Nijinsky: virtuosismo, profundidad e intensidad 

“Creo que la mayoría de los bailarines estarían de acuerdo en que el arte del ballet elige al bailarín, y no al revés”, dijo el bailarín, coreógrafo y director de ballet estadounidense Kevin Mckenzie y al parecer es cierto, así lo demostró una de las figuras más revolucionarias en el mundo de la danza y quizá, el mejor bailarín del siglo XX, Vaslav Fomich Nijinsky (1890-1950).

Nacido en una familia de bailarines —su progenitor perteneció a la cuarta generación de bailarines polacos—. También había conocido cierta fama en su juventud, gracias a su virtuosismo y a sus enormes saltos. Su madre, hija de un acaudalado terrateniente, ambos propietarios de una compañía de danza con la que habían recorrido Rusia en sus giras. 

Sepan las amigas y amigos de la Gran Red de Redes que Vaslav pasó su niñez, bailando junto a sus hermanos Stanislav y Bronislava en la compañía familiar. Los tres hermanos fueron inscritos en la Escuela Imperial de San Petersburgo, ello les posibilitaría, salir de miseria a la que la pérdida de la fortuna del abuelo —en el juego—, los había llevado.

Estaba considerado un niño superdotado para la danza —con solo nueve años—, estudió bajo la dirección de Nicolai Legat y sus progresos fueron tales, que cuando cumplió dieciséis, sus maestros le instaron a graduarse en ese momento, sin embargo, él declinó el ofrecimiento, pues prefirió completar el período normal de aprendizaje. 

Con el ballet La Source, junto a la bailarina rusa Julia Sedova, debutó en el Teatro Mariinsky, luego bailó un pas de deux con la ya célebre Liudmila Scholar, su maestría era tal que, Kchessinskaia, quien era la bailarina favorita del zar lo eligió como pareja especial.

De meteórica se puede caracterizar su carrera en el Teatro Imperial, con interpretaciones memorables en los ballets Eunice, Le Pavillon d'Armide y Noches Egipcias, todos coreografiados por Mikhail Fokine.  

Conozcan los amables internautas que corría el año 1909 cuando fue contratado en calidad de bailarín principal y coreógrafo para la presentación de la nueva compañía, bajo la dirección de su productor Serguéi Diáguilev.

Sería el primero en representar los papeles principales en El espectro de la rosa, Schéhérezade y Las sílfides. Una de las pocas las coreografías hechas por él fue La siesta de un fauno, con música de Debussy. 

Luego llegarían Narciso, El lago de los cisnes y el estreno mundial del ballet Petrushka, junto a Tamara Karsavina y Anna Pavlova y musicalizado por el genial Stravinsky, quien revolucionó la utilización del complejo mundo sonoro y rítmico con La consagración de la primavera, en la que Vaslav Fomich Nijinsky —como coreógrafo—, estuvo asistido por Marie Rambert.

Sepan los amables lectores que varios fueron los comentarios y protestas suscitados en contra de la supuesta obscenidad y la áspera temática, en el que una doncella debe sacrificarse bailando hasta morir de extenuación. 

Creó para el Ballet ruso Jeux y Till Eulenspiegel, otra obra de atrevida composición y originalidad, esta vez con música de Richard Strauss, cuyo estreno ocurrió, nada más y nada menos que en el Manhattan Oprera House de Nueva York.

Dicen los entendidos en la vida y obra de este genial bailarín y coreógrafo que surgieron, sin embargo, problemas que provocaron el rompimiento entre Vaslav y Diáguílev, debido a la estrecha relación personal y sexual que mantenían y que había derivado en continuos enfrentamientos. 

Retornó a Londres y montó una pequeña compañía y aunque trabajó sin descanso dando clases de danza en su propia escuela, no hizo fortuna. En Austria, hacia donde se dirigió poco después, lo sorprendió la Primera Guerra Mundial. Como era ruso, lo recluyeron en Budapest y posteriormente en Viena, hasta ser canjeado por un crítico de arte, prisionero en Rusia.

Se incorporó nuevamente a la compañía de Diághílev, que salía, entonces de gira por Sudamérica y Estados Unidos. Su última actuación la realizó en un hotel de St. Moritz, ante antiguos compañeros y admiradores, con un éxito impresionante.

Mientras, el confinamiento sufrido durante la guerra había agudizado sus trastornos mentales, lo que se demostró con la presentación de una danza trágica que mostraba los horrores y sufrimientos de la guerra. Atrapado por la esquizofrenia, abandonó su carrera y pasó el resto de su vida en hospitales psiquiátricos y asilos, hasta su muerte. 

Agreguen a su acervo que Nijinsky creó movimientos revolucionarios en sus espectáculos, alejándose de los movimientos fluidos tradicionales del ballet entonces dominante y fue uno de los más dotados bailarines en la historia, cuyo virtuosismo, profundidad e intensidad de sus caracterizaciones lo hizo célebre.

 Curiosidades

• Seguro cuando cortan una cebolla, los ojos se humedecen, parece que lloran y es que, en la cebolla, existen compuestos contenedores de azufre, cuando la cortamos estas células se rompen y se transforman en moléculas sulfuradas más volátiles, que reaccionan a la humedad de tus ojos dando una sensación de quemazón. Al detectar la irritación, las terminaciones nerviosas del ojo reaccionan produciendo más agua, para protejerlo. ¡Sensacional!

• “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”, sabia e importante sentencia rubricada por el poeta y ensayista alemán Christian Johann Heinrich Heine (1797-1856). 

• Conozcan los amables lectores que las moléculas más grandes son microscópicas. Las cadenas de ADN son tan pequeñas que ¡cinco millones! de ellas cabrían en el ojo de una aguja. Así como zumba y suena.

• Un auténtico espectáculo de la naturaleza, único, se puede ver en Piamonte, Italia, allí el Bialbero del Malvasia di Casorzo o Árbol Doble de Casorzo, —un cerezo— crece sobre una morera. Los dos árboles están completamente integrados y sus raíces se encuentran entrelazadas.

Idem, que significa “Mismo” o “el mismo”, se utiliza como pronombre o adverbio con el objetivo de evitar la repetición de una palabra en un texto escrito.