Biografía de un maestro

Lo encontré en Facebook y lloré de la emoción. Un maestro publicó casi 30 fotos tomadas junto a sus alumnos de varias generaciones. Reconocer a un par de rostros en las instantáneas me hizo investigar hasta saber quién era Julio Rodríguez Pardo.

Supe que ya no ejerce el magisterio, pero eso no es, por mucho, lo más importante. Se me abarrotó la mente de ideas. Pensaba en la belleza de ese gesto. En el tesoro guardado por Julito, el maestro, como aún le llaman sus exalumnos y la mayoría de las personas que le conocen en su natal Ceballos.

En el texto de su post decía: “Para mis viejos alumnos que ahora están regados por el mundo y tanto me han pedido estas fotos. Ahora a través de Facebook puedo compartirlas con ustedes. Son recuerdos de las décadas del 80 y el 90”. Y me preguntaba: ¿Cuánto pudo aportarles a sus alumnos este hombre que tantos años después le recuerdan? ¿Qué huella tan inmensa se han dejado de ambas partes para que él conserve las fotos y ellos quieran atesorarlas?

Miré las fotos varias veces, detenidamente, una por una. Qué grato verlos con los uniformes de antaño. Sus pañoletas anudadas y sus boinas y distintivos. Descubrir las caras de algunos conocidos por mí y por muchos avileños por su desempeño profesional: Gertrudis Ramírez, Magdalena Noa, Alexey Fajardo, Sandra Gutiérrez. Rostros infantiles, pero invariables.

Por algunos de ellos supe la descripción de muchas de aquellas imágenes: “Eso fue una obra de teatro que montó el profe Julito”. “En esa otra aparecen los 10 mejores alumnos del período. Había una emulación lindísima”. “Qué triste, dos de los que aparecen en esa foto fallecieron muy jóvenes”. “Ese era el coro hablado La Victoria que hizo el propio Julito y que era una verdadera clase de Historia de Cuba”. Y así, recuerdo tras recuerdo, concluí que sí, que fue mucho lo que este maestro ofreció no solo al saber, sino, también, a la espiritualidad de sus muchachos.

Y es que así debe ser, y no voy a hablar de mis profes. Sabio es aquel que enseña como quien juega a algo muy serio a la vez, porque se trata de futuro. Cuánto amor merecen quienes trabajan ocho horas frente a un aula y luego, al llegar a casa, dedican otras tantas a preparar sus clases, sus medios de enseñanza, y se reinventan cada día para que sus alumnos venzan objetivos docentes; y para que aprendan que la vida es mucho mejor si la mente está habitada por conocimientos.

Lo encontré en Facebook y me conmovió hasta las lágrimas y, amante de las frases como soy, desde la profesora de Español que habita en mí y habla tan alto como la periodista, quiero dar gracias a Julito, el maestro, por compartir en la red social sus memorias, y refrescar las de tantos. A él y a muchos como él, regalo esta certeza del escritor, docente y periodista argentino Domingo Faustino Sarmiento: “Los discípulos son la biografía del maestro”.