Iraís y una historia que la trasciende

Detrás de la premiación del proyecto sociocultural comunitario Anglocaribe. El barrio y sus tradiciones, en el concurso nacional del Centro de Intercambio y Referencia Iniciativa Comunitaria, está el empeño de muchos, pero Iraís Castellanos Jordán se roba la arrancada.

Para quienes no hayan visitado nunca Baraguá pudiera parecer surrealista que alrededor de 500 casas hayan sobrevivido al tiempo en el barrio jamaicano, unas temerosamente erguidas sobre pilotes de madera, y otras que combinan la modernidad con la conservación de algunos detalles del estilo Balloon frame, típico del sur de los Estados Unidos: techos a dos aguas, tapetes coloridos, y malla metálica en puertas y ventanas.

Según datos del año 2015, en alrededor de cinco kilómetros de extensión se concentran todavía unos 500 descendientes de los braceros llegados en el pasado siglo de las islas caribeñas de Barbados, Trinidad, Tobago, Jamaica, Granada, Santa Lucía y Nieves.

Pero hace unos años el problema en el barrio jamaicano no era que las estructuras de madera se vinieran abajo y fuese necesario construir con cemento y arena, o que faltasen investigaciones y documentos para atestiguar el proceso de transculturación ocurrido allí, sino que los más jóvenes, los bisnietos y tataranietos de los braceros antillanos, comenzaron a perder el cordón umbilical que los conectaba con su pasado; sobre todo, después de que el conjunto Caribbean Children, que garantizó por años el “relevo” de las tradiciones, se diluyera en el tiempo.

Es lo que Iraís Castellanos Jordán llama un “peligro tremendo que está latente”, justo antes de contar su historia, una en la que no han faltado el baile, el canto, el empeño y la investigación, como espacios de realización personal y de empuje para el resto.

En sus venas corre sangre barbadense y creció, por un lado, con el arrullo de sus padres que eligieron el magisterio y, por el otro, con el de sus tíos que bailaron en el conjunto músico-danzario La Cinta hasta que pudieron. Ella no podía ser menos.

Iraís es una mulata corpulenta, con trenzas largas y sonrisa limpia, que desde el año 1997 se integró a este elenco de bailarines, y luego al grupo musical Calipso Boys, mientras hacía malabares para cumplir con sus responsabilidades como directora del preuniversitario del municipio.

Podría decirse que ha tenido el don de la ubicuidad para hacerlo todo bien y a la misma vez, pero ya veremos que su trabajo no se ha sustentado en cualidades imposibles, sino en un ir y venir como de hormigas, que ha puesto todo en su lugar y ha prestado atención a los pequeños detalles.

En esta dualidad de funciones la sorprendió el encargo de la Asociación Caribeña de Cuba de actualizar el conocimiento relacionado con Baraguá y sus tradiciones, los procesos migratorios, los líderes del barrio jamaicano, y el alcance de la Fiesta del 1ro. de agosto. La inmensidad del reto la hizo dudar pero, por suerte, terminó convenciéndose de que frenar el olvido necesitaba, en primer lugar, mirada científica.

No calculó, entonces, que el tono del reclamo sería mayor y, casi sin darse cuenta, pasó de investigar con métodos y técnicas cualitativas, a liderar un proyecto comunitario, a sensibilizar personas, y a batallar para tener un audio en una actividad cultural o para lograr una mesa repleta de platos típicos cada vez que llegaba agosto.

Ser maestra y la interconexión entre los centros educacionales, producto del perfeccionamiento que vive el sector, allanó el camino, porque lo fundamental era motivar a los muchachos con las tradiciones del lugar. Después vendrían las clases y talleres sobre bailes y cantos típicos, hasta que los integrantes del incipiente conjunto Maypoll Boys (Chicos tejiendo cintas) estuvieron curtidos.

maypollCortesía de Iraís CastellanosEl conjunto Maypoll Boys, un sueño hecho realidad

A la idea se sumaron Arnaldo Love, director de La Cinta; la bailarina Elena Love, quien se encargaría del vestuario; y Argelio Pérez Mesa, bailarín y compañero de vida, quien asumió lo relacionado con las escenografías y la logística. También surgieron otras propuestas, entre ellas, llevar a cabo talleres de tejido a crochet, de técnicas culinarias y de peinados.

De a poco los modos de hacer salieron del barrio y llegaron a las escuelas con la guía de los instructores de arte, peñas con los conjuntos Calipso Boys y Maypoll Boys rotan por los centros de estudio cada mes, y una noche caribeña se celebra trimestralmente, como colofón de los logros en ese lapso. El ranchón del barrio jamaicano sirve de “guarida creativa” y es el punto de reunión entre los protagonistas y las máximas autoridades de ese territorio, a la hora de proyectar actividades y garantizar respaldo.

Desde el 12 de diciembre de 2018 Anglocaribe. El barrio y sus tradiciones, con sus diversas propuestas de aprendizaje, ha sido una suerte de telaraña que ha crecido y se ha enraizado para bien en Baraguá. Nadie ha permanecido ajeno y esa es una ganancia incalculable para un sitio al que la magia y los colores del Caribe se le apagaban.

Felicidades al proyecto"Anglocaribe:El barrio y sus tradiciones"de Baragua , Ciego de Ávila,por resultar ubicado en las...

Posted by Uneac Ciegodeavila on Wednesday, April 20, 2022

La otra la dicta orgullosa Iraís, cuando dice que trabajar con jóvenes le ha renovado las energías. “Son muy entusiastas, proponen ideas y te animan. Con sus ganas parece que nada es imposible, por más que el trabajo comunitario, signado por tantas carencias en nuestro contexto, exija el doble de cada uno de nosotros”.

Sobre el escenario, tanto La Cinta como Maypoll Boys crean un relato a ritmo de soca y calipso, mientras tejen cintas multicolores alrededor de un palo. La danza, casi frenética, ni altera el orden de los pasos ni la exactitud del tejido a los ojos del público; esa es la explicación más sencilla de lo que sucede durante sus presentaciones, pero esta tropa de soñadores se ha encargado de desempolvar otros detalles.

“Durante las primeras fiestas realizadas en la zona, una mulata barbadense llamada Ariadna alquilaba cintas a las parejas, se armaba el palo y competían. No puede hablarse de bailes jamaicanos solamente, porque hay una mezcla; lo correcto sería referirnos a danzas anglocaribeñas. De ahí que bailemos diferentes géneros musicales y conozcamos varias formas de hacer el tejido alrededor del palo”.

Cada fin de año y durante la Fiesta del 1ro. de agosto allí se come congrí con coco, cucú (un plato basado en harina de maíz con quimbombó y pescado), cakes de vino o de coco, se bebe saril, y la receta para preparar el fruto del árbol del pan pasa de boca en boca, confirmación certera de que no todo está perdido.

Iraís ya está propuesta para iniciar un doctorado el venidero septiembre y no dejará pasar la oportunidad de ponderar, desde este otro espacio, lo que sucede en el barrio jamaicano, imbricación armoniosa de pedagogía, trabajo comunitario y cultura. Contar, enseñar y hacer perdurable una historia que la trasciende, es la luz que busca, principio y fin de un camino, el mismo que se ve desandando en el futuro.