En estos días, quizás como nunca antes, Mario Benedetti aparece en mi mente, me sumerge en el recuerdo de mis más sublimes lecturas, de mi coqueteo permanente con su poesía, esa en la que puedes encontrarte todo el tiempo, con la que llegas a identificarte de tal manera que no puedes dejar de preguntarte: ¿y esto por qué no lo puedo escribir yo?
En especial, vuelvo a uno de sus más conocidos poemas; verso a verso me martillea el pensamiento, me ensancha el espíritu. Ese que en muchos sitios del mundo sigue siendo una invitación contundente, el que miles de seres han abrazado y, que, convertido en himno, nos sacude de la modorra y nos saca de la hojarasca en que puede sumergimos el miedo y el desconsuelo; y nos devuelve el aliento perdido: No te rindas, aún estás a tiempo / de alcanzar y comenzar de nuevo.
En estos días el mundo celebró el Día Mundial de No Rendirse, como un llamado a mirar hacia el horizonte, a escudriñar muy adentro y encontrar, aunque sea, una chispa de la ilusión que nos habita; de reencontrarnos con la fuerza que tantas veces yace dormida esperando a que reaccionemos y que, después de respirar profundo, alcemos la vista y nos deleitemos en ese cielo gigante que nos mira.
Un aldabonazo para que despierten los anhelos perdidos, los proyectos postergados tantas veces, para recordarnos que bajar los brazos, caer, nunca será el velero que nos puede dejar en puerto seguro. No te rindas, que la vida es eso, / continuar el viaje, / perseguir tus sueños.
Se celebra este día como recordatorio de que las fuerzas con las que contamos los humanos pueden ser inabarcables; que los recursos espirituales que poseemos, pueden, y tienen, necesariamente, que ser explotados al máximo; que la resiliencia no es una palabra de moda, sino una actitud vital, una determinación que puede hacer la diferencia entre vivir con la mayor plenitud posible o sobrevivir en medio de los sinsabores de la vida.
Se celebra un solo día para invitar a que cada día del resto de la existencia se intente un paso más, se conquiste un espacio más, se enderece lo que la vida nos torció; se zurzan y remienden las heridas; se desbroce la maleza que nos hace difícil enfilar el camino.
Se celebra porque existen ejemplos abrumadores de muchos seres que no soportaron los rigores de su realidad; que partieron antes de tiempo o sobrellevaron sin esperanzas ni alegrías cada segundo de la vida como una carga muy pesada. Porque no encontraron el modo de levantar la mirada, erguir la cabeza; porque nadie les recordó que sí podrían comenzar otra vez, que todo era posible mientras estuvieran respirando y que, para el reencuentro con la felicidad y la armonía, nunca es tarde. No te rindas, por favor, no cedas. / Aunque el frío queme, /aunque el miedo muerda (...).
En estos días, mientras recordé algunos momentos en que estuve a punto de rendirme, en que volví a sufrir por seres que sé que ya se han rendido muchas veces y terminar un día representa un acto heroico para ellos; en estos días en que el mundo, en medio de verdades descorazonadoras, vuelve a tañer campanas de fuerza y de fe, Mario Benedetti me habló muchas veces, porque, después de sumergirte en su obra, de aceptar su invitación, no puede existir un aliciente más grande que estos versos que, como un bálsamo, te alivien el alma: (...) Aunque el sol se esconda y se calle el viento, / aún hay fuego en tu alma, / aún hay vida en tus sueños, / porque la vida es tuya y tuyo también el deseo. / Porque lo has querido / y porque yo te quiero.