“No soy un compositor culto, sino uno experimentado”, escribió quien, si solo hubiera compuesto La Traviata, Rigoletto y Aida, sería uno de los compositores de ópera más felices y orgullosos, ya que esas tres famosísimas óperas figuran entre las más representadas del mundo.
Las amigas y los amigos de la Gran Red aficionados al género operístico ya deben haber reconocido al autor que me he referido. Claro, no es otro que Giuseppe Fortunino Francisco Verdi, más conocido artísticamente como Giuseppe Verdi (1813-1901), italiano de pura cepa.
Debo añadirles, para general conocimiento, que, según la crítica especializada, “se convirtió muy pronto en uno de los compositores más populares del siglo XIX”. Otra valoración de este genial compositor precisa que fue “uno de los más grandes compositores de la ópera italiana”. Siempre tuvo el acierto de lograr captar la atención de sus seguidores de principio a fin. De su autoría es esta otra contundente sentencia: “El público puede tolerarlo todo, salvo el aburrimiento”.
De padres campesinos y, para colmo, iletrados, Verdi tuvo la suerte, en sus inicios, de hallar apoyo en un mecenas: Antonio Barezzi, quien mucho apreciaba la localía de la música. Incluso su primera presentación la realizó en la morada de quien le apoyaría por bastante tiempo.
Se conoce que Giuseppe fue profesor de música de la hijita de Barezzi, Margarita, con quien, andando el tiempo, contrajo nupcias. De esta relación nacieron sus hijos Virginia e Icilio. La nota triste es que los dos vástagos fallecieron en la infancia y más tarde la mujer.
Como parte de su formación académica, recibió estudios de composición, además de ser asiduo a las representaciones operísticas y a una variada gama de conciertos, entre estos los de música italiana.
No le fue fácil la vida al joven Verdi. En 1832, en el conservatorio de Milán, fue rechazado, según el dictamen, por su juventud y porque “sus ejercicios no mostraban especiales actitudes para la música”. ¡Vaya usted a ver! No obstante, retornó al terruño natal y se le vio como director de la Sociedad Filarmónica. Con 25 años regresa a Milán y estrena su primera ópera en La Scala, titulada Oberto, conde de San Bonifacio. No tuvo éxito la susodicha pieza, al igual que una ópera cómica. Decide abandonar la composición. Pero —siempre hay un pero— el propio director de La Scala lo convenció, cargó las pilas y produjo, en 1842, Nabucco. Les digo que impresionó al público.
Sepan, brevemente, porque el espacio se me agota, que en lo adelante nuestro amigo Verdi rubricó otras 11 óperas, de las cuales, según la fuente, solo dos se mantienen en repertorio: Macbeth y Luisa Miller. Se conoce que la consagración de Verdi le llegó con Rigoletto, El trovador y La Traviata, esta última basada en La Dama de las Camelias. Este trío de obras se cuenta entre los más populares de todos los tiempos.
Otras óperas de su autoría son Las vísperas sicilianas, Simone Bocanegra, La fuerza del destino, Don Carlo, y Aida, encargo del virrey egipcio para la inauguración del canal de Suez.
Conozcan, además, que no solo compuso óperas, sino también un requiém; la cantata Himno de las naciones, un cuarteto para cuerdas y un te deum.
Les narro varios detalles. Por ejemplo, con 70 años compuso Otelo, fue Senador del Reino de Italia y también Diputado. En segundas nupcias se casó con la soprano Josefina Strepponi.
En el funeral por su fallecimiento, acaecido el 27 de enero de 1901, Arturo Toscanini, famoso director, dirigió las orquestas y coros combinados compuestos por músicos y cantores procedentes de toda Italia. Hasta la fecha, la mayor asistencia pública de cualquier evento en la historia de ese país.
Su cuerpo fue trasladado al cementerio monumental de Milán a la cripta de una casa de reposo para músicos jubilados que lleva el nombre “Casa Verdi”, a la que dejó toda su fortuna.
Curiosidades
• Por estos tiempos de excesiva canícula y de no pocas lluvias, y también en lugares cenagosos, abunda, por así decirlo, una especie de insecto volador llamado guasasa. Sepa, entonces que Guasasa es el nombre que lleva una comunidad localizada en la costa sur-oriental de la Ciénaga de Zapata. Y que, además, la tal palabra es de origen taíno.
• La acción del calor separa las moléculas del agua, y se produce lo que conocemos como vapor. Contrariamente, la acción del frío contrae esas moléculas y entonces se está en presencia del hielo.
• Sepan, amigos internautas que gustan de estas pequeñas cápsulas del saber, que el primer gran pintor del siglo XIX lo fue el español Francisco de Goya, quien ejerció gran influencia entre los pintores franceses románticos, realistas e impresionistas. Goya vivió entre los años 1746 y 1828.
• “Paso a los que no tienen miedo a la luz; claridad para los que tiemblan con sus rayos”, enjundiosa y aguda sentencia rubricada por el Apóstol de Cuba, nuestro José Martí Pérez (1853-1895), poeta, escritor, periodista, diplomático, ensayista, político y revolucionario.
• El cuerpo de nosotros, los humanos, posee más de 600 músculos. Y, de ese total, aproximadamente la mitad es la que nos sostiene; y agregue a su acervo que gracias al auxilio de 170 de ellos es que podemos sonreír.