Una de estas calurosas mañanas, al salir de casa, Cundo —sí, ese que ya conocemos— de repente se paró frente a mi, nos saludamos y caminamos juntos, conversando sobre la salud de nuestro amigo HEPA y, como es característico en él, ya traía un as bajo la manga.
A punto de separarnos, me espetó: “Ya estamos casi a las puertas de los Juegos Olímpicos de París 2024, ¿por qué no hablas de alguien que haya hecho alguna hazaña en el deporte olímpico y… más allá?”; y se perdió por los vericuetos de una calle avileña.
La sugerencia picó mi curiosidad, confieso que me encanta disfrutar del deporte y más de las actuaciones de los deportistas cubanos —sobre todo, si son ganadores—; así que, más temprano que tarde y, gracias a Google, obtuve un breve esbozo biográfico de Meredith Charles Gourdine, Flash (1929-1998), medallista de plata en los Juegos Olímpicos de 1952, quien fuera, además, un ingeniero y físico de renombre mundial.
Sepan, amigas y amigos de la Gran Red de Redes, que Gourdine nació en Nueva Jersey, pero se crio en Brooklyn, Nueva York, donde su padre era pintor y conserje y él, después de la escuela, trabajaba ocho horas al día pintando con su padre.
Amante de las actividades físicas, Gourdine fue nadador en la secundaria y en el último año se unió al equipo de atletismo. Allí nunca ganó una carrera, pero sí obtuvo una oferta de beca de natación de la Universidad de Michigan.
Sin embargo, no encaminó sus pasos hacía allí, sino a la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York. Obtuvo una ingeniería y se ganó el apodo de Flash al competir en sprints, vallas bajas y salto de longitud. En los campeonatos de la Asociación Intercolegial de Atletas Amateur de América obtuvo cuatro títulos y cinco más en los Juegos Heptagonales.
Pero, sepan, amigos internautas, que serían los Juegos Olímpicos de 1952 en Helsinki, Finlandia, los que lo llenarían de gloria y… dolor, así como zumba y suena. Resulta que terminó segundo en salto de longitud, una pulgada y media detrás de Jerome Biffle, quien ganó la medalla de oro con 24 pies y 10 pulgadas. “Hubiera preferido perder por un pie, todavía tengo pesadillas al respecto”, diría años después.
De otra fuente consultada extraigo que, después de graduarse de Cornell, pasados los Juegos Olímpicos, Gourdine se convirtió en oficial de la Marina de los Estados Unidos y más tarde se dedicó a la investigación en el sector privado. Consiguió un trabajo en el personal técnico de Ramo-Woolridge Corporation, en 1957, y luego se convirtió en científico investigador senior en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de Caltech.
Para no agotar a los amigos internautas, les diré que en 1960, con una beca Guggenheim, alcanzó un doctorado en Ciencias de la Ingeniería en el Instituto de Tecnología de California, y en su amplio currículum consta haber sido director de laboratorio de Plasmodyne Corporation y científico jefe de Curtiss-Wright Corporation, y en 1964, formó parte del panel presidencial sobre energía.
Conozcan que después de años trabajando en laboratorios de otras personas, reunió 200 000 dólares de amigos y abrió su propio laboratorio, Gourdine Systems, en Nueva Jersey, empresa que creció hasta emplear a 150 personas.
Gourdine, más conocido por su trabajo en tecnología de gestión térmica que por su salto de longitud de 24 pies, fundó Energy Innovations en Houston; fue uno de los primeros y de los más respetados científicos en electrogasdinámica (EGD), que es la generación de energía a partir del movimiento de moléculas de gas que han sido ionizadas o cargadas eléctricamente a alta presión.
Agreguen a su acervo que tenía un gran talento para inventar aplicaciones prácticas. Inventó varios sistemas precipitadores electrostáticos, que patentó, junto a la aplicación Incineraid, que ayuda a eliminar el humo de los edificios en llamas; la desalinización de agua de mar; y un método para eliminar la niebla de las pistas de los aeropuertos.
Flash Gourdine quedó para la historia de la ciencia y también del deporte, por qué no. Este singular científico y atleta negro sufrió múltiples accidentes cerebrovasculares y complicaciones debido a la diabetes que padecía, quedando completamente ciego. Al fallecer tenía 69 años, y se desempeñaba como presidente de Energy Innovation, Inc., de Houston, en Texas, y dejó, nada más y nada menos que ¡70! patentes a su nombre.
Curiosidades
• En esta bella isla caribeña, mis amigos internautas, para decir que algo es extremadamente viejo, se utiliza la frase “eso es más viejo que el Morro”, o también “es del año de la corneta”.
• Si a usted, amiga o amigo que gusta de estas breves cápsulas, le gusta pedalear sobre una bicicleta, sepa que en la capital de los Países Bajos, Ámsterdam, no sorprende escuchar los agitados timbres de los ciclistas a lo largo de todo el día. Más del ¡60! por ciento de sus habitantes se mueve en bicicleta y, en la carretera, la proporción aproximada es nada más y nada menos que de ¡tres! bicicletas por cada coche.
• La segunda novela de uno de los grandes referentes de la literatura argentina, Julio Cortázar (1914-1984), no iba a ser titulada Rayuela, sino Mandala, pero el escritor lo sintió muy pretencioso, decidiéndose por Rayuela, el juego infantil que traza como objetivo alcanzar el cielo, justo lo mismo a lo que aspira Horacio Oliveira, salto a salto, como también aspiran los lectores que quedan atrapados por esta obra.
• Agreguen a su acervo sobre la cultura mundial que la obra de teatro del Rey León (1997) ha recaudado nada más y nada menos que ¡1090! millones de dólares y es por esta razón que es el musical de mayor recaudación de todos los tiempos.
• Sepan que la región de Moa, al norte de la provincia de Holguín, es la más antigua de la Isla. Se le llama El Jardín de Cuba, porque exhibe una rica flora, con gran cantidad de especies. Allí se encuentran las plantas más antiguas del país, como el drago de Moa. Además, investigaciones recientes han demostrado que este lugar suele ser la zona más lluviosa de la Isla.