La entrega y amistad entre Menéndez de la Peña y Martí

menendezTomada de EcuredMucho se habla de nuestro Héroe Nacional José Martí, quien cayó en combate precisamente un día como hoy, hace 130 años defendiendo la independencia de Cuba; pero poco se ha hablado sobre un maestro y periodista cubano que tuvo su amistad: Rodolfo Menéndez de la Peña (1850-1928).

Conozcan las amigas y amigos de la Gran Red de Redes que cursó, en su ciudad natal, Guanabacoa, la enseñanza primaria y los estudios superiores en la Normal; allí obtuvo el título de maestro.

Junto a su hermano, cuando tenía 19 años de edad, emigró a Yucatán, perseguido por ser independentista. Pero —siempre un pero (aunque este por una buena causa)—, a pocos días de estar allí, en 1869, decidió regresar, para ayudar a los mambises que luchaban en las comarcas matanceras y villareñas

Radicado entonces en la Ciudad Bandera (como se conoce a Cárdenas), ejerció como maestro por primera vez, tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo, sirviendo a los más pobres.

Más tarde, en 1872, volvió a Yucatán y se incorporó definitivamente a la vida pública, ejerciendo como profesor.

Allá, en el exilio, desarrolló una amplia e intensa labor pedagógica, fundó escuelas, constató un método de enseñanza, y erigió revistas y publicaciones de orden científico, lo que le permitió la publicación de muchas otras obras sobre este campo.

Considerado como uno de los más grandes pedagogos de América Latina durante el siglo XIX y principios del XX, fue propulsor de la escuela moderna; cultivó la poesía y colaboró en la prensa remediana, yucateca y de otros países.

Ahora, mis amables internautas, les comento sobre la profundidad de la relación entre Martí y Menéndez de la Peña, la cual se forjó cuando este regresó a Cuba para continuar participando en las acciones por la independencia de la patria.

A lo largo de los años, mantuvieron una intensa relación epistolar que revela la comunión de ideas que tenían sobre temas como, la independencia de Cuba, la educación y la formación de la niñez.

Sepan amables lectores que Menéndez de la Peña reprodujo en la escuela primaria varios artículos del prócer cubano e importantes pasajes de La Edad de Oro, esa revista que sintetiza el ideario martiano en torno a la niñez y su educación en nuestra América, y que refrenda el carácter universal del pensamiento de Rodolfo Menéndez.

Del portal cubano Ecured extraigo que, el prócer cubano, en una carta fechada el 3 de mayo de 1894, le escribió: “Me ofreció una vez su casa. Ahora se la pido. Si no tiene más que ella, dela. A menos que el mundo entero no sea traición, salimos a camino”.

Materializó Menéndez de la Peña su deseo de colaborar siempre con la independencia de Cuba, y en particular con Martí, cuando vendió su casa como había ofrecido al Apóstol, y remitió el dinero obtenido, nada más y nada menos que como contribución a la guerra que se estaba gestando por la liberación de la Isla.

Dos años después de la caída en combate de nuestro Héroe Nacional, Rodolfo Menéndez de la Peña, le dedicó una nota que publicó en la sección Gacetilla.

Su prolífera obra está dispersa en innumerables revistas y periódicos del continente. La más conocida abarca múltiples materias, pero su fundamental creación se puede ubicar en el campo de la pedagogía, entre las que se encuentran Lira de la niñez, y los poemas Las fiestas vacacionales, El obrero y Los compañeros.

Dejó una larga dinastía de periodistas, filósofos y maestros en Yucatán, que llega hasta el presente. México acoge aún el legado de Menéndez de la Peña, la universidad principal yucateca lleva su nombre, y presidentes de la nación y eminencias profesionales le dedican encendidas tesis y homenajes.

Conozcan, amigos internautas, que no se concibe la enseñanza en el continente sin leer a Rodolfo Menéndez de la Peña y que, Martí reconoce su grandeza, sobre todo, porque, en medio de lo peor de la lucha, cuando pocos creyeron en la victoria, se entregó en cuerpo y alma. Ni donde vivir tenía tras donarlo todo, hasta el último esfuerzo por Cuba.

Este amigo de Martí le puso a su hija el nombre Libertad y la educó según preceptos muy profundos, propios del más moderno colegio. A raíz de la prematura muerte de ella, el apóstol escribió un sentido artículo bajo el título La hija de un bueno; ese que sostuvo, también, amistad con Gómez y Maceo.

CURIOSIDADES

• ¿Sabían las amigas y amigos internautas que gustan de estas breves cápsulas del saber que Martí tenía inclinación por la pintura? Así como zumba y suena. En sus libretas de notas realizaba dibujos y bocetos que lo llevaron a matricular en la Academia de Pintura y Dibujo San Alejandro. Pintaba, por lo general, pequeños dibujos de vasijas, piezas precolombinas, y otras figuras, en los márgenes de las hojas de papel donde escribía. En los bocetos reflejó el modo de verse a sí mismo y lo que no alcanzaba a decir con palabras.

• En su libro Las enfermedades de Martí, el doctor en Medicina, especialista en Neurocirugía, historiador, escritor y ensayista, Ricardo Hodelín Tablada  dice que, desde los 18 años, sufría de sarcoidosis, enfermedad capaz de afectar varios órganos y sentidos; en su caso, la vista, los pulmones y el sistema nervioso. Como consecuencia de esa dolencia padecía de sarcocele, tumor cancerígeno en uno de sus testículos, extirpado quirúrgicamente.

• Martí era un políglota. Aparte del español, escribió en inglés y francés. Leía en alemán. Estudió griego y latín en la Universidad de Zaragoza.

•“José Francisco Martí (El Ismaelillo) se sentía identificado con las ideas y proyección de Martí, admiraba a su padre y sabía que, solo integrándose al Ejército Libertador cubano, honraría su nombre. Tomó la decisión de sumarse a la lucha independentista tan pronto supo de la muerte de su padre, renunció a sus estudios y se incorporó a una expedición libertadora para permanecer en la patria y continuar, desde su esfuerzo personal, la obra imperecedera de su padre”, apuntó el historiador Eusebio Leal Spengler (1942-2020).

• Pareciera que José Martí estuviera viviendo en pleno siglo XXI, en la Cuba actual cuando sentenció: “A la patria no se le ha de servir por el beneficio que se pueda sacar de ella, sea de gloria o de cualquier otro interés, sino por el placer desinteresado de serle útil”.