Buen comienzo sería

Avanza enero con los aires imponentes de todo inicio. Todavía cuelgan muchos adornos de las festividades por la despedida del viejo calendario y hasta del paso de los Reyes Magos. Las luces de algunos árboles de Navidad, fuera de tiempo, se pueden ver aún alegrando las casas; y los deseos de que pases un año feliz se siguen recibiendo a cada paso, junto con los fuertes abrazos de quienes no te vieron en aquellos días.

Es así casi siempre, remedo perenne cada vez que la Tierra completa su vuelta y dejamos atrás 365 días que, dichos de un golpe, parece que pasaron volando.

Y, casi a la par, los chistes y memes de los anhelos que llenaron cuartillas, de deseos lanzados al universo, pensando que sin hacer nada regresarían hechos realidad; de metas que nunca fueron alcanzadas porque todos quedaron en la línea de arrancada, inamovibles.

A veces, parece aliviar que, al disponer de otro año acabado de nacer, no todo está perdido, que la sensación de eternidad se apodera de nosotros en cada nuevo comienzo; sin embargo, la eternidad no nos pertenece y el tiempo sí se termina.

Pareciera que, para muchos, es un misterio el hecho de por qué los deseos no se cumplen, por qué las listas de peticiones pasan intactas de un año a otro, por qué se sigue en el mismo punto como si los meses no se hicieran años, quinquenios y décadas..., pero no existe misterio alguno, no hay enigmas que develar en este sentido, la realidad es clara y la conocemos, aunque, muchas veces, no avancemos hacia lo deseado y sería verdaderamente el sentido de nuestra existencia.

Definir metas de nuevo año es un buen ejercicio siempre que uno lo haga desde el pleno conocimiento de las capacidades propias, de lo que nunca nos sería vedado porque podemos conseguirlo; de delinear objetivos posibles, alcanzables, que no signifiquen jamás renuncias definitivas o rupturas existenciales (a menos que uno se aleje de situaciones insanas o peligrosas).

Ellas siempre dependerán de educar la voluntad, que no debemos confundir con el voluntarismo, ese hacer por hacer, porque sí y ya.

Ese punto a alcanzar, como podemos ver, tiene que cubrir ciertas áreas en la vida de todos, ¿qué tal si proponemos disminuir el sedentarismo y así incluir dentro de nuestra vida un poco más de movimiento saludable que beneficie nuestro físico?

¿Y si aprendemos un idioma, entrenamos una nueva habilidad, consolidamos un conocimiento que anda por ahí estancado?, porque el intelecto necesita constantes incursiones en los libros, aulas, y la búsqueda perenne de nuevas competencias.

¿Por qué no comenzar un año decididos a mimar nuestra salud mental; por qué no aprender a decir no, a ser más reflexivos; pedir ayuda cuando lo necesitamos, si sabemos que solos no podemos seguir adelante?

Fundar una familia desde el amor más puro, hacer un hogar donde el bienestar sea proporcional con el cariño, la comprensión y cuidado de todos los que lo habiten. Crear un jardín, acomodar un pequeño espacio para el juego de los niños, un rincón para conversar, leer, tomar un café o una infusión de hojas con los amigos.

Aprender a bailar, escribir pequeñas notas, coser, inventar adornos, hacer de lo viejo y gastado algo luminoso, que embellezca.

Deberíamos buscar todas las listas olvidadas de años anteriores, llenas de anhelos no cumplidos, de deseos a los que el universo no les guiñó un ojo; sentarnos y, desde la reflexión más profunda, desde el conocimiento más exacto de nosotros mismos y nuestras circunstancias, reacomodarlas todas, poner nuestra mirada en la línea de meta, escuchar desde muy adentro la voz de ¡arrancada! y comenzar en serio.