Zapatillas de ballet y cosas imposibles con los pies

Ayer domingo, luego de sortear los avatares de las arbovirosis de turno, disfrutaba de un rato de ocio sentada en el portal, cuando apareció el ya conocido amigo Cundo, lo cual me alegró mucho —estaba lo que se dice “perdido”—, pues hacía bastante que no venía a tomar un cafecito.

Me contó acerca de sus peripecias por la Capital de todos los cubanos y que tuvo la posibilidad de disfrutar de una bella función del Ballet Nacional de Cuba, que dirige la primerísima ballerina Viengsay Valdés, que precisamente cumple años un día como hoy —de eso me enteré más tarde—, tema sobre el cual versó gran parte de la conversación.

Justo como es característico en el amigo Cundo, presto a marcharse me preguntó: “¿Sabes quién, a nivel mundial, fue la impulsora de las zapatillas de ballet?”.

“¡Tienes una puntería! —le respondí—. No tengo el privilegio de conocer quién puede haber sido”. Soltó una estertórea carcajada y me dijo: “Te cogí fuera de base” y salió riéndose de la cara que puse.

Picada en mi orgullo, no descansé hasta fisgonear entre los libros, folletos, revistas y otros materiales de mi viejo y destartalado librero y, no conforme con lo encontrado, realicé la búsqueda en la Gran Red de Redes. Me sentí aliviada cuando encontré que fue Marie Taglioni (1804-1884), quien, poco a poco, consiguió cosas imposibles con sus pies; aquí les cuento.

Nacida en Estocolmo, Suecia, a temprana edad se mudó con su familia a Viena. Su padre fue bailarín y coreógrafo, y su progenitora, hija de un cantante y actor dramático; el arte corría por sus venas.

“Hijo de gato, caza ratones”, reza el viejo refrán y Marie estudió ballet con su padre. Bailó en Munich y Stuttgart antes de hacer su debut con la Ópera de París, en una variante de la ópera Le Sicilien.

En la Ópera de París, después de trabajar durante 10 años, renunció; algunas fuentes refieren que la llegada de Fanny Elssler a esa institución creó rivalidad por la posición. Comenzó a trabajar entonces con su padre, quien pasó a ser nada más y nada menos que su principal maestro y coreógrafo de ballet.

Sepan las amigas y amigos internautas que la era del romanticismo dentro del ballet se inicia con una obra que su padre creó para ella: La Sylphide, presentada en la Ópera de París; también para ella Eugene Lami creó la vestimenta que actualmente se conoce como tutú, vestido por la mayoría de bailarinas de ballet clásico.

Para ese ballet, llevaba un corpiño ceñido al cuerpo que dejaba al descubierto el cuello y los hombros, y una falda con forma de campana, ese vestuario puso fin a las medias a media pierna y rosa. Posteriormente, en ballets como Giselle y Les Sylphides, se reprodujo ese estilo.

Muchos historiadores refieren que “en sus coreografías siempre bailaba de forma escurridiza, a partir de su traje blanco que fluye de la manera en la que un delicado equilibrio en sus dedos y revoloteaba por el escenario, siempre fuera del alcance del héroe”. A esta imagen contribuían sus posturas y los sujetadores, que han llegado a ser un ejemplo en el ballet romántico.

Otros especialistas creen ahora que estos movimientos y poses fueron creados, en un principio, por su padre, para compensar una deformidad en la espalda, que podría haber sido cualquier cosa, desde una joroba o una curvatura severa de la columna.

Sin embargo, amables internautas, no se sabe a ciencia cierta si tenía o no una discapacidad, pero lo que sí es conocido es que mantuvo un estilo etéreo: brazos sobre la cabeza curvada, que enmarcaba su rostro, la postura del cuerpo hacia delante con las piernas en la cuarta posición en la punta, y los hombros ligeramente inclinados en effacé, el dedo índice bajo la barbilla.

Se casó Marie con Compte Gilbert de Voisins, con quien después tuvo una hija, pero un año después se separaron y ella continuó brillando sobre los escenarios, en los que se le conoció no solo por su gracia legendaria en el ballet.

Fue primera bailarina de la Academie Royale de Musique de París, bailó en el mundialmente conocido y aclamado Ballet Bolshoi y fue pionera en el también famoso Gran Pas de Quatre.

Se convirtió en la primera bailarina en desafiar la gravedad al hacer el pointework, con su técnica, peso y capacidad extraordinaria para el equilibrio sobre los dedos del pie, una novedad en el siglo XIX y que es ahora una parte integral de formación de ballet y un componente definitivo de las coreografías clásicas.

Les recomiendo que guarden este relevante y curioso dato: Marie creó un delicado nuevo estilo de ballet, que se caracteriza por saltos flotantes y posturas balanceadas como el arabesque, que tipificó la cualidad romántica de principios del siglo XIX y su arte, sobre todo en el papel en Les Sylphides, cambió para siempre la forma del arte del ballet.

A ella le debemos la gracia con la que se baila en la actualidad con saltos elegantes que simulan flotar entre nubes. Realizó una gira por toda Europa, y Filippo y su hija aceptaron contratos anuales en el Teatro Imperial Ruso en San Petersburgo en 1837, donde colaboró en una serie de ballets, que se estrenaron en Londres en el Teatro de Su Majestad después de su creación en el Maryinsky en Rusia.

Se retiró después de ¡26 años! de carrera; su retiro fue de corta duración, pues, debido a la mala gestión de sus fondos, se vio obligada a regresar a París.

A ella se le acredita la inauguración del sistema de exámenes en la Ópera de París, al convertirse en Inspectrice de la Danse. Una vuelta al sol después coreografió Le Papillon para su protegida, Emma Livry, quien falleciera de forma trágica, al incendiarse su traje, cuando rozó la iluminación de gas de la etapa.

Sepan los amables lectores que me produjo un gran placer conocer sobre la vida de esta brillante bailarina, quien falleció a los 80 años, dejando un gran vacío en los corazones de la gente que le rindieron tributo entregando sus “puntas” de ballet, lo cual se convirtió, año tras año, en una tradición que se repite en su tumba, así como zumba y suena.

Curiosidades

• El estrés puede ser el punto de partida de algunas de las enfermedades comunes en el hámster. Como te lo cuento, y es que, dada su talla, es un animal que se mantiene constantemente en alerta ante la posibilidad de que un depredador le ataque, es sumamente sensible a los cambios del entorno y con una tendencia natural al ¡nerviosismo!

• En el arte se pueden esconder cosas que son condenables a simple vista, porque, como sentenciara el pintor italiano del Renacimiento Tiziano Vecellio di Gregorio, conocido tradicionalmente como Tiziano (¿-1576): “El arte es más fuerte que la naturaleza”.

• Durante la vida, un humano producirá suficiente saliva para llenar nada más y nada menos que ¡dos! piscinas. La saliva es más importante de lo que se imaginan, si ella no puede disolver algo, no puedes probarlo.

• “La única historia de amor que jamás tuve fue la música”, bella sentencia rubricada por el compositor francés Maurice Ravel (1875-1937)

• Los conejos, algunas veces comen sus propios ¡excrementos!. Tienden a comerlos por la mañana temprano, o por la noche, porque están llenos de nutrientes. ¡Desagradable, pero inteligente!