Rolando Valle: La paradoja de ser museólogo a los 25

Si tuviéramos que interpretar la casualidad, pudiera ser un buen augurio que Roli se haya apoyado, para hacer la foto, en el escritorio del ilustre Guillermo Zanoletti, director del grupo arqueológico Caonabo, de mitad del siglo XX, que da nombre al museo de Morón.

A Rolando hay que decirle Roli, para que los demás entiendan, porque a pesar de que es el museólogo Rolando Valle de Posada, licenciado en Historia, primera reserva de la Directora de la institución, y coordinador municipal de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), tiene solo 24 años, y es el más joven en un lugar donde lo que te rodea tiene al menos 60 años.

"Eso quiere decir que me tratan con mucho cariño, pero también que tengo que ganarme el respeto de todas las trabajadoras, aunque puedan ser mi mamá o mi abuela; que vean que soy responsable. Y también que me toca ayudar en muchas cosas. Por ejemplo, hasta hace poco en la reparación del Museo yo era el que tenía que cargar los sacos de cemento", dice él. Y es verdad. No es raro verlo de un lado para otro, subiendo y bajando las escaleras torcidas de la torre del museo o, incluso, dirigiéndolo en ausencia de Martha Irene González Pérez, quien ha sido por años la directora del Caonabo.

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Desde mucho antes de ser museólogo, según dicen sus viejos compañeros de estudio, Roli estaba "escapa'o" en Historia, y es difícil meterlo en el estereotipo de "polilla sabelotodo" porque también era el más inquieto en los turnos de Educación Física y hasta en los viajes en guagua para la Universidad de Camagüey.

Él dice que no es para tanto, que simplemente "se defendía bien" en las clases de Historia de la secundaria y el pre, pero que le gustaba tanto que, por si acaso, después de pedir la carrera de Licenciatura en Historia, puso en la boleta la de Profesor de Historia y Marxismo, aunque no tuvo problemas para alcanzar una de las tres plazas de la primera especialidad que llegaron a la provincia.

"En la Universidad todo el mundo piensa que los historiadores nada más estudiamos fechas y figuras históricas que hay que aprenderse de memoria —idea probablemente reforzada por la manera en que en algunas escuelas se enseña hasta la Enseñanza Media, se pudiera añadir—. Pero lo que distingue a un historiador no es dominar una cronología, sino entender las teorías o leyes que condicionan el desarrollo histórico, o las herramientas que dentro de la historiografía permiten interpretar un texto o fuente bibliográfica para producir una investigación propia."

Así fue como dedicó su tesis de grado a estudiar el pensamiento de Julio Antonio Mella ("es difícil estudiar el pensamiento", acota), y que hace apenas un año aterrizó de las clases universitarias en una ubicación laboral que decía "Ministerio de Cultura en Morón", y que le asustó al principio.

"Siempre esperé ubicarme en la Universidad de Ciego de Ávila, así que me tomó por sorpresa. Pero enseguida me mandaron para acá, y ahora la idea de especializarme en Museología me gusta mucho."

— ¿Hay alguna colección que te despierte la curiosidad de investigador?

— Sí, claro. Antes de pensar en el tema de tesis que escogí ya tenía una investigación hecha sobre el ferrocarril en Morón, y aquí hay muchos documentos, planos y cédulas catastrales que atestiguan el desarrollo económico que tuvo Morón alrededor de la Terminal y la industria azucarera. Si te fijas, en los años ´20, mientras el mundo entraba en un crack financiero, Morón construía sus principales edificios.

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Mientras habla ubica señalando con el dedo, como si lo estuviera viendo desde el mirador del tercer piso, todo el patrimonio de la década: el cine Apolo, el Hotel Ritz y el Perla del Norte, el San Carlos, la Colonia Española... Todos relacionados con la controversial figura del Coronel Tarafa, cuyo nombre llevan hoy una avenida y un servicentro de Cupet.

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Y semejante pasión por la historia local lleva al tema de dónde se ve Rolando a sí mismo en 30 o 40 años. La respuesta es concisa: "aquí". "Pero la idea es seguir investigando, vincularme al Centro Universitario Municipal o a la Universidad, porque el conocimiento hay que compartirlo para que en el futuro haya otros mejores que Rolando Valle."

A lo mejor con esa idea es que Roli sube hasta su sala preferida en el segundo piso (la de arqueología le gusta menos, confiesa) para hacerse una foto sin saber qué hacer con las manos y con timidez al sonreír. Seguro organizaba en la cabeza las cosas que le faltaban por hacer en el día, o se inspiraba para esa investigación que ahora hasta los lectores de Invasor esperan. Pero eso no podemos discernirlo con certeza, porque ahora que aprendimos algo de historiografía, sabemos que el pensamiento es muy difícil de desentrañar.