Con la sencillez de un niño de diez años y la seriedad de alguien mayor, Tadeo me miró y dijo: “Mamá, explícame bien qué es la esperanza”.
Quise, para bromear, decirle que son los bichitos verdes esos que vemos a veces por las cortinas y a los que mamá les tira besos y pide deseos.
Quise decirle que es el nombre de una profesora de Gramática Española que nunca he olvidado y de una amiga de estudios.
Quise decirle que la palabra, en sí, significa larga espera.
Me quedé, ante la sencillez de mi niño, con ganas de salir corriendo; porque, cómo le explico sin ponerme las manos en el pecho, cerrar los ojos y decir que es algo que no se ve, es intangible y que, sin embargo, nos hace respirar profundo y nos deja a la espera de algo o de todo.
Lo tomé de la mano y fuimos al patio. Le mostré una maceta llena de tierra y le conté que la planta allí cada año se pierde, pero que dentro de la tierra quedan unas cebollitas que pueden hacerla nacer otra vez, y que por eso cada día riego la tierra para ver si vuelve a germinar; así puedo pasar hasta tres o cuatro meses.
Y yo, que creí que le daba una lección de paciencia y tesón a mi hijo, tuve que escucharlo preguntar otra vez: “Mamá, y ¿por qué mejor no siembras otra, una nueva?”. Me quedé como muchas veces nos quedamos las madres, sin saber qué decir.
Le pedí que me acompañara a la casa de mi amiga Daimí, quien, después de contarle, me regaló la preciosa planta de hojas grandes, verdes y violáceas que cada mañana me obsequia dos florecitas violetas. Y pensé en Yuliet Teresa y en su otro regalo, que se me antoja magnífico para los que dudamos a veces de dónde viene la esperanza, lo que puede ser para cada uno, no importa la edad que se tenga, ni el sitio del mundo donde nazcas. Porque puede ser una “larga espera” o un “¡no esperes, haz!”.
Yuliet me mostró que el brasileño Paulo Reglus Neves Freire, un pedagogo y filósofo brasileño, destacado defensor de la pedagogía crítica, que es conocido por su influyente trabajo Pedagogía del oprimido, el que generalmente se considera uno de los textos fundamentales del movimiento de pedagogía crítica; que es el padre de la Educación Popular e inspiración para educadores y educadoras políticas y comprometido con los pobres. De él me regaló este texto que hoy les ofrezco y que espero muy pronto poner en manos de mi hijo Tadeo, a quien parece que esta noción de la esperanza le inspira mucho más que la que yo le ofrecí aquel día:
Es preciso tener esperanza, pero tener esperanza del verbo esperanzar; porque hay gente que tiene esperanza del verbo esperar. Y la esperanza del verbo esperar no es esperanza, es espera. ¡Esperanzar es levantarse, esperanzar es perseguir algo, esperanzar es construir, esperanzar es no desistir!