Lo dice Ricardo Arjona en la letra de una de sus canciones: “El problema no es el daño…”. Lo ratifica en su carta Aldo Santana Labañino, residente en el reparto de 24 de Febrero, en la ciudad de Ciego de Ávila.
“Sucede que, en algún momento, cuando había muchos recursos, la Dirección de Cultura tuvo a bien construir una tarima en Calle I, entre Callejón de Maceo y Simón Reyes, de acera a acera y de espalda a la calle Simón Reyes, ocasionando un malestar permanente a los vecinos de los edificios a ambos lados de la Calle I.
“Primer problema: al estar construida de acera a acera, cuando llueve, la calle se torna un río y es imposible salir hasta que el caudal de agua acumulada se filtre hacia la cañada allí existente (téngase en cuenta que esta cañada ocupa una parte a lo largo de Simón Reyes desde F hasta J).
“Segundo problema: los vehículos, automotores, de tracción humana, y animal que transitan por I y Simón Reyes, al llegar a la tarima, tienen que hacerlo por parterres y aceras de los edificios, con el consabido peligro que ello representa para los peatones del barrio y el deterioro de las áreas verdes.
“Tercer problema: además de ser un área de juego de la muchachería del barrio, donde se hacen piruetas (…), de buenas a primeras aparecen cuatro personajes con una mesa y cuatro banquetas y se plantan a jugar dominó hasta bien entrada la madrugada, con las expresiones que un juego de este tipo provoca.” Este redactor diría: expresiones que la gente dice por carencia de educación y de respeto (y control) de normas elementales de convivencia, no porque el pasatiempo las tenga como suyas.
“Cuarto problema: como la tarima está en la encrucijada de Simón Reyes y Calle I, muchos hacen parada en ella para refrescar y despejarse, para acabar con la botella que traen o, sencillamente, a esperar a que les entre sueño.
“Mientras eso ocurre, hablan en voz alta, profieren palabras obscenas, ponen música de amor y/o desamor y algún que otro vulgar reguetón a todo volumen, sin tener en cuenta la (…) hora (…) en que lo hacen.
“También sucede que los jovenzuelos del barrio se dan cita allí, a tardías horas, para, con sus celulares, jugar encadenados mediante Bluetooth o qué sé yo qué otro programa y, con las emociones que los juegos provocan, escandalizan hasta los 2:00 o las 3:00 de la madrugada.
“En varias ocasiones se ha llamado al 106 y unas veces han venido, otras no, pero cuando los infractores los ven acercarse apagan el equipo y manifiestan que solo están conversando y, al rato de haberse ido los agentes del orden público, reanudan su pachanga. (…).
“Atención aparte merece la situación que presenta un microvertedero autorizado entre el borde de la cañada y las calles Simón Reyes e I. Allí todos los vecinos lanzan sus desechos sólidos, unos en jabas de nailon, sacos, cajas, y otros los vacían en el lugar sin ninguna protección, para que el viento, los animales y los ‘buzos’ los rieguen por toda el área.
“Si bien es cierto que Comunales efectúa la recogida, más o menos estable (…), solo se recoge lo que está dentro del área establecida, lo que se encuentra regado no lo recoge nadie. Incluso, inescrupulosos (…) dejan la basura en cualquier parte (…).”
El remitente sugiere que se ubique allí una cama Ampliroll para la recolección de basura. Este redactor, que, además, los Comités de Defensa de la Revolución involucren a la comunidad en la limpieza; que se evalúe la pertinencia de que la tarima siga allí, y que el Sector de la Policía Nacional Revolucionaria, de conjunto con las autoridades del Gobierno en el Consejo Popular, adopte una estrategia que tribute a la disciplina. Al menos, así está establecido. De no cumplirse, Arjona y Santana tendrían total razón: “El problema no es el daño, el problemas son las huellas…”