“Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hipatia, hija del filósofo Teón, que logró tales alcances en literatura y ciencia, que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo”, palabras de elogio del historiador griego Sócrates Escolástico.
Se refería a Hipatia de Alejandría (c. 360-415), así la llamaron; pero, en contraposición con lo expresado por Sócrates, es más conocida por su muerte, a consecuencia del oscurantismo medieval, que por haber sido una de las primeras científicas de quienes tenemos referencia.
Hipatia —la única hija de Teón, matemático y astrónomo que ejercía de profesor en la Biblioteca de Alejandría, fundada por la dinastía de los Ptolomeos—, amigos míos, vino al mundo en un momento histórico en el que el debate científico acerca de la posición de la Tierra en el universo era uno de los principales temas de discusión y confrontación.
Creció y se educó en Atenas, siguiendo los pasos de su padre, —una rareza en una época en donde las mujeres no se educaban—, pero según Damascio de Damasco, uno de los que recogieron la historia de la pensadora: la hija superó al padre.
Destacó por encima de él en talento y logros científicos, y, a la muerte de este, siguió sus investigaciones sin disponer de colaboradores: “No se contentó con el saber que viene a través de las ciencias matemáticas a las que él la había introducido, sino que, no sin altura de su espíritu, se dedicó también a las otras enseñanzas filosóficas”.
Sepan, amigos de la Gran Red de Redes, que los alumnos de esta maestra de prestigio en la escuela neoplatónica eran un modelo de diversidad cultural, religiosa y étnica; lo cual atraía a intelectuales de diferentes partes del mundo que acudían a la ciudad para formarse sobre las diferentes concepciones filosóficas y científicas.
Según las cartas de Sinesio de Cirene, uno de sus discípulos, las clases eran diálogos en los que ella discutía con los alumnos sobre filosofía, matemáticas, astronomía, ética y religión, y realizó importantes contribuciones a la ciencia en los campos de las matemáticas y la astronomía. Congregaba multitudes mientras enseñaba sobre Platón, matemáticas y astronomía, y también a usar instrumentos como el astrolabio.
Pero la parada subió cuando escribió tres trabajos —que se conozcan, al menos—: Comentario a la Aritmética 5 de Diofanto de Alejandría, el Canon Astronómico y Comentario 6 a las Secciones Cónicas de Apolunio de Perga.
Y aquí les va un detalle sorprendente de esta mujer: confeccionó un planisferio celeste y un hidroscopio para pesar los líquidos. Fue, además, la líder de la escuela neoplatónica e impartía sus conocimientos a todos: cristianos, judíos y extranjeros, precisamente en tiempos políticamente turbulentos, cuando los obispos se volvían cada vez más intolerantes frente a los no cristianos, sobre todo si enseñaban conocimientos fuera de las escrituras.
Otra curiosidad de esta destacada científica es que, de su vida personal, el desconocimiento es mayúsculo. Una de las muchas leyendas inventadas es su matrimonio con el filósofo Isidoro y su culto a los dioses paganos.
Sepan, amigos internautas, que tomó partido en los asuntos municipales, ejerció su influencia en la esfera política y en la alta aristocracia. Era conocida y respetada por sus valores éticos y su sabiduría y, los representantes políticos, paganos y cristianos, recurrían con frecuencia a sus consejos.
Reconocida como figura pública, Hipatia quedó en medio de guerras de poder y, a pesar de que no se pudo comprobar que Cirilio, el arzobispo de Alejandría, haya ordenado su muerte, lo cierto es que la lucha de este con el gobernador Orestes, muy cercano a ella, al parecer influyó en lo que sería su sangriento final.
Tras una vida dedicada al conocimiento y su propagación, durante la cuaresma del año 415, la filósofa fue detenida en un carruaje por una turba cristiana enardecida, que la arrastró por la calle y la llevó a una iglesia. Allí la desnudaron, la torturaron, y, una vez muerta, la desmembraron y quemaron; tal era la ignorancia y el oscurantismo de aquellos tiempos.
Curiosidades
• El perezoso moderno suele tener el tamaño de un perro mediano, pero los antiguos, los de hace miles de años, conocidos como Megatherium, podían crecer tan grandes como un elefante asiático. Estos perezosos gigantes a veces presentaban áreas de pequeños discos óseos que, se piensa, actuarían como “blindaje” para protección, pero se extinguieron hace unos 10 000 años.
• Sepan, amigos que gustan de estas cápsulas, que concebir una niña no era plato de buen gusto para los vikingos. Al parecer, en muchas ocasiones, si el primer hijo de una pareja era una niña se la dejaba en el bosque para que muriera, y como la madre no tenía que criarla, se aceleraba un nuevo embarazo, que se esperaba diera como fruto un varón.
• Cuando alguien está sumamente enamorado, que no necesita de riquezas, ni de comodidades para sustentarse y mantener ese amor, suele decirse el refrán: Contigo pan y cebolla; y con otra, ni olla.
• Aunque sean criaturas marinas, los manatíes se parecen mucho a los elefantes en su linaje (la piel curtida y gris de los manatíes es un signo revelador). Se cree que, en conjunto con los elefantes, mastodontes y mamuts lanudos, son descendientes de un ancestro común. Los manatíes pueden comer nada más y nada menos que hasta un ¡10 ó 15! porciento de su masa corporal cada día, ganando legítimamente su apodo de “vaca marina”.
• Conozca que Julius Baker (1915-2003) fue un destacado flautista norteamericano que durante cinco décadas realizó conciertos con varias de las principales orquestas de Estados Unidos, entre ellas la Sinfónica de Chicago y la Orquesta Filarmónica de Nueva York; era un fanático del cine y quiso participar en la composición de bandas sonoras de películas que también hicieron historia, como La bella y la bestia, o Lovesick, entre otras.