor monticular por influencia de su profesor, aunque ambos vivieron una experiencia que los unió más como amigos.

“Yo tenía 16 años, y durante un campeonato nacional juvenil efectuado en La Habana, se me fracturó una rodilla. Me ingresaron en el hospital Frank País. El torneo terminó y el equipo volvió a la provincia. Él me cuidó por una semana hasta que llegó mi mamá, quien estaba complicada en Ciego con el resto de la familia, mientras mi papá cumplía misión deportiva fuera de Cuba.

“Molina nos enseñó a mirar la vida de una manera distinta, a ser responsables, todos los días aprendíamos algo nuevo con él y nunca se negó ante los problemas de sus alumnos. Parte de lo que soy se lo debo, y desde su equipo juvenil fui promovido al de mayores”, afirma el llamado Cañón de la Trocha.

Molina Ricardo Oria Rodríguez, reconocido especialista del béisbol avileño, tiene una visión más cercana de su entrañable amigo. Lo conoció cuando ambos se formaban como profesores de Educación Física, en el año 1973, en un lugar conocido como La Campana, perteneciente al municipio espirituano de Cabaiguán.

“Él me llevaba un año en los estudios, los cuales terminamos en Camagüey, donde, una vez graduado, ejerció como profesor por corto tiempo hasta que vino definitivamente para Ciego.

“De aquella etapa recuerdo algo poco conocido. Corría muy bien las distancias de 100 y 200 metros planos. No hubo quien le ganara en los Juegos Intramurales realizados durante el curso que pasamos en la provincia de Sancti Spíritus, razón por la cual lo llevaron al Memorial Barrientos y obtuvo el segundo lugar. Solo Silvio Leonard pudo ganarle.”

Ante su evidente calidad, quisieron que pasara al equipo nacional de atletismo, pero prefirió seguir la preparación como educador. Según Oria, era tan avezado que fue elegido para sus prácticas docentes en una temprana colaboración cubana en Perú, justo en la zona de Machu Picchu, bajo la guía del profesor Jorge Foronda.

Molina era un guajirito de Jagüeyal que se convirtió en el primer profesor avileño de béisbol con el título de Licenciado en Cultura Física, dirigió la Academia Provincial de esta disciplina, fue comisionado en dos ocasiones, llevó sus conocimientos a Brasil y Venezuela, y fue una persona clave en la formación de peloteros en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético y la EIDE Marina Samuel Noble.

El cáncer puso fin anticipado a su carrera cuando se desempeñaba como comisario técnico de la Serie Nacional y jefe de cátedra en la EIDE, aunque su partida no significa ausencia. Sus nietos Yordán Félix y Yordalis Molina Roque, con 14 y 11 años, en ese orden, siguen sus pasos, él en la pelota y la chica como espigada voleibolista.

Dicen sus allegados que Molina era un tren para el trabajo, rara vez se detenía, andaba ágil y dinámico, como en las carreras cortas que le dieron inolvidables victorias. Quizás esa es la causa de que muchos lo apodaran El Rápido, un hombre que una vez quiso ser un buen cátcher, pero pronto se dio cuenta de que su destino era formar atletas con calidad deportiva y humana.