Asociación Cubana de Medicina Veterinaria Filial Pinar del Río/Facebook Seguro que los amables internautas que han tenido, o tienen, una mascota saben lo mucho que estas criaturas pueden aportarnos. Filósofos, poetas, escritores, matemáticos, humoristas y, por supuesto, biólogos y médicos veterinarios, han expresado a lo largo de la historia su respeto hacia estos seres que pueblan, junto a nosotros, el mismo planeta.
Tal es el caso de Ildelfonso Pérez Vigueras (1892-1959), médico veterinario, quien se dedicó, en la Escuela de Veterinaria, al estudio e investigación científica, llegando a alcanzar amplios y profundos conocimientos acerca de la patología animal, la higiene y la zootecnia.
Proveniente de una familia santiaguera, de origen humilde, tuvo que interrumpir sus primeros estudios, apremiado por la pobreza familiar y la necesidad de su participación personal en la manutención de los suyos.
No obstante, Pérez Vigueras fue adquiriendo sus conocimientos por un ansia extraordinaria de saber, lo que lo convirtió en un autodidacta, y desarrolló en él un sentimiento anímico de inconformidad con su medio, todo lo que formó en él un carácter áspero, taciturno y huraño.
Según el portal cubano Ecured, tenía 18 años de edad cuando se trasladó a La Habana. Tan pronto conoció de la convocatoria librada por la Escuela de Medicina y Veterinaria de la Facultad de Medicina y Farmacia de la Universidad de La Habana, se presentó al examen de ingreso. El tribunal, presidido por el doctor Carlos de La Torre y Huerta, no lo admitió.
Tras el desaliento inicial, comprendió que le faltaba preparación, dedicó mucho más tiempo al estudio y se propuso realizar un nuevo intento para alcanzar su objetivo, y lo logró; en 1910 matriculó el primer año de la carrera de Veterinaria, aunque se vio obligado a trabajar para costear la matrícula universitaria y mantenerse, pues su situación económica era difícil.
No logró ser un alumno eminente, pero sí resultó un buen estudiante que supo aprovechar al máximo las enseñanzas y conquistó el afecto y el respeto de sus profesores. Se graduó de Doctor en Medicina Veterinaria, pero, ansioso por emprender vuelos más amplios en el campo de la ciencia, matriculó en el Instituto de Segunda Enseñanza de la ciudad de Matanzas y obtuvo el título de Bachiller en Ciencias y Letras.
Solo había dado una vuelta el sol, cuando ingresó en la Escuela de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana, como aspirante a Doctor en Ciencias Naturales por enseñanza libre y, más tarde, del mismo modo, lo hizo en la Escuela de Farmacia.
Efectuó importantes contribuciones a la hematología clínica veterinaria, nueva materia en aquellos momentos; describió de manera precisa las propiedades físicas, químicas y composición centimal de los elementos de la sangre, así como las fórmulas leucocitarias, las dimensiones de hematíes y plaquetas, y las cifras promedio normal de la sangre en los animales domésticos, poniendo de manifiesto un amplio conocimiento en la materia.
Sepan las amigas y amigos de la Gran Red de Redes que se destacó de manera extraordinaria en el campo de la parasitología, enriqueciendo, con el fruto de sus investigaciones, los conocimientos acerca de esta disciplina a escala internacional.
Aportó elementos acerca de nuevas especies de parásitos coleccionados en todo el país, lo cual constituye uno de los más importantes y originales resultados que esta bella isla caribeña ha podido brindar al avance de los estudios sobre biología.
Identificó por primera vez en Cuba muchas especies ya descubiertas; además, ocho nuevas especies de céstodos, 18 de nemátodos, 29 de tremátodos, dos de culícidos y una de ixódidos, enriquecieron el campo de la parasitología y la entomología También, en sus trabajos de entomología estudió el Culex, mosquito, e hizo la historia zoológica y médica de dicho culícido, destacando la importancia del descubrimiento del médico cubano Carlos J. Finlay, así como zumba y suena.
Ildelfonso Pérez Vigueras analizó la labor del veterinario como higienista y zootecnista, dejando perfectamente establecido que dicho especialista, además de clínico, debía ser esencialmente higienista. Dio a conocer la gran responsabilidad del veterinario y el médico en la prevención de enfermedades, promoviendo la salud humana.
En su discurso de recepción en el seno de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, expuso significativos aportes sobre las funciones del veterinario en la Higiene Pública y la Industria Pecuaria Nacional.
Fue Presidente de la Sección de Parasitología, en el Primer Congreso Nacional de Medicina Veterinaria, efectuado en Santiago de Cuba en 1936; miembro de la Sociedad Cubana de Historia Natural Felipe Poey, de la Sociedad de Biología y hasta de la American Society of Parasitologist.
De un breve esbozo biográfico extraigo que muchos y valiosos son los trabajos de Pérez Vigueras sobre parasitología cubana y universal. Elaboró más de 80 trabajos, destacándose entre ellos dos libros y numerosos artículos, los cuales fueron publicados en diferentes medios de prensa nacionales e internacionales; y se consagró, durante más de 40 años, a la enseñanza, demostrando su inclinación natural hacia esa profesión.
En la docencia se inició como Profesor Titular en la Granja Agrícola Álvaro Reynoso, donde llegó a ser nombrado director. Fue Profesor Titular de la Escuela de Veterinaria de la Universidad de La Habana y presidente de honor del Colegio Médico Veterinario Nacional, en el que, por sus excepcionales trabajos en la rama de la parasitología, le fue otorgado el Diploma de Honor. En 1955 fue nombrado Profesor Emérito de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de La Habana, hasta su fallecimiento en 1959.
Curiosidades
• Las túnicas, de distintos tipos y colores según la tradición de cada país, son el hábito fundamental de los monjes. Así, las de color amarillo y naranja suelen ser las que usan los monjes que viven en los monasterios de ciudades, aldeas y poblados; mientras que las de tonos más oscuros suelen ser las utilizadas por los monjes que habitan en los bosques.
• “La compasión por los animales está íntimamente asociada con la bondad del carácter y puede ser afirmado que el que es cruel con los animales no puede ser un buen hombre”, dice una sentencia rubricada por el brillante filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860).
• Sepan los amigos internautas que gustan de estas pequeñas cápsulas del saber que las morsas son mamíferos carnívoros; sin embargo, no se les conoce como cazadores agresivos. Su bocado favorito son los crustáceos, los que persiguen en el fondo del océano usando unos bigotes muy sensibles que detectan las vibraciones del sonido. Otro plato exquisito para una morsa son las almejas, de las cuales pueden comer hasta 4000 de una sentada.
• El tambor es originario de África y se remonta a la prehistoria, así como zumba y suena. Cada cultura lo ha utilizado de forma diferente; por ejemplo, en África son usados para rituales sociales, dándole una connotación muy seria, el tamborero es persona sagrada mientras ejecuta su instrumento. En Occidente se le ha dado un uso más militar. A Latinoamérica los tambores vinieron con nuestros ancestros africanos y ¡llegaron para quedarse!, los hicimos nuestros y están tan entrelazados en nuestra cultura.
• La tradición de soplar velas en los cumpleaños viene de hace muchísimos años. Dicen que los griegos ofrecían pasteles con cirios encendidos a la diosa Artemisa, que velaba por los partos, buscando protección. Esta costumbre se pasó a los romanos con la diosa Diana y posteriormente fue prohibida por la Iglesia Católica, para volver otra vez en la Alemania del siglo XIII como fiesta de los niños. Pronto se tomó como costumbre en todo Occidente.