Irma al habla…otra vez

En ocasiones he llegado a pensar que el huracán Irma estaba, desde 2017, confabulado con la COVID-19 para fastidiarnos la vida en extremo, y dejarnos lecciones que —también lo he pensado— tampoco hemos aprendido del todo. Por lo menos, en términos de responsabilidad y de comunicación nos queda bastante trecho por andar. Y, al parecer, en algunos casos, todavía el “dichoso” fenómeno climatológico tiene la palabra.

Sumada a otras publicadas aquí sobre el mismo tema, (la última con el título Canales sin señal, remitida por Rafael Joaquín Cervantes Cervantes), ponemos en letra impresa la misiva enviada por Rosa María Calzadilla Domínguez, residente en Calle 26, No.235 interior, entre 27 y 25, en el reparto Canaleta, de Ciego de Ávila.

“Empezaré por decirles que soy una afectada por el huracán Irma. Mi casa fue certificada como derrumbe total y todavía en esta provincia no le han dado solución a mi problema de vivienda.

“El Gobierno me hizo una facilidad temporal, un cuarto, el cual está forrado de cartón y no tengo letrina ni agua. Soy una madre soltera y enferma de diabetes mellitus. Mi hija es una adolescente de 17 años, con padecimientos nerviosos y una niña de un año.

“Cada vez que llueve se me moja todo. Tengo que poner nailon en la cuna de la niña y velar que no se moje. Yo puse una reclamación en el Consejo de Estado en la oficina de Atención a la población, y me dijeron que me dirigiera al Gobierno de Ciego de Ávila.

"Sé que estamos pasando por esta terrible pandemia, pero estoy desesperada porque no tengo casa y estoy acogida a la Asistencia Social, y me dan una chequera con la cual vivo muy ajustada en todo. Mi caso ya lo sabe el Gobierno y todavía no entiendo hasta cuándo debo seguir esperando la solución o, al menos, una explicación.”

El caso de Rosa María, como el de Rafael Joaquín, a partir de las incoherencias en la atención recibida y lo establecido por la máxima dirección del país, dejan brecha en la inmediatez en la respuesta a los planteamientos de la población. Tanto en uno como en el otro, también falla la comunicación. Algo alentador sería lo que bien expresa Rosa María en su carta: “(…) al menos una explicación”.