Quizás debimos asumir esta entrevista como una controversia y así “degustar” el arte improvisador de este avileño
Eric YanesYeinier Delgado Abreu es un artista con una carrera prometedoraSi no fuera porque el esfuerzo y el estudio han estado detrás de cada uno de sus logros, pudiéramos decir que lo de Yeinier Delgado Abreu ha sido un don, una cualidad innata o una sensibilidad inigualable, que cultivó desde los cuatro años cuando comenzó a hablar y a cantar décimas sin distinción ni horario fijo.
Entonces, vivía en Marroquí, un pueblito del municipio de Florencia, donde la herencia canaria sobrevivió y la música campesina y el punto de parranda tienen tempo y sonoridad peculiares. Entre su abuelo materno y su padre le “metieron el bichito en el cuerpo” y cualquier atardecer o la oscuridad del campo sin luz eléctrica eran suficientes para cantar hasta bien entrada la madrugada.
Como a esa edad no se diferencia demasiado una gran tarima del portal familiar o del guateque del vecino, subió por primera vez al escenario contento y sin susto. A estas alturas ya conocía el trabajo del quinteto Raíces y cuando el poeta Gualberto Domínguez lo vio presentarse en vivo lo animó a continuar, convirtiéndose desde aquel día en una de las personas que más ha apostado por su carrera artística.
Los augurios fueron buenos, tanto que comenzó a recorrer con frecuencia los casi 50 kilómetros entre Marroquí y Ciego de Ávila para cantar, a veces, solo una décima en la radio y, otras, para sumarse al elenco de alguna actividad cultural. En ese ir y venir obstinado conoció a muchísimos poetas, participó en eventos y festivales y lo sorprendió la adolescencia con los sueños y las ganas a flor de piel.
Con experiencia acumulada a golpe de autodidactismo, los talleres de repentismo infantil, iniciados en el país por Alexis Díaz-Pimienta para darle vía ancha a esta expresión cultural, vinieron a cerrar ciclos en su vida. La iniciativa se concretó aquí a manos del poeta Armando López Rondón, quien lo captó y lo adentró en el aprendizaje de la técnica de la décima.
Fue de los versos octosílabos a los pareados, aprendió la rima consonante, improvisó en redondillas, se adentró en la semántica de la composición, destacó como tonadista y comenzó a hacer pininos con el laúd, el tres y la guitarra. A la meta de improvisar llegó por un camino más largo, pues tardó años en atreverse, sin embargo, ha encontrado regocijo y superación en cada verso finamente hilado.
“En el repentismo la defensa es permitida, pero casi nunca llevo una décima escrita, es imposible aprender tantas de memoria”. Esta es la respuesta más rápida que esgrime durante toda la entrevista, convencido de que la espontaneidad y los aprietos de una controversia son los más sanos placeres de este arte.
Los otros contratiempos son improvisar cuando un pie forzado no tiene rima o hacerlo sobre un tema con el cual no se identifica.
De teoría musical, géneros y estilos aprendió en la escuela de instructores de arte, de donde salió con la interrogante de ¿ser artista o ser profesor?, y con dominio del tres y la guitarra. Para suerte suya y nuestra, aunque tardó años en desterrar incomprensiones y oficializar su posición como artista profesional en la agrupación Cuerdas y voces del llano, hoy hace ambas cosas sin contradicción ni cuestionamientos.
Michel GuerraEl Festival Piña Colada permitió que se presentara ante un gran público
Un día cualquiera podemos descubrirlo en el escenario central del Festival Piña Colada, improvisando junto a Israel Rojas y, al siguiente, en la casa de cultura José Inda Hernández o en una de las aulas de la Casa de la Décima Raúl Rondón, enseñando a niños entre los 11 y los 17 años de edad sobre el acompañamiento musical que requiere un poeta o sobre cómo componer una décima con la métrica correcta. En esas dualidades felices, también, se sostiene su vida.
Han sido Son Armonía y Los lindos del campo dos de los proyectos que más alegrías le han traído, al darle la oportunidad de sumar jóvenes a un arte que pareciera condenada a lo rural, lo tradicional y, por tanto, solo a quienes peinan canas.
Sin embargo, basta una mirada rápida para descubrir una cofradía de amigos, que apuesta por una revitalización del género, para deconstruir estereotipos y cerciorarnos de que esta expresión artística está a buen resguardo en Ciego de Ávila.
Yeinier describe al quinteto Cuerdas y voces del llano como “la escuela de la calle, donde completé mi formación y puse en práctica todo lo aprendido”. Solo habría que agregar que, también, ha sido cobija para su crecimiento profesional hasta desempeñarse como director musical y foguearse al más alto nivel, lo mismo en el programa televisivo Palmas y Cañas que en la XI Jornada Iberoamericana de Niños y Jóvenes Poetas, Trovadores y Versadores, celebrada en Querétaro, México.
“Esta agrupación se distingue a nivel nacional por el criollismo en la interpretación, pues mantenemos lo más limpia posible la identidad y sonoridad. La mayoría de los integrantes somos jóvenes y asumimos las funciones de instrumentistas y vocalistas, lo cual es novedoso porque lo más usual es solo el acompañamiento musical al poeta. Además, ejecutamos las dos variantes del punto cubano (libre y fijo), así como todos los tipos de tonadas existentes por zona, por lo que tenemos un repertorio amplio”.
Imágenes de nuestra última presentación en 🌴Palmas y Cañas el pasado domingo #cuerdasyvocesdelllano #musicavila #palmasycañas #elangeltubella #LatirAvileño #CubaEsCultura
Posted by Cuerdas y Voces del Llano on Wednesday, April 12, 2023
Mucho antes de que fuese miembro de la Asociación Hermanos Saíz, junto a Rainer Nodal, comenzó a soñar una propuesta diferente en la que la música campesina llevara marca y estilo joven. Lo lograron bajo el cobijo de esta organización y Décima Cuerda ha superado las expectativas, convirtiéndose en un proyecto pleno, que marca un ritmo cadencioso y sutil en el panorama cultural de la provincia.
Tras las pistas del “neorrepentismo”, de las cibercompetencias y del certamen Oralitura Habana han mezclado géneros e innovado sobre el concepto del punto cubano, arrastrando público embebido por la magia de la improvisación, las contralecturas o el “sordo de cañón”. Los terceros sábados de cada mes, los aplausos del público les devuelven el aliento y les confirman que valen cualquier esfuerzo.
A Yeinier solo le inquieta que cada día sean menos los espacios existentes para promocionar este arte y visibilizar a sus cultores, y que las propuestas languidezcan por falta de presupuesto o de iniciativa. Este sería el único pie forzado —o ironía de la vida— para el que no ha encontrado rima y, desde el otro lado, solo podemos darle razón y desearle que su talento siga componiéndose en presente.