“Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace”, rica sentencia perteneciente al escritor, editor, fotógrafo y publicista mexicano Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (1917-1986), más conocido nacional e internacionalmente como Juan Rulfo.
Tercero de una prole de cinco vástagos, Rulfo cursó la educación primaria, vivió en el campo en su infancia y pasó un tiempo en un orfanato de Guadalajara. Más adelante intentó superarse de esa bella urbe, lo que no consiguió, al estar ese centro en una huelga. Viaja a la capital y allí se le vio como oyente en un colegio llamado San Idelfonso.
Precisan estudiosos de la vida y obra de Juan Rulfo, catalogado como uno de los escritores más leídos de México, que desde los 17 años fue picado por el bichito de la escritura y que comenzó a emborronar cuartillas como colaborador de la Revista América.
Se conoce que realizó un periplo por varios puntos geográficos de su país, como parte de una Comisión de la Secretaría de Gobernación, situación que aprovechó para dar vuelo a su pasión tanto por la cultura como la antropología de su tierra. Por esta época el incipiente escribidor publicó algunos cuentos más destacados en publicaciones literarias.
A los 21 años inició la escritura de su primera novela, titulada Los hijos del desaliento y cuatro años más tarde ven la luz pública dos cuentos suyos que después integrarían parte de su novela El llano en llamas, junto a otras narraciones que fue publicando en distintas revistas.
Rulfo integró más adelante la nómina como agente viajero de la compañía Goodrich Euzkadi, en la que inició una notable labor como fotógrafo, especialidad en la que publicó varios textos. En esa entidad laboró, además, en el Departamento de Publicidad, y colaboró, en el rol de editor, en el Instituto Nacional Indigenista de la ciudad de México.
Sepan, amigas y amigos internautas, que dos capítulos de su otra novela, Pedro Páramo, siguiendo su línea de trabajo, fueron publicados en revistas, y que a renglón seguido apareció el citado libro, traducido al alemán en 1958, aunque luego se editó en varios idiomas: inglés, sueco, polaco, italiano, noruego y finlandés. Rulfo fue también el autor de algún que otro guión, según consignan varias investigaciones.
Juan Rulfo recibió numerosos reconocimientos, entre estos, el premio Xavier Villaurrutia, por Pedro Páramo; el Premio Nacional de Literatura (1970) en México; y fue elegido en 1976 miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, mientras que en 1983 recibió el Premio Príncipe de Asturias en España. Por si fuera poco, en 1985 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de México.
Agreguen a su acervo los siguientes datos: Por considerarla muy mala, Juan Rulfo destruyó la primera novela, que trataba sobre la Ciudad de México. Sin embargo, por sus obras maestras tituladas: El llano en llamas y Pedro Páramo fue considerado “como uno de los grandes autores de la literatura universal”.
Otros textos suyos son El hijo del desaliento (novela), el cuento La vida no es muy seria en sus cosas y El gallo de oro.
Curiosidades
• Autor del Tratado de las sensaciones y de una célebre Teoría del lenguaje lo fue el filósofo francés Esteban Bonnot de Candillac (1715-1780). Este personaje fue el jefe de la llamada Escuela Sensualista, quien no admitía más que una fuente de conocimiento: la sensación; de la cual se derivan, según él, la transformación, la atención, la reflexión, el juicio y el raciocinio.
• El porcentaje de nacimientos múltiples, respecto al total de alumbramientos en el mundo, es de 2,6, según afirman los especialistas en la materia.
• Una curiosidad del idioma: Si usted es buena observadora o buen observador, de seguro podrá haber notado que la palabra estuve contienen cuatro letras consecutivas en orden alfabético. Son ellas la S, la T, la U y la V.
• No lo olvide, amiga o amigo internauta que lee estas líneas, cuando usted afirma rotundamente que algo resulta horrible, se está refiriendo a objetos animados, pero si emplea el vocablo horroroso, de seguro alude a objetos inanimados, de lo que depende el orden de la naturaleza.
• Los camellos pueden pasar hasta decena de días sin tomar agua. Pero si disponen del vital líquido, entonces son capaces de beber, de una sola vez, 100 litros.