Porque hemos sufrido

Me dijo así aquel muchacho en respuesta a un comentario. Una fotografía en la red social Facebook lo mostraba en una fiesta rodeado de otros jóvenes desprotegidos. Quise responderle que no entendía su respuesta, miré la felicidad contenida en la foto y estuve a un paso de darle la razón, pero no pude.

Y es verdad que hemos sufrido: el más cruel de los encierros, la más insondable de las distancias, las pérdidas más irreparables. Hemos visto partir a los amados sin despedida, sin más que la promesa del reencuentro, hemos tenido que recomponernos y seguir dando gracias por estar todavía, por ver la salida del sol, por la oportunidad de volver a mirar más allá de las rendijas, mas no tenemos excusas para seguir exponiéndonos al mal.

Se abren las puertas del país por razones muy obvias, las escuelas, las casas. Se vuelve a las calles, al campo y las fábricas; se anuncia una normalidad que jamás será igual, nueva, diferente, que nos sigue obligando a mantener distancias, a estar sigilosos.

Entonces, ¿porque hemos sufrido mucho tenemos que exponernos, descubrir nuestros rostros, andar a tientas y que la diversión se vuelva contra nosotros? ¿Tenemos que olvidarnos de lo que pasó, de lo que vivimos hace apenas unos meses?

¿Porque hemos sufrido mucho tenemos que comportarnos de un modo que nos conducirá a un nuevo sufrimiento, allanar el camino por donde el mal venga sin tropiezos directo adonde estamos?

¿Porque hemos sufrido volveremos a hacerlo, nos estamos buscando un nuevo sufrimiento, al abrir nuestras puertas alguien nos obliga a hacer aquello que no es bueno?

No es lógico, no es justo, no puede haber excusa para pensar que ya todo pasó, estamos lejos de eso, porque no hay vacuna que impida que enfermemos, ni los que ya lo hicimos, porque no podemos perpetuar el mal, coquetear con él, creernos inmunes al virus, impenetrables a las lecciones que nos deja.

No aprender sería de tontos, y si hemos tenido que hacerlo de la peor manera, olvidar no es opción. No por un rato de alegría, por unas horas de contento, por un momento que puede ser efímero comparado con lo que ya pasó y pudiera volver.

“Porque hemos sufrido mucho”, respondió aquel muchacho, y no quise aguar su fiesta, su alegría; y hasta estuve a punto de coincidir con él, porque han sido brutales estos meses; sin embargo, no puedo, el peligro está aquí y, si pensamos como él, todavía este virus podrá aguarnos muchas fiestas.