Cuentan que cuando le llegó su primera oportunidad (mediante el círculo infantil que custodia como a la niña misma de sus ojos) Alcibíades Prieto Sarmiento, habitante del municipio de Bolivia, al norte de Ciego de Ávila, se acomodó en una esquinita, con la humildad y el buen carácter que le acompañan desde que tiene uso y no le falta razón.
Y, dicen también, que cuando el ambiente se caldeaba en torno a determinado párrafo o artículo del Proyecto de Constitución de la República de Cuba, el anciano sacaba su “mataburros”: un papel donde había plasmado algunos apuntes, y exponía su criterio o formulaba sugerencias muy concretas.
No ocurrió una, ni dos veces. Fueron varias.
—¿Por qué?
—Primero, porque tengo derecho a dar mi opinión, a decir lo que pienso. Y segundo, porque me preparé para esta consulta popular. No se debe ir a una reunión así a escuchar lo que dicen los demás, ni a improvisar.
“Yo le había pedido al cartero que apenas llegara el documento al correo me lo llevara a la casa y así lo hizo. Él sabe que yo leo todo lo que cae. Ese mismo día empecé a analizar, párrafo por párrafo, todo el contenido.
“Y déjame decirte que es un excelente material; puede ser leído y comprendido por cualquier persona. No creo que en el mundo haya otro proyecto como el nuestro, independientemente de que algunas cosas pueden ser mejoradas. Por eso se está haciendo esta consulta de pueblo.”
—¿Como ciudadano, qué asuntos le motivaron a intervenir?
—Uno de ellos es el relacionado con la edad límite para el cargo de Presidente de la República y la limitación a solo dos períodos de cinco años. No me parece bueno que así sea. Si hombres como Miguel Díaz-Canel Bermúdez, por ejemplo, trabajan bien, tienen resultado y el país avanza, lo más lógico y saludable es que continúe mientras tenga capacidades para seguir haciéndolo.
“Mi otra intervención tuvo que ver con la regulación de la propiedad y de la riqueza por parte del Estado. A eso hay que dedicarle atención. Si hoy tenemos personas que, con su sudor, obtienen determinada riqueza, perfecto. Pienso en el campesino que gana 200 000 pesos como resultado de una cosecha de arroz. Pero hay gente enriqueciéndose de manera ilícita. Eso se sabe y no podemos permitirlo.
“Muy relacionado con ese asunto está el párrafo 119, acerca del trabajo. Para mí debe ser obligatorio. Cuba necesita de hombres y mujeres que trabajen, no de vagos que la perjudiquen. El trabajo es fundamental: si estás jubilado es porque trabajaste, si recibiste una finca por herencia es porque tu padre o tu abuelo trabajaron duro…, nada cae del cielo, todo depende del trabajo.
“Otra de mis notas tenía relación con el hecho de que se mencione a nuestro sistema como socialista, pero no se hable de avanzar hacia el comunismo. ¿Por qué? Quienes pensamos en los hijos, en los nietos, en las generaciones futuras debemos estar claros de que la solución nunca va a estar en el capitalismo. Ese es mi punto de vista y me gustaría verlo reflejado en la Carta Magna.
“Y aunque no lo había apuntado con anterioridad, intervine también acerca del salario. No hace falta decir por qué. Todo el mundo sabe cómo están los precios. Al final, lo que necesitamos es que el salario permita resolver las necesidades fundamentales de la familia, para que nadie tenga que estar inventando ni rompiéndose la cabeza; y que cada quien gane de acuerdo con lo que de verdad es capaz de producir o de aportar.”
—A usted le queda otra oportunidad, en el barrio…
—Y la voy a aprovechar. Cada vez que leo el Proyecto veo cosas nuevas. Por eso les recomiendo a todos que lo lean con calma. Ahora es el momento de hacerlo bien. Mientras más criterios y sugerencias haya, mejor será nuestra Constitución.
—¿Ha visto a muchos jóvenes leyendo el documento?
—En verdad, no a muchos. Nosotros: padres, abuelos y vecinos, tenemos que contribuir más. Lo digo por mis propios nietos y biznietos. No hacemos nada, los más viejos, con prepararnos muy bien y que los jóvenes estén al margen. Más que para nosotros, hoy, esta Constitución es para ellos, mañana y siempre.