José Ramón Artigas al margen de las probabilidades

El epidemiólogo y profesor no se deja entrevistar. Esto es la reconstrucción más o menos inexacta de conversaciones inconclusas en tiempos de COVID-19

Estadísticamente todo lo que contaré a continuación era improbable. Un habanero recién graduado que se queda a vivir en Chambas. Un jovencísimo epidemiólogo que calcula la efectividad de una vacuna cubana durante una pandemia. Un doctor a las puertas de la jubilación volviendo sobre sus pasos ante una pandemia, 30 años después. José Ramón Artigas Serpa podría estimar la probabilidad de que su vida fuera o no lo que ha sido, pero prefiere seguir computando los datos de la vacunación contra la COVID-19. No se deja entrevistar.

Si esta fuera una conversación convencional llevada al lenguaje escrito habría que empezar apuntando algo que él mismo me responde al correo electrónico, a tanto insistir para unas pocas preguntas. “Soy hijo de obreros. Mi padre, aunque nació en el pueblito de La Salud (actual provincia de Mayabeque), se mudó para La Habana cuando se casó con mi madre. Ambos trabajaban, él de chofer y ella en un estudio fotográfico. Soy nieto de canarios por parte de madre y, según un historiador de Holguín, ya fallecido, los primeros Artigas arribaron por Manzanillo, desde Uruguay. Pero lo más importante es que soy cubano de pura cepa y siempre me inculcaron la honestidad, decir la verdad y ser consecuente con mis ideas.”

Por supuesto, hay allí una declaración de principios que lo ha acompañado y definido en todo momento, como cuando terminó la carrera de Medicina y, con esposa y dos hijos pequeños, aceptó la ubicación laboral a más de 400 kilómetros de su casa. A Chambas fue a dar la incipiente familia Artigas-Pérez, porque esta historia no se puede contar sin Marlene Pérez Randolfo, “media naranja”, compañera de vida y de profesión.

ArtiagaCortesía del entrevistadoJunto a su compañera de vida, la también doctora Marlene Pérez

Él envía estos datos una noche de principios de octubre, como si completara su curriculum vitae, y una sabe que se pierden los detalles, valiosísimos; mas no suelta prenda. “El ejercicio de la profesión, cuando me gradué en 1980, me llevó primero a ser jefe de servicios médicos de la Brigada Coheteril, de La Habana. Después realicé el servicio médico rural en Chambas, allí me inicié como médico y, al mismo tiempo, como director municipal de Salud. Creo que esto último fue pura casualidad, resultado de llegar a la provincia en un momento en que se necesitaba relevar al director de Chambas y, como tenía experiencia de las Fuerzas Armadas, eso influyó en la decisión de asignarme el cargo.

“Fue el Dr. Felipe Aragón, al frente del sectorial de Salud en Ciego de Ávila, quien me dio esa responsabilidad. En Chambas estuve dos periodos, 1981-1983 y 1985-1987. Luego fui promovido a director del Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola, donde permanecí en esa función desde enero de 1988 hasta 1991.”

El sueño de ser cirujano y las “prácticas” con pollos y peces en la infancia se bifurcaron en el camino, y Artigas terminó siendo epidemiólogo, de los buenos. No caeremos en la trampa de cuestionar si perdimos un especialista en Cirugía o ganamos uno en Epidemiología. Desde cualquiera de las dos ramas habría salvado vidas, como lo hizo; en Cuba y fuera de ella. Por mi cuenta tiene cuatro misiones internacionalistas, bajo las balas y a expensas de las cobras en Angola (1983-1985), después de la devastación del huracán Mitch en Honduras (1998), y como fundador del Contingente Henry Reeve en Guatemala (2005) y en Bolivia (2006-2008).

image artigasCortesía del entrevistado

La hoja de servicios del profe José Ramón Artigas —por cierto, tocayo y primo del realizador de televisión y director de De la gran escena— tiene varias páginas. En el supuesto caso que nos dejara revisarlas con detenimiento encontraríamos que es Especialista de Primer Grado en Administración de Salud, Especialista en Segundo Grado en Higiene y Epidemiología, Máster en Epidemiología graduado del Instituto Pedro Kourí y profesor asistente, con más de 30 años vinculado a la docencia.

Obviamente, al saber administrar las estructuras del Sistema de Salud Pública (algo tan necesario, pero que ya no se estudia) tuvo jefaturas no solo al frente del hospital o un municipio, sino de departamentos en la Dirección Provincial y el Centro de Higiene, Epidemiología y Microbiología (1999-2004). Y aunque no sea posible separar al jefe del experto, dominar la ciencia de las enfermedades en las poblaciones puso a Artigas en el centro de dos momentos cruciales en Cuba, marcados por las casualidades, ¿o las causalidades?

La primera gran epidemia de la que tiene memoria fue la de Dengue, en 1978. Entonces era aún estudiante y no conoció los intríngulis de su enfrentamiento. Pero considera que en 1981, cuando el Dengue Hemorrágico le cobró a este país más de 150 vidas, la mayoría niños, como médico en Chambas, fue su prueba de fuego. Una prueba que volvería a repetirse solo unos años después, con la Meningoencegalitis meningoccócica A, B y C, que también nos dejó marcas indelebles. Esa cronología tendría su ¿epílogo? en este tiempo de COVID-19, la enfermedad más compleja que le haya tocado enfrentar, “por su magnitud y la cantidad de fallecidos”.

Y aquí es donde viene la casualidad o la causalidad de Artigas. Al dedicarse con disciplina casi militar a ordenar durante más de 18 meses las bases de datos de la incidencia de la enfermedad y la vacunación masiva en Ciego de Ávila y Morón, el profe ha podido calcular la efectividad de una de las vacunas cubanas contra el SARS-CoV-2, la Abdala desarrollada por el CIGB, mientras las Soberanas, producidas por el Instituto Finlay de Vacunas, van cumpliendo también su cometido. El número de Abdala en el grupo poblacional estudiado es público y es muy bueno, tanto o más porque su estudio es el único fuera de los ensayos clínicos de los inmunógenos en el país.

Lo curioso es que un cálculo similar, a partir de otra vacuna cubana también producida por el Finlay, ya estaba en los archivos de Artigas desde 1993, en el momento en que obtuvo el grado científico de Máster. Al analizar la efectividad de VA-MENGOC-BC, de conjunto con el también epidemiólogo Omar Borges Acosta, la investigación reveló que el inmunógeno fue efectivo en el 94 por ciento de los vacunados y redujo significativamente la aparición de nuevos casos de meningitis en la población de 0-24 años en Ciego de Ávila.

Inferir que él es el vaso comunicante entre dos momentos de particular tensión sanitaria para la provincia y el país, donde, además, la Ciencia cubana ha demostrado sus capacidades, podría ser muy inexacto, pero un poco de mística sí tiene. No hay forma de que Artigas esté de acuerdo con tal planteamiento, huelga decir. Aunque sabe calcularlas y le han granjeado un respeto en el gremio, siempre ha preferido vivir al margen de las probabilidades.


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