Chiqui: el boxeador que todo profesor desea tener

Intercambio con el avileño que desafió al Bicampeón Mundial Andy Cruz

Si le preguntas al boxeador Rogerlandy Delís Muñoz por su lugar de residencia, la respuesta puede sorprender a quienes viajan poco por la provincia avileña.

“Soy de Corea”, afirma con un orgullo reflejado en su sonrisa casi permanente. Uno de sus profesores, Yunior Quintero Pérez, actual metodólogo del pugilismo local, aclara que el joven se refiere a una comunidad rural en el municipio de Primero de Enero, vital para la economía, pues ahí queda la sede de la entidad agropecuaria Arnaldo Ramírez, una de las más importantes en Ciego de Ávila.

Más allá de la ubicación geográfica, llama la atención el apego del joven de 19 años por el terruño donde Midalis y Rogelio, sus padres, lo trajeron al mundo.

Todavía siente como si fuera ayer el día en que el activista del deporte Luis Barbarú Perdomo, alguien muy allegado a su familia, lo invitó a ponerse los guantes. Estaba en quinto grado y casi por casualidad llegó al deporte de los puños.

“Al principio mi mamá puso algo de resistencia, pero después se adaptó. Recuerdo que me pesaban los guantes hasta que con el tiempo me adapté. En aquellos años todo era como un juego. Ya en séptimo grado hubo un cambio porque me llevaron a la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) Marina Samuel Noble y me captaron.”

Justo en esa etapa adquirió un cariñoso mote que debe acompañarlo por el resto de su vida.

“Era el más pequeño en la división de 38 kilogramos, y desde entonces me llaman Chiqui. En aquel momento era el cuarto niño de mi peso”, afirma el novel púgil, reconocido nacionalmente en el último Torneo Nacional Playa Girón por su resistencia ante el bicampeón mundial Andy Cruz.

Aseguran los profesores Yunior Quintero y Giordi Durán Colás que en su primer año en la EIDE no participó en los Juegos Escolares Nacionales de Alto Rendimiento (JENAR), pero en el curso siguiente su historia empezó a tejerse: ya era la primera figura de Ciego de Ávila en su división, categoría 13-14 años, y logró medalla de bronce.

No le fue bien en su primer curso como 15-16, pero en el segundo ganó la presea dorada. También entre los juveniles resultó medallista y ganó su matrícula en el Centro de Entrenamiento de Alto Rendimiento (CEAR), donde pasó dos cursos. El retorno a la provincia ha sido fructífero.

“El pasado año debuté en la categoría de mayores. Compito ahora en la división de 63 kilogramos y en el Torneo Nacional por Equipos gané tres combates de los cuatro efectuados con mi equipo en la primera fase, mientras en la segunda etapa el resultado fue similar.

“Por ese desempeño, los profesores de Camagüey me llamaron como refuerzo para la final. Gané una pelea y perdí otra. Por colectivos quedamos en primer lugar.”

Se acercaba el campeonato cubano y estuvo presente en los torneos previos. Resultó eliminado en la Copa Teófilo Stevenson, en Las Tunas, por decisión dividida, y en el certamen espirituano Lino Salabarría ocupó el tercer lugar.

“En el nacional me sentía bien. Por el sorteo empecé contra Andy Cruz. Me encontraba normal, los profesores me dijeron que debía hacer mi pelea de riposta y así lo hice.”

La lógica indicaba que para ganarle al multicampeón había que noquearlo, algo poco probable en la actualidad, aunque el propio Andy reconoció públicamente la resistencia del avileño.

Si bien a nadie le gusta la derrota, esta que sufrió Chiqui puso a pensar a varios entendidos del pugilismo cubano. Le otorgaron la categoría de Atleta de Perspectiva Inmediata y solo le falta demostrar sus potencialidades en los torneos de este año. Si el saldo es positivo su puesto en la preselección estará asegurado.

“Para salir bien, empiezo mis entrenamientos a las 8:00 de la mañana con la preparación física mediante carreras, ejercicios con pesas, abdominales, planchas y golpeo al aparato colgante.

“A las 3:00 de la tarde trabajamos la parte técnico-táctica, basada en la escuela de boxeo, o sea, el profesor nos indica los diferentes movimientos, golpes, desplazamientos y defensas. La idea es perfeccionar esas técnicas. Después nos toca la escuela de combate dirigida, con indicaciones del entrenador, y libre, que no es más que pelear con el contrario que nos pongan.”

Nadie duda de la rudeza del pugilismo, pero ello no lo es todo. Cuando preguntamos por Rogerlandy, a quien después conoceríamos como el Chiqui de Corea, notamos un cariño extraordinario hacia él por quienes lo rodean.

“Es el alumno que todo profesor desea tener, asegura el metodólogo provincial, siempre está dispuesto a entrenar, no fuma, no toma y su disciplina es impecable.”

Claro, ese panorama cambia cuando tiene un rival al frente. Coinciden varios técnicos, entre ellos, Jarie Jesús Legítimo Pina, quien lo preparó cuando estaba en la EIDE, y Bárbaro Álvarez Lazo, jefe técnico de la Academia, que resulta peligroso en las distancias media y larga, su rapidez y dominio de la técnica lo ayudan mucho, razones suficientes para esperar sus éxitos en un período no tan lejano.