Pollera de Florencia o donde Odalys “puso” el huevo

De pequeño, cuando a mamá uno le parecía muy revoltoso, gritaba: “¡Mijo!, acaba de ‛poner’ el huevo”. Y crecí con el dicho, que significa buscar la estabilidad. Esa expresión la recordé cuando conocí a Odalys Isla Hernández, navera de la Unidad Empresarial de Base (UEB) No. 17, Propósito Ponedora, de Florencia.

Ella, por así decirlo, “puso” su huevo allí hace 20 años y, según expresa, fue y es cuestión de placer, aunque empezó arrastrada por necesidades económicas. “Tenía dos muchachos que mantener, Yordanka y Nadir, y era madre soltera. Años después parí a Carlos, al que, prácticamente, di a luz en la pollera, empujando la carretilla, pues me fui a casa con siete meses de embarazo”.

Vestida de verde, con botas de goma y el olor propio de una granja avícola, la también fundadora del centro comenta que este abrió sus puertas en diciembre de 1990 y luego las cerró desde 1995 hasta 2003, como efecto del Período Especial. Cuando el cloquear de las aves volvió a romper el silencio en la zona, Odalys reapareció.

Ahora, a sus 60 años, la cercana jubilación la obliga a pensar en su domicilio, el nido mayor, donde le esperan los nietos, que ya suman cuatro, y su mamá enferma, con 84 años. “La casa tampoco será fácil”, asegura quien ha demostrado tener, incluso, más de una familia.

Odalys siempre ha sido navera, otra postura bien “puesta”. “Cuando empecé a trabajar aquí, nadie sabía lo que era esto y poquito a poquito fuimos aprendiendo, a ‛trastazos’”, recuerda la empírica florenciana, mientras deja escapar una sonrisa detrás de otra.

Allá, un tanto lejos, el cacareo de las gallinas parece reclamar sus afectos, ya que “ser navera no significa solo entregar pienso y recoger huevos, hay que saber cómo atender y entender a las gallinas; la atención es fundamental para la salud de las aves”.

En la UEB de Florencia cada navera atiende unos 4 500 ejemplares, del total de 71 634. Sin dudas, es complejo el encargo, pues se camina bastante y tienen que agacharse mucho.

De 7:30 am a 4:30 pm, ella demuestra su amor por lo que hace, lejos de ser un lugar en el que ha podido enriquecerse, pues comenzó a “sacar adelante” a sus hijos con apenas 141.00 pesos como sueldo. Actualmente, se regocija de ganar más de 1 400.00, si bien sigue amando más lo que hace que lo que lleva al bolsillo.

Es una mujer de pocas palabras, pero con mucho para enseñar; de hecho, conquistó el lugar de una maestra para los que llegan a la nave. Destaca, además, su sentido del humor: “tuve un ave que movía la cabecita y hacía ‛cooo-co-co-có’, como hablándome”. Y entonces se me puso la “piel de gallina”.

“¿Tienes gallinas en tu casa?”, pregunto, a lo que responde: “Sí, pero no les dedico tanto tiempo y amor como a estas”. “Ojalá no te nieguen el huevo”, digo. Y sonreímos.

No hay quién le haga un cuento. Sabe al dedillo sobre tiempos buenos y malos. Insiste en jubilarse ahí porque vive enamorada de lo que escogió para estabilizarse en la vida. “Cuando en enero próximo me vaya para la casa, echaré de menos todo. Vendré de vez en cuando”. Y se ríe.

Sus manos y estilo contribuyen a que, junto con 47 compañeros, en este momento se hable de utilidades al 213,7 por ciento, que van de 2 380 300.00 pesos a 5 086 500.00. Además, la producción de huevos, hasta la fecha, se comporta al 121,4 por ciento, o sea, de un plan de 10 452 900.00 constan recogidos 12 609 340.00.

Las huellas de Odalys andan por ahí en muchas de esas 56 000 posturas que, como aproximado, se acopian diariamente en la entidad, y van a parar a los municipios avileños de Chambas y Florencia, otras partes del territorio y más allá.

Esta mujer, que una vez anduvo por los semilleros de tabaco, que ha aprendido sobre la marcha, evita que tanto ella como las gallinas caigan en estrés. ¿Cómo? A una sonrisa le recibe un cacareo, y si este último le suena raro, otra sonrisa y un mimo lo consienten. Ese paraje florenciano, sería un calvario sin el "cooo-co-co-có".


Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar