Ven conmigo a patinar

Florecen los patinadores en el centro de la ciudad de Ciego de Ávila, como la primavera

El tiempo vuela. Voló muchísimo desde aquellos días en que la televisión cubana transmitía un video musical con jovencitos patinando por La Habana. El estribillo, que es el título de este fotorreportaje, invitaba a andar sobre ruedas. Eran unas ruedas multicolores, si no me acuerdo mal. Y la niña que era entonces sentía un poco de envidia, lo he de admitir.

Luego el tiempo voló todavía más y puso a la espera el proyecto de una pista de patinaje en el Parque de la Ciudad, que desviaría hacia ese enclave recreativo todo el “tráfico” de patinadores del Parque Martí, jóvenes temerarios que han hecho maldecir a más de uno, siempre que pasan veloces como rayos, justo en las narices de los caminantes.

Pero lo cierto es que ese proyecto no solo quedó a la espera, sino pareciera olvidado. Y el tráfico de “skaters” ―palabra en inglés que, supuestamente, tiene más swing (¡vaya con el idioma de Shakespeare!, por favor)― sigue siendo pista, polígono, vitrina de cuanta peripecia, maroma y carrera a todo dar pueda ser contada aquí.

Porque no hay en esta ciudad otro espacio cuya superficie permita patinar sin tropiezos o hacer saltos sobre patinetas, y porque los bancos a la sombra se prestan solos para que los padres fiscalicen el tiempo de esparcimiento de sus muchachos. El Parque Martí es, además, equidistante de todas las esquinas avileñas y punto de referencia obligada para los encuentros.

Estas son las instantáneas de una tarde en ese corazón citadino, rampa para juventudes sobre ruedas.

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