La música no cura, pero alegra

Cuando las agrupaciones Caribe Azul y Los Cinco del Son bajaron de los escenarios de la cayería norte, todavía era muy pronto para adivinar que en lo adelante su público miraría impávido detrás de una línea invisible, pero “bautizada” como roja, y que los aplausos y agradecimientos no serían exactamente por su música.

Es que Adolfo Tartabull, bajista y director de Caribe Azul, y Julio César Morales, el percusionista estrella de Los Cinco del Son, no lo pensaron dos veces cuando dejaron sus instrumentos en casa y fueron a trabajar con otros, que no necesitan partituras ni horas de ensayo, pero sí mucha disposición y empeño porque mantener la higiene en un centro de aislamiento no es tarea menor.

Adolfo se las ingenia para hacer algún que otro arreglo y orquestación, mientras que Julio César experimenta con la variedad de timbres posibles en la percusión o aprende un nuevo tema.

Precisamente este ha sido el propósito que unió a más de 30 personas, que provenientes de diferentes organismos e instituciones, encontraron bajo el techo de la Universidad Máximo Gómez Báez otras motivaciones, justo cuando el avance de la Covid-19 trastrocó los sentidos de una vida, que hasta entonces creíamos relativamente normal.

Por eso ya no es la armonía musical o el solfeo lo que les quita el sueño, sino el por ciento de hipoclorito de sodio necesario para desinfectar las superficies, la recogida de la basura o los pasos a seguir una vez que salen del área roja para regresar a casa sanos y salvos y sin ninguna posibilidad de extender el contagio.

Aprendidos los protocolos de memoria y con el susto superado caminan a sus anchas por los pasillos y escaleras desiertas, y mientras el número de pacientes aislados disminuye, ellos se imaginan cada vez más cerca de su rutina habitual.

Al cabo de una jornada de ocho horas o más, tampoco descuidan la música y buscan en ella refugio e inspiración. Adolfo se las ingenia para hacer algún que otro arreglo y orquestación, mientras que Julio César experimenta con la variedad de timbres posibles en la percusión o aprende un nuevo tema.

Desde el otro lado del celular las palabras de aliento reconfortan y buscan respuestas para el cómo y el por qué, pues a fin de cuentas no todos los días se vive para contar los efectos de un virus desde la primera fila.

Si bien de este lado del pedraplén Caribe Azul y Los Cinco del Son quizás no sean de las agrupaciones más conocidas, al carecer de espacios fijos en las carteleras culturales del territorio, su experiencia y sonoridades las distinguen y realzan en un panorama donde no falta la buena música. De los ritmos populares cubanos al jazz, han sabido concertar su estilo y, más importante aún, defenderlo.

Que sus repertorios vivan ahora una pausa obligada, ha sido coincidencia feliz para que estos dos artistas vistan con traje verde y nasobuco. Entonces habría que resaltar aún más su mérito y recordar las palabras de Orlando Pino Amores, director de la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos, cuando dijo que fueron los primeros músicos atrevidos que se sumaron a la lucha contra la Covid-19 en la provincia.

A estas alturas la única deuda por saldar sería la de regalar un concierto. Ese es el único malestar de aquellos colegas y espectadores: que no haya sonado ninguna melodía durante los 30 días en que Adolfo y Julio César cambiaron la grandilocuencia de las presentaciones en vivo por el empeño de estar donde fueran más útiles. Y como las promesas se cumplen, el alegrón llegará.