Tomada de EcuredMonumento a Francisco de Albear en La HabanaLos entendidos en la materia lo identifican —con toda razón— como “la más antigua de las maravillas de la ingeniería cubana”.
Otras personas —mucho más conservadoras— consideran a esa trascendente construcción como “una obra maestra de la ingeniería en Cuba”.
Pero, ¿conocemos todos al autor y ejecutor de este magistral proyecto? Se trata, amigas y amigos de la Gran Red de Redes, del ingeniero cubano Francisco de Albear y Fernández de Lara (1816-1887) quien naciera en La Habana, curiosamente en el castillo de los Tres Reyes del Morro, y cuyo tronco paterno fuera el comandante de dicho bastión militar, a la sazón, Coronel de Ingenieros: el vástago continuó la tradición.
Vale apuntar que el joven denotó siempre fuertes ansias de superación y agregó a la ingeniería sendos cursos de Arquitectura y Pedagogía.
Por los excelentes resultados docentes, el propio Domingo del Monte le otorgó un certificado de honor, a nombre de la Real Sociedad Patriótica de La Habana. Incluso, sus deseos de continuar el incremento de su cultura y educación propiciaron la requerida autorización para viajar hacia la Madre Patria —España— con el grado de Alférez de Caballería, en 1835 y realizar las pruebas de ingreso a la Academia de Ingenieros.
Albear fue destinado en 1844 a la Dirección de Subinspección de la Isla de Cuba, con la indicación de viajar previamente por varios países europeos con el objetivo de que observara, apreciara y valorara lo más avanzado en materia de obras públicas y las comunicaciones de todo tipo, cuya aplicación fuese posible en Cuba. En abril de 1845 tocó tierra cubana.
Por supuesto que no demoró nada más que lo necesario para nuevas encomiendas, entre estas, el reconocimiento del río Zaza y su desembocadura; además de liderar la edificación del Cuartel de Caballería de Trinidad, y la elaboración de un proyecto encaminado a ampliar el muelle de la llamada Perla del Sur. Todo lo cual lo hizo permanecer por un año fuera de la capital.
En un esbozo biográfico aparece que en 1847 regresa a La Habana y la Junta de Fomento le encomendó varias tareas, como el proyecto para la construcción del habanero Muelle de San Francisco, y las obras vinculadas al puente San Jorge sobre el río Bacuranao; también las del puente de Las Vegas del Pontón de Carrión y la ejecución de la Calzada de San Cristóbal.
Desde luego que las labores fueron cumplidas y valoradas de meritorias. Así, por la Real Orden de abril de 1854, Albear tiene que retornar a la península. No obstante, se solicitó que este valioso profesional regresara, dada la vasta experiencia adquirida y las extraordinarias dotes obtenidas, y este fuera situado, de nuevo, en la dirección de las Obras Públicas. La solicitud le fue concedida mediante otra Real Orden.
Tal fue, en breve, la rica trayectoria recorrida por Francisco de Albear, y los saldos que obtuvo. Pero la obra que lo marcó para siempre, “por su magnitud y envergadura (…) fue la elaboración, en 1855, de su proyecto de conducción a La Habana de las aguas de los manantiales de Vento, cuya tramitación promovió personalmente en España”, según consigna la nota publicada en el portal cubano Ecured.
Los trámites ocuparon casi un bienio y el proyecto de Albear fue evaluado por la Junta Consultiva de Caminos y Puentes, de Madrid, en noviembre de 1857, y aprobado un año más tarde.
Entre las cuestiones que hablan por sí solas de esta magistral obra, fruto del intelecto del ingeniero Francisco de Albear y su equipo, figura el hecho de que la instalación, hasta el momento en que ustedes leen estas líneas, se mantiene en activo; como notorio es, además, que es el único que lo hace sin consumir energía eléctrica, pues el vital líquido se conduce por gravedad desde los manantiales.
Por último, les digo que este acueducto abastece de agua a unos cinco municipios, que representan, aproximadamente, el 12 por ciento de La Habana de hoy.
Curiosidades
• Sepa que se considera, según los cálculos realizados por los especialistas en la materia, que la temperatura en la superficie del Sol llega a alcanzar, aproximadamente, los 5500 grados Celsius. Sin embargo, la de su interior se eleva a los 15.5 millones de grados Celsius.
• En el Museo del Prado se exhibe la obra pictórica titulada Los fusilamientos del 2 de mayo. En esa famosa obra, Goya representó la ejecución de los patriotas madrileños por las tropas de Napoleón, en el ya lejano 1808.
• Amiga y amigo que leen estas breves cápsulas, conozcan que el Coliseo Romano fue un hermoso anfiteatro que, en sus 80 hileras de gradas, tenía capacidad para unos 80 000 espectadores. En ese lugar, cuyas ruinas sufren los embates del tiempo, contendían los gladiadores, y los cristianos eran arrojados a las fieras.
• Agregue a su acervo esta deliciosa curiosidad del idioma: en el vocablo centrifugados, las letras son diferentes y ninguna se repite.
• “La grandeza de un pueblo no se mide por el número de sus componentes, como no se mide por su estatura la grandeza de un hombre”, sentenció, de manera magistral, el poeta y novelista francés Víctor Hugo (1802-1885)