¿Motivos de vergüenza?

Aquella era una fotografía hermosa, dejaba ver un molino marca Corona como el de mi infancia, que gracias a los buenos recuerdos permanece en el rinconcito de la casa de papá Gil, donde me escondía para darle vueltas a la manija, hasta que escuchaba al querido viejo pedirme que le diera suave para no romperlo.

Era una pieza impecable la de la foto, pensé que mostraba el objeto líder de algún museo o subasta y miré el letrero que lo acompañaba: “Si moliste en uno de estos, levanta la mano si no te da vergüenza”.

Desde entonces la pregunta ha emergido muchas veces desde la red social Facebook acompañando, lo mismo a un grupo de divertidos niños que se bañan en un río, una tendedera con ropas, sandalias que en una época causaron furor, batidoras, juguetes, lápices, gomas para borrar, que un jarrito de aluminio o vasos de cristal.

Siempre la interrogante me ha hecho presa del asombro, y por parecerme ilógica me he abstenido de comentar, porque no siempre se está de ánimos para debatir amigablemente en espacios como este o no deseas sumarte al coro del sinsentido.

Sin embargo, me niego a creer que de verdad quien idea estas publicaciones y quienes se suman, piensen que pueden encontrar entre sus seguidores a alguien que se avergüence por haber usado objetos como estos o por haberse sumergido en las aguas de un río.

Prefiero imaginar que se trata de un gancho más para posicionarse en las redes, o de una de esas publicaciones poco felices donde nada tienen que ver las imágenes con las palabras que la acompañan.

Pero nada en Facebook puede tomarse tan a la ligera o pensar ingenuamente en ello; porque como medio de gran alcance e impacto como es, tiene el poder de mover pensamientos, valores y sensibilidades, aun cuando algunos piensan todo lo contrario.

Y así leemos que alguien dice que usó aquellos zapatos porque su madre la obligaba o era pobre, cuando una recuerda que estuvieron muy de moda y ni siquiera todo aquel que deseaba pudo tenerlos. También alguien que no quiere acordarse de aquellas gomas para borrar, cuando realmente eran tan olorosas y suaves que muchos terminábamos mordiéndolas como si en ellas fuéramos a encontrar un bocado de una jugosa fresa o manzana.

Así sucede con muchas cosas que algunos olvidan cuánto valor tuvieron, cuán apegados estuvieron a ellas; objetos y costumbres que de un plumazo pasan a ser menospreciadas sólo porque algunos prefieren agradar a otros u olvidarse de un pasado que algunas veces incluso, fue más sano y feliz que el presente que viven.

¿Quién no tiene claro qué es aquello que puede convertirse en un motivo de vergüenza, de pena incluso para quienes nos aman y padecen por lo que no hacemos bien, por el rumbo que tomamos o por aquello que sin tener valor alguno lo convertimos en centro de nuestras vidas?

¿Quién puede coquetear con estas constantes agresiones a la mente y los sentimientos, sin que un día termine hablando de una vida que sólo existe en su mente, y negando la que verdaderamente vivió y que hasta entonces era motivo de orgullo?

No olvido que muchas cosas cambian su sentido a lo largo de la vida, y que en esa jerarquización constante que hacemos, otras cambian de lugar, mas de algo estoy segura, las más profundas y raigales permanecen allí, intactas, inmancillables; no se pasa del orgullo a la vergüenza en un momento, no cambiamos las grandes vivencias de la noche a la mañana y menos por agradar a alguien.

Aquella era una fotografía hermosa, tanto que me llevó en un instante a aquel rinconcito de la casa de uno de los viejos más entrañables de mi infancia; donde movía la manija del molino mientras el olor del café lo invadía todo y el ruido de los granos triturados se metía tan profundo en mis sentidos, que todavía permanece allí, inamovible.