Jefe inusual*

No es raro llegar a la tercera planta del Poligráfico, sitio en el cual está ubicado el periódico Invasor, y escuchar risas y jolgorio. Allí la gente ha encontrado el sentido exacto de cada instante, pero lo que para algunos sí resulta contradictorio es que, la mayoría de las veces, esas risas sean provocadas por el propio jefe.

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“Todo el tiempo de mi vida”.

Desnudez por dentro.

Para muchas personas en la calle, Mario Martín Martín no es un periodista más, para los de la Redacción (reporteros, diseñadores, correctoras...) tampoco, y su historial da la medida de cuán lejos puede llegar uno siempre que se lo proponga.

“Cuando tenía 16 ó 17 años y estaba en el Ejército comencé a escribir poesías, nunca las publiqué, ni siquiera las mostré por temor a que alguien me dijera que eran de escaso valor, me subestimé.

“Al concluir el Servicio Militar solo tenía octavo grado y tuve que irme a trabajar en la Construcción, hasta que conseguí un puesto como almacenero en el Politécnico de la Construcción. Ahí fue donde empecé a escribir mis primeras notas relacionadas con el deporte para Radio Surco, nadie calcula la alegría que sentí cuando escuché mi nombre por primera vez.

“Después envié algunas para el periódico Adelante, que era el que circulaba en aquellos tiempos, y me sucedió lo mismo con lo primero que me publicaron, no cabía adentro de la ropa. A ese ritmo me atreví y comencé a hacer comentarios para el Noticiero Nacional Deportivo de Radio Rebelde.

“Un buen día, empecé a trabajar como reportero de la revista LPV, ahí fue cuando Adelante solicitó mis servicios por espacio de un año. Yo no sabía ni escribir a máquina y las correctoras se molestaban porque tenían que esperar por mí, además me dieron la responsabilidad de redactar la página deportiva completa.

“Cuando se fundó Invasor yo me sentía todo un profesional y ya la gente me conocía, esto era terrible porque tuve que empezar en la Facultad y entonces se asombraban cuando descubrían que yo estaba en Secundaria Básica.”

Mario desanda los pasillos de Invasor, no le preocupa desafinar y entona canciones de Silvio o de Serrat, como si estuviera en el teatro Karl Marx, entra en un departamento y otro, como si le hubieran acabado de inyectar sangre nueva (aquí le doy donde más le duele), y sin faltar un chiste relacionado con la viagra, la fertilidad, el deporte, una anécdota de última hora ocurrida a cualquier compañero, ni olvidar su devoción por las gafas de Ortelio, ofrece a todos su experiencia sin esperar recompensa alguna.

Ya no es aquel jovencito que tuvo que viajar durante cinco años hasta Sancti Spíritus, porque allí radicaba una filial de la Universidad de Oriente, y en ella pudo estudiar la Licenciatura en Periodismo. Desde el año 1997 es el Jefe de Información de este órgano de prensa, también fue Secretario General de la Sección Sindical y, por 12 años, el Secretario del núcleo del Partido.

Los más nuevos de Invasor mucho le debemos y, aunque a veces pensamos que se está poniendo viejo y su esposa Orlinda no coincida con nosotros, en él encontramos a un jefe inusual, a un padre que solo quiere el bien para sus hijos.

* Entrevista publicada originalmente en el semanario Invasor, el sábado 15 de mayo de 2004.