Notas sueltas

Me sumerjo en las notas de Amanda, esas que deja como trazos de lo que es su vida, su búsqueda de la belleza y del bien que encuentra por donde quiera que mira.

Notas que enamoran, que te llevan al camino de las certezas que puede ser que no vislumbres, pero que están allí batallando, esperando ser encontradas.

Me sumerjo en sus notas y veo luz, encuentro el consuelo necesario en estos días adversos. Y entonces no puedo quedarme con ellas.

Libros

La familia Mumín, que no sabemos quién me lo regaló con la dedicatoria: “Para Amanda, cuando le crezcan las alas”, y que yo rayé con lapicero hasta que pude leérmelo, de un tirón y en voz alta para que mi hermano escuchara.

La Biblia para niños, que tanta curiosidad me provocó siempre.

El Principito, que me emocionó hasta no sé dónde. Y me hizo aprenderme aquello de “ni vanidosos, ni reyes, ni traficantes de oro valen más que una puesta de sol cuando está solo”, que sonaba tan lindo en la voz de Carlos Varela.

El Alicia en el país de las maravillas, y el A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, que me leí tarde y en la edición preciosa de Gente Nueva.

El Cien años de soledad, que Ramón me compró a 120.00 pesos en los libros raros y usados (en aquel momento los 120.00 pesos de un universitario valían mucho).

El libro de iluminación fotográfica del que acabo de leer un capítulo.

Los que me han amarrado al teléfono, los que leo y releo, los que nadie incluiría en un top 100 y son tan buenos, los que costaron semanas apretadas en la beca.

Yo soy lo que he leído, más que muchas otras cosas.

Hormiguita

Tía es licenciada, tiene 24 años, y se ha leído una pila de libros. Estudió Género y comunicación en la carrera. Escribió sobre el lenguaje sexista. Dice que es feminista. Escribe de esas cosas. Anda estudiando siempre.

La hormiguita es una niña de tres años. Casi cuatro, que aún no pronuncia bien las erres. Y dice “neno” en vez de teléfono. Y de vez en cuando quiere hacer pipi de pie, como los niños.

Tía le enseña palabras. Pero tía es tan tonta que ayer le ha dicho que “los niños no entran a la cocina porque se pueden quemar”. Y ella ha tenido que respirar muy hondo, contar hasta tres pasando por el seis, reunir mucha comprensión y decirle a tía, porque es obvio, que quizás las palabras que está buscando son “las niñas”.