Germinación continua*

Casi un siglo después de que Fidel Moreno Arencibia, el fundador de una tradición, levantara con orgullo el primer ejemplar de El Informador, la semilla continuaba germinando con la aparición de Invasor, el 26 de julio de 1979.

Todo comenzó en 1865 cuando Fidel Moreno Arencibia, maestro de profesión, publicó El Informador, en Ciego de Ávila, un caserío que pronto alcanzaría notoriedad por acoger a la Comandancia de La Trocha de Júcaro a Morón.

Surgía con este acto fundador una de las tradiciones culturales más significativas en la identidad del avileño. En apenas unas décadas, de ese siglo XIX, se editaron El Faro de Morón, El Eco de Morón, El Progreso de La Trocha, La Voz de Morón, El Fanal, El Crisol, La Trocha, El Bello Sexo, El Vigilante, y El Trabajo, entre otros.

De los mencionados, el último defendió los intereses de quienes ganaban el pan con sus manos. Fundado en 1883, en la ciudad moronense, por Mariano Román, de acuerdo con investigaciones del colega camagüeyano Eduardo Labrada, se trataba de un “valiente semanario que abogó por la unidad de los gremios obreros y la conquista de algunos derechos que buenamente pudieran arrebatársele a la Metrópoli”.

Los demás, en su mayoría, fueron voceros del régimen colonial y de los comerciantes.

Durante las tres primeras décadas del siglo XX, la región se transformó. En los territorios devastados como consecuencia de las guerras independentistas se construyeron 15 centrales azucareros, ferrocarriles, subpuertos, la Carretera Central, y hubo un crecimiento demográfico y comercial inusitado. Si en 1907 el total de habitantes de los dos términos municipales era de 6 759, en 1931 la cifra alcanzó el número de 143 462.

Este desarrollo influyó en la cultura. Se construyeron en Ciego de Ávila los teatros Iriondo (1910), París Garden (1915), Martí (1922) y el Principal (1927). En Morón, Olimpo (1907), Niza (1913), Apolo (1918) y Medina (1924); en algunos de estos escenarios actuaron artistas famosos, no solo cubanos, también extranjeros como Sarah Bernhardt y el tenor Constantino.

periodico invasor Las compañías teatrales de mayor prestigio en la Isla fueron frecuentes en los programas de los coliseos. Instituciones que se convirtieron en clientes fijos de los periódicos para anunciar sus actividades. Además, funcionaron varias academias de música, asociaciones de instrucción y de recreo.

Una red de comercios, bodegas, lavanderías, ferreterías, carpinterías, bares, etcétera, se fomentó en los dos núcleos poblacionales fundamentales. Estos establecimientos se vieron envueltos en la competencia y nada mejor que la prensa para hacer propaganda a sus servicios. Como se sabe, el ingreso principal de los periódicos en el capitalismo proviene de los anuncios, por eso contaban con un sustento seguro en las ciudades avileñas.

Si bien es cierto que se editaron decenas de periódicos en apenas 50 años, no debe engañarse el lector por las cifras, puesto que la mayoría circulaba unos meses nada más, algunos luego volvían a hacer el intento para callarse, definitivamente, ante la falta de recursos materiales, víctimas de la competencia entre ellos.

Caracterizaba a esta prensa los trabajos sensacionalistas en la denominada crónica roja sobre hechos de sangre, robos, suicidios…; la crónica social, que se ocupaba en destacar los atributos de representantes de la clase media; las campañas políticas y los líderes de los diferentes partidos eran clientes habituales, el número de páginas no se aprovechaba al máximo con fines noticiosos porque parte de muchas planas se dedicaba a los anuncios.

Todo no fue negativo, pues contribuyó a la divulgación de la literatura nacional e internacional; fue el espacio en el que los escritores avileños dieron a conocer sus creaciones cuando publicar un libro constituía una proeza, los resultados de las investigaciones históricas vieron la luz en sus páginas, contribuyendo así al fortalecimiento de la identidad.

También algunos rotativos combatieron males sociales como la corrupción, la miseria, el desempleo, la insalubridad y la ineficiencia ejecutiva de los alcaldes. Por su actitud sufrieron la censura gubernamental, tal es el caso de Ahora que fue clausurado por Machado. Además, hubo periodistas llevados a prisión o golpeados.

Por su larga vida y calidad sobresalieron los avileños: El Pueblo, La Región, El Bohemio y La Hora. Y, entre los moronenses, El Sol, El Gallo de Morón, El Comercio y Morón.

Dato curioso es que la tradición de publicar periódicos llegó hasta los barrios. Por ejemplo, circularon: Ecos de Chambas, El Gaspareño, La Voz de Jagüeyal, Ecos de Majagua, y La Cunagua, entre otros.

De los humorísticos se recuerda a El Alacrancito, El Vigilante, La Lengua, El Mosquito, y El Polluso.

En esto de nombrar a los periódicos se aprecia una dosis de agresividad. Dígame si no tengo razón: El Látigo, El Látigo Rojo, El Fuete, Sal y Pimienta, El Machete, y El Relámpago.

En un breve recuento como este de la prensa plana avileña, no puede faltar la mención de las revistas, que hubo muchas y de calidad. Alma Ilustrada, Horizontes, Síntesis y Lirio fueron algunas de las más representativas.

Después de 1959, la tradición periodística se vio afectada por diversas causas. Dentro de la económica, la desaparición de los anuncios como consecuencia de la intervención de la propiedad privada y la falta o escasez de insumos para la impresión; en la política, el enfrentamiento a la Revolución, la salida del país de los más reconocidos periodistas y, a mi juicio, la inexistencia en la nueva dirigencia gubernamental de una voluntad para buscar alternativas que mantuvieran viva una manifestación cultural identitaria.

Aunque no desaparecieron de inmediato. Fue un proceso que se extendió hasta, aproximadamente, el primer lustro de la Revolución. La Voz, moronense, fundado en 1930, todavía circulaba en diciembre de 1960, en ese año también se editaba la revista Ciego de Ávila por dentro y La Región.

Además, surgieron, con vida breve, en los primeros meses de 1959, Clamor Revolucionario y El Rebelde, en la Ciudad de los Portales.

Luego transcurrió un largo período de silencio. Sin embargo, el 26 de julio de 1979, al fin, el pueblo avileño volvía a leer un periódico suyo, que reflejaba el acontecer de la nueva provincia. Aquella semilla, tres y media décadas después, sigue dando frutos.

* Artículo originalmente publicado en el semanario Invasor, el sábado 26 de julio de 2014.