No es un secreto que nosotros, los humanos, hemos querido establecer marcas, luego superarlas. Lo mismo puede ser velocidad, de natación, de darles golpes con la cabeza o distintas partes del cuerpo; o en carros especiales que corren a altas velocidades; o en batear más jonrones, o sea, superar todo aquello que pueda ser medible, por el simple —al parecer— hecho de ser mejores en diferentes disciplinas.
El personaje de esta historia que hoy pongo a la consideración de las amigas y los amigos de la Gran Red de Redes, se aficionó, por decirlo de algún modo, a dar paseos en globos aerostáticos.
Casi que puedo asegurar que ya saben de quien se trata, pues alguna que otra vez pueden haber escuchado a alguien hablar de quien de manera subrepticia ha hecho mutis por el foro, o sea, que salió de escena: “¡Voló como Matías Pérez!”, para subrayar que no dejó rastro alguno.
Muchos querrán conocer quién fue Matías Pérez, de dónde salió. Y no se trata de descubrir la pólvora o el agua tibia. Por eso traigo a este espacio el recuerdo de este “globonauta”, para complacer varias sugerencias de lectores de este espacio digital, para, como dice el experto conductor del popular espacio de la televisión cubana, saquen ustedes sus propias conclusiones, de lo que sucedió a quien, como reza la gustada canción: se fue para no volver. Veamos.
Se sabe que el susodicho pichón de piloto o de cosmonauta, tenía como profesión la de fabricar toldos, radicados en la capital de todos los cubanos desde la medianía de la centuria decimonona; que, como les señalé en la introducción, abrazaba el sueño de “volar” en aquellos aparatos en los que el dislocado aeronauta apellidado Godard, a bordo de los globos llamados La Villa de París y América, en las tardes habaneras, asombraba a los capitalinos que observaban aquel espectáculo.
Matías era dueño de un excelente don de gente buena, pronto se ganó la amistad de Godard. Se dice que fue tanto el entusiasmo que estuvo a punto de perder la toldería, debido a que la desatendía para convertirse en el auxiliar del globonauta, quien parece ser que se aburrió de aquellos vuelos y regresó a su país. Pero antes, Matías Pérez adquirió los dos aerostatos. Y sepan, queridos internautas, que fue el mismísimo gobernador y capitán general de la Isla de Cuba, José Gutiérrez de la Concha, el que le firmó el autorizo para llevar a cabo sus ascensiones.
Se sabe que “voló” por vez primera el 12 de junio de 1896, a la que se sucedieron otras y otras, claro, unas con éxito y algunas con aterrizajes forzosos.
Pero al buen Matías lo dominaba el ansia de convertirse en domador de alturas y cielos. Día aciago aquel 29 de julio de 1896. A su orden, el Villa de París subió raudo, pero el viento lo llevaba hacia el mar; a la par, el aerostato perdía altura, Matías soltó lastre y el vistoso aparato se elevó y se elevó y… Matías Pérez se perdió…, no se le vio más nunca.
Y desde entonces, la popular sentencia de “¡Voló, como Matías Pérez!” ha dado y continuará dándole la vuelta a nuestro vapuleado planeta, en la que mi humilde criterio es que casi sin quererlo y sin que nadie lo pregonara, se ha convertido en un homenaje al valiente y, por qué no, casi puede afirmarse que la repetirán nietos, abuelos y tatarabuelos ¡Voló como Matías Pérez! ¿Habrá descubierto otros mundos?
Curiosidades
• Salvador Cisneros Betancourt fue dos veces presidente de Cuba, durante la República en Armas. Tales ascensos al alto cargo sucedieron de 1873 a 1875 y de 1895 a 1897. Y si de curiosidades presidenciales se trata, sepan que, Manuel Márquez Sterling fue el que menos tiempo ocupó la alta función: solamente seis horas: Tal hecho acaeció en 1934, entre las 6:00 de la mañana y las 12:00 del mediodía.
• Un alga puede ser tres veces más nutritiva que un filete, según aseveran los especialistas. Sitúan como ejemplo la espirulina azul —una variedad que crece en aguas profundas y ricas en bicarbonato—, que contiene de un 60 a un 68 porciento de proteínas más que el trigo y el triple de las que pueden encontrarse en la carne de buey.
• Paleólogo es el apellido del último emperador romano y, naturalmente, de su dinastía. Y si ve la tal palabreja escrita con minúsculas, quiere decir que conoce los idiomas antiguos.
• “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es el hambre espiritual”, contundente sentencia del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno (1864-1936)
• El secreto de la hipoterapia es que el paciente, cuando monta un equino, está pendiente del animal y se olvida de su realidad personal, le hace sentirse útil sin cuestionarle, aceptándole tal como es.