Sin duda alguna, Edward Kennedy Duke Ellington (1899-1974) fue uno de los más legendarios artistas de piano, líder de bandas y compositor de jazz que ha conocido el siglo XX; uno de los músicos de ese gustado género musical más influyentes y trascendentales de su tiempo.
Duke Elington nació en una familia musical, ambos progenitores eran pianistas. A los siete años se inició en la práctica de la música, tomando clases de piano y recibiendo la influencia del ragtime, género de música popular en boga en aquella época.
La historia detrás del sobrenombre Duke es curiosa y él le atribuye a su amigo Edgar McEntree que comenzaran a apodarlo así, pues resulta que su madre, usualmente, rodeaba a su hijo de mujeres elegantes y con porte para reforzar sus modales e infundir elegancia en él y, sus amigos, que notaron sus elegantes modales, vestimenta e imagen en general, la cual se asemejaba a la de un joven noble, lo llamaban Duke.
Le atraía el béisbol y, en ocasiones, lo jugaba, pero lo que mayormente hacía, durante su infancia, era escabullirse a la sala de billar de Frank Holiday para escuchar a los pianistas tocar; eso hizo que se encendiera la chispa dentro de su alma por el instrumento y se enfocó profundamente en el estudio y aprendizaje del piano.
Según el portal cubano Ecured, fue en el verano de 1914, cuando trabajaba como empleado en una fuente de sodas en el Café PoodleDoc, donde escribió su primera composición Soda Fountain Rag, una pieza creada de oído completamente, pues aún no había aprendido a escribir y leer música.
A lo largo de su adolescencia, escuchaba a famosos pianistas como Doc Perry, Louis Brown, Blind Johnny, Lester Dishman, Gertie Wells, y a muchos más. También tomó lecciones de armonía. Con la guía adicional de pianistas y del líder de banda Oliver Doc Perry, aprendió y dominó el arte de leer y escribir música, lo cual lo ayudó a darle un toque profesional a su música y a mejorar sus técnicas e interpretación en general.
Sepan las amigas y amigos de la Gran Red de Redes que su pasión y atracción hacia la música creció a alturas completamente nuevas y solo tres meses antes de graduarse del bachillerato, abandonó la escuela para perseguir una carrera como musico profesional, debutando —solamente tenía 17 años— profesionalmente en su ciudad natal.
Tocó con varios grupos de la capital estadounidense hasta que —con solo 20 años— fue llamado para actuar en el punto de referencia para todo músico de jazz: Nueva York. Pero el triunfo no le sonrió; sin embargo, adquirió la experiencia necesaria para formar su propio quinteto: The Washingtonians, con el cual adquirió renombre suficiente como para probar en el celebérrimo local neoyorquino Cotton Club, en Harlem.
Los amables internautas deben conocer que, a partir de entonces, su fama y su prestigio se fueron consolidando. Comenzó a aparecer, junto a The Washingtonians, en el celuloide; sus conciertos se hicieron habituales y eran trasmitidos por la radio; además, realizó varias giras por Estados Unidos y Europa, las cuales contribuyeron a fomentar su creciente popularidad.
A principios de los años treinta, dio inicio la época dorada para el músico y su big band, cuando se escucharon composiciones como Mood Indigo o Sophisticated lady, que se convirtieron en grandes éxitos. Le siguieron otras obras en forma de suites sinfónicas, como Black, brown and beige, Frankie and Johnnie o Deep South Suite, a finales de la Segunda Guerra Mundial.
Su popularidad aumentó increíblemente cuando compuso varias obras maestras legendarias como Concerto for Cootie, Cotton Tail y Ko-Ko. Otros de sus mejores éxitos son: It Don’t Mean a Thing if It Ain’t Got That Swing, Prelude to a Kiss, Solitude y Satin Doll. Varias de estas espectaculares canciones fueron interpretadas por Ivie Anderson, una vocalista femenina favorita del grupo de Duke.
Su aparición en el Festival de Jazz de Newport, en 1956, significó el relanzamiento de The Washingtonians. Inició giras por el extranjero que incrementaron su ya ganada fama internacional y, tres vueltas al sol después, compuso varias bandas sonoras para el séptimo arte, entre ellas las de los filmes Anatomía de un asesinato y Paris Blues y, además, compuso música litúrgica como In the beggining of God, estrenada en la catedral de San Francisco.
Con artistas como Louis Armstrong, Coleman Hawkins, John Coltrane y otros, grabó música de jazz increíble. Refiere su biógrafo, Derek Jewell, que Duke Ellington llegó a escribir unas 2000 piezas musicales en toda su vida, si bien son incontables las que consignó en trozos de papel luego perdidos, que elevarían la estimación nada más y nada menos que a unas ¡5000 piezas!
Musicólogos especializados dicen que el jazz no es solo un género de música, es una emoción y un sentimiento, uno que puede inspirar, motivar y conectar a las personas, y Duke dominó el arte del jazz, creando la música más conmovedora y maravillosa jamás escuchada. Era melodía para los oídos y, conmovedoramente, tocó millones de vidas.
Tuvo una extraordinaria carrera musical que duró más de seis décadas y vivió una vida muy gratificante e increíble, antes de fallecer semanas después de su cumpleaños 75, víctima de complicaciones de cáncer de pulmón y neumonía y, después de tener una increíble e inspiradora travesía en la vida.
Numerosos reconocimientos quedan en su haber, sobresalen los títulos de Doctor honoris causa por las Universidades de Howard en 1963 y Yale en 1967 y la Medalla Presidencial del Honor que se le concedió en 1969.
Fue nombrado miembro del Instituto Nacional de las Artes y las Letras de Estados Unidos en 1970, y en 1971 se convirtió en el primer músico de jazz miembro de la Real Academia de la Música de Estocolmo.
Fue Duke Ellington uno de los más prominentes y exitosos músicos de jazz de su tiempo y es recordado por su increíble y conmovedora música, por la cual obtuvo varios premios Grammy, el premio Grammy por Logros de Toda una Vida, y muchos más. Su legado continúa inspirando y tocando millones de vidas, incluso en la actualidad, con su fascinante y única música.
Curiosidades
• El cólera, amables internautas, es una enfermedad bacteriana intestinal aguda, altamente contagiosa, caracterizada por un inicio repentino y originada por la ingestión de alimentos o agua o el contacto con superficies contaminados con heces o sus residuos, contentivos del Vibrio cholerae.
• Una profunda y terrible frase, que nos hace reflexionar sobre los horrores de la guerra nuclear, es rubricada por el físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austríaco y estadounidense, Albert Einstein (1879-1955): “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”.
• La piel se levantará, arderá y no tolerará la ropa, tendrá fiebre y hasta insomnio, quien pretenda, en un día de playa, tostarse para adquirir el color que hubiese resultado tras una semana de exposición paulatina al sol.
• Sepan, amables internautas, que existen nada más y nada menos que unas ¡1600! especies de plantas carnívoras, o más bien insectívoras, que presentan diversos tipos de trampas como bisagras, pelos pegajosos, urtículos o fosas.
• “El arte es una línea alrededor de tus pensamientos”, sentencia rubricada por el pintor simbolista austríaco y uno de los más prestigiosos representantes del movimiento modernista de la secesión vienesa, Gustav Klimt (1862-1918).