Juan Charrasqueado, ¿un personaje de leyenda?

juanCartel del filme mexicano “Juan Charrasqueado” Fui, durante algunos años —década de los 60—compañero de labor y amigo personal del Cuate, Roberto Aguilar Oliva, locutor y animador por excelencia de uno de los programas de mayor audiencia en la querida Radio Surco. Y traigo esto a colación porque así estoy pagando una deuda, aunque algo atrasada en el tiempo, con ese veterano radialista, quien me había pedido, en reiteradas ocasiones, que escribiera algo sobre este personaje.

Existe un corrido, El corrido de Juan Charrasquedo —mantiene su forma a través de los años— prolijo en datos personales: “…Juan se llamaba y lo apodaban Charrasquedo/ era valiente y arriesgado en el amor/a las mujeres más bonitas se llevaba/ y en esos campos no quedaba ni una flor”.

Resulta que ese género musical —el corrido— devino, en esa tierra caliente, algo así como un periódico o gacetilla que, en tiempos de la revolución, contaban los principales hechos guerreros, proezas, acciones, en las que resaltaban el valor de los líderes o de quienes arriesgaban la vida o morían en pos de la victoria. Aquellos valientes iletrados le ponían música y entonces las aprendían de memoria y se conminaba, no solo a los combatientes, sino a los habitantes de la región en cuestión.

Y, como puede leerse en el fragmento, ofrecían, los corridos, facetas de los personajes, sus características personales; si era fogoso en el amor, valiente, buen jinete, su carácter ríspido o bondadoso, entre otras cosas.

Debo recordarles a las amigas y amigos de la Gran Red de Redes algo muy importante. Sucedió que a los soldados revolucionarios se les apodaba o les llamaban “Juan”, mientras que el mote de “Charrasqueado” quiere significar cómo se imaginaban a esos juanes: si portaban armas blancas o estaban marcados por feas cicatrices.

Además, incluso llegaron a ser personajes protagónicos de filmes de la época de oro del cine de este país, con los actores —y cantantes— Jorge Negrete, Pedro Infante, Antonio y Luis Aguilar, Miguel Aceves Mejías, entre otros, encarnándolos. Puede afirmarse que hubo más de un Juan Charrasquedo. ¿Sí o no?

Sepan, amigos internautas, que en la Ciudad Maravilla, La Habana, se movió, hace ya varios años, un Juan Charrasquedo habanero, quien hacía las delicias de grandes y pequeños, y de algún que otro turista, el cual iba ataviado como un vaquero —no se parecía a uno de estos charros—. Pero, nada, reseñan notas de la época que se le veía orgulloso, incluso se mostraba como un verdadero charro mexicano. Llegó a vérsele reiteradas veces en el Club de los Noctámbulos, al que también iba el Caballero de París.

Ahora les confieso algo. Sí me gusta la música de ese hermano pueblo, incluso la más tradicional. ¡Oigan!, da gusto escuchar uno o varios corridos en las voces del Charro Cantor, Jorge Negrete, del Falsete de Oro, Miguel Aceves Mejías, o, más acá en el tiempo, en el más recio estilo de Vicente “Chente” Fernández, entre otros.

Donde quiera que estés, Cuate, fue un gustazo complacerte.

Curiosidades

• Entre los sitios más misteriosos que están diseminados por diferentes zonas geográficas de nuestro planeta, figura el siguiente: la sala principal del hipogeo de HalSaflieni, en Malta (350 a 300 a. n. e.), formada por catacumbas talladas que estuvieron pintadas de rojo y albergan los huesos de más de 6000 personas. También se encontró la Dama Durmiente, una estatuilla que duerme para recibir un sueño profético y responde al culto de la Diosa Madre. (Tomado de Muy Interesante)

• No lo olviden. Conozcan que las obsesiones generan hábitos compulsivos que nos fuerzan a hacer absurdos rituales solo con un objetivo: calmar la ansiedad.

• Rápido, muy rápido. Me refiero a nuestro planeta Tierra, específicamente a la velocidad con que realiza su movimiento de traslación. Conozcan que lo hace a unos 29 516 metros por segundo, mientras que la del sonido en el aire, a una temperatura de 15 grados centígrados, es de 340 metros por segundo.

• Ya en el muy lejano año de 1610, Galileo Galilei fue el primero que vio a nuestro satélite natural: la Luna, mediante el empleo de un telescopio. Fue él quien llamó marea a las grandes depresiones del suelo lunar.

• La mayoría de los longevos que acumulan 100 o más almanaques vencidos, eran apicultores que consumían miel, según arrojaron las indagaciones realizadas en 1946. Añada a sus conocimientos melíferos, que un kilogramo de panal de abejas tiene alrededor de 7000 celdillas y posee triple valor nutritivo en su acción que el polen.