El violeteño José Guillermo González Villa, Guille, es uno de los más de 300 000 cubanos que contribuyeron a la erradicación del analfabetismo en Cuba. Este 22 de diciembre Cuba recuerda el aniversario 60 de esa épica batalla.
Un buen día de febrero de 1961 Miguel Ángel Cerra, interventor del Banco Continental Cubano, citó para una reunión a los trabajadores y directivos que laboraban en las agencias habaneras de esa casa bancaria. Tema único: la inminente Campaña Nacional de Alfabetización y la captación de compañeros y compañeras con experiencia dispuestos a ir a enseñar a leer y escribir en cualquier lugar de la Isla.
Sin pensarlo dos veces José Guillermo González Villa levantó la mano. “Varios hicieron lo mismo. Unos días más tarde partimos hacia Varadero, Matanzas, con ubicación en la Base Granma, donde un grupo de especialistas nos impartiría durante dos semanas la preparación necesaria para enfrentar la enseñanza a los iletrados.
“Una vez concluida esa fase, entregaron el uniforme y otros útiles. Me ubicaron en Camagüey, específicamente en una zona del central Jaronú (luego Brasil) llamada Saimí, como jefe de brigada, al frente de 26 jóvenes habaneros”, precisa Guille.
A sus 87 años mi entrevistado exhibe una memoria envidiable. Él mantiene frescos en su “disco duro” cada detalle de ese singular combate al que llegó con 27 calendarios deshojados. “Al comienzo tuve que asumir a 48 alumnos, pues la tropita de la capital no había llegado aún.
“Pero me quedé con 19, aunque al final enseñé a 17, pues hubo dos que tenían mucha edad, amén de otras dificultades. Claro que muchos eran penosos y poco locuaces; era lógico pues no nos conocíamos. Pero con mucha paciencia y alguna que otra maña me los gané a todos.
“Algunos eran haitianos, otros jamaiquinos. Y unos poquitos oriundos del lugar. No les fue fácil, pues trabajaban duro en labores agrícolas vinculadas a la caña y a los cultivos varios. Luego de regresar del campo, refrescaban y ya a las ocho y pico estaban en el aula. Fue un buen grupo, entusiastas, disciplinados: cada vez que aprendían algo nuevo lo demostraban con risas, con alegría. Al final, para mí eran como hermanos, hacedores de cuentos, chéveres…”.
La pregunta de turno no le inquieta. Me hace un pequeño guiño, se arregla los lentes y retoma el diálogo. “Inquieres sobre el cambio que experimentó mi vida. Para mí fue tremendo. Imagínate. Yo soy de Violeta, pero entonces vivía en La Habana, estaba trabajando en la oficina central del Banco Continental, vivía en el Vedado, vestía de cuello y corbata, todo el tiempo en aire acondicionado. Donde alfabeticé, sòlo había dos o tres casas, incluida la del administrador de la cooperativa Jesús Menéndez, y varios barracones para los obreros. Me daban leche por las mañanas y luego mucho plátano hervido y frutas, entre otros alimentos. Con una escopetica de pellets y luego con una de marca U que me llevó papá, a veces, mejoraba el menú. Pero enseguida me adapté”.
Recuerda que casi todos sus alumnos tenían dificultades con la vista. “Hablé con el administrador de la cooperativa, le expliqué la situación y le pedí prestado un transporte. Accedió y dos o tres días después fui para Camagüey, busqué una óptica, les graduaron la vista y les compré los espejuelos”. Queda callado un momento y agrega: “No me preguntes…, no me acuerdo quién pagó aquello”.
José Guillermo no solo alfabetizó, sino que aprovechó bien su tiempo. “Como las clases eran de noche yo ayudaba en lo que fuera. Yo soy contador, apoyaba a la cooperativa en la confección de los reportes y las nóminas y en otras tareas de oficina, y cuando no, pues me iba para el campo a laborar junto a mis alumnos”.
Poco a poco los 17 alumnos de Guille aprendieron a leer y a escribir. “Brincaban de gozo cada vez que uno terminaba la carta que remitía al Comandante en Jefe Fidel Castro, máximo impulsor de la Campaña, agradeciéndole lo aprendido. Ya no tendrían que firmar con una cruz o imprimiendo sus huellas dactilares. Y yo fui muy feliz 17 veces. Fue mi premio mayor”.
Detallista como es para todas sus cosas. José Guillermo guarda como su más preciado tesoro cada una de esas misivas, a las que les añadió una pequeña foto de cada alfabetizado. “Y para que no se fueran a deteriorar, las mandé a plasticar, e igual hice con todos los documentos relacionados con la Campaña”. Al final, la Dirección de la Campaña en el gran Camagüey le dijo que él había sido uno de los que más personas había alfabetizado y que se ubicaba entre los mejores de la provincia.
Fragmentos de las misivas de los alfabetizados
“Le doy las gracias por lo que Usted me ha permitido conseguir en este día (…) En todos los años que he pasado en Cuba no había podido aprender a leer, Dolor, maltrato, hambre, miseria. Yo aprendí y mi maestro me dijo que yo pasé trabajo porque soy jamaiquino (…) Que Dios lo ayude a Usted para que siga ayudando a los pobres”. (Leslie Mc Intosh, 56 años). “Le hago esta carta para felicitarlo (a Fidel) por haberme hecho posible aprender a leer y escribir a los 37 años de edad, lo que yo nunca había pensado. La Revolución me ha dado todo a cambio de nada. (Benito de Armas) “Muchas gracias por haberme mandado a mi maestro Guillermo para enseñarme a leer y escribir. Yo no puedo ver muy bien pero yo he aprendido bastante y por eso le puede escribir esta carta…”. (José Tomás Haití, 53 años) “Me encuentro agradecido de la Revolución (,,,) En 1959 me tumbaron el yugo (…) La Revolución me enseñó el camino de la Educación ¿Cuál es ese camino? La educación. (Alejandro Morales, 49 años) |
“Aunque esto parezca una inmodestia, te digo algo: yo quería hacer algo grande para ayudar a la Revolución. Mi papá y los mayores de mis 12 hermanos alfabetizaron. Yo fui machetero en la primera Zafra del pueblo. Estuve en la primera y segunda Declaración de La Habana, en la creación de los CDR y las Milicias…
“Por eso me fui a alfabetizar sin pensarlo dos veces. Enseñar a leer y a escribir fue algo muy grande para mí. Aprendí mucho más de la vida del campo, de las cooperativas; a valorar más, en toda su dimensión, el sentido de mi vida. Ver los rostros felices y agradecidos de aquellos hombres es algo que me llena de un profundo orgullo y que no olvidaré jamás”.
Guille en los tiempos de la alfabetización• Discurso de Fidel el 22 de diciembre de 1961
Cuando terminó la Campaña Nacional de Alfabetización, Guille cobró dos meses de vacaciones atrasadas y partió hacia Violeta con otra decisión en su mente. No más sacudirse el polvo del camino, fue a visitar a María Antonieta, su novia. Al encontrarse, le tomó las manos y muy quedo le musitó al oído: “Ya tenemos dinero. Vamos a casarnos”. Y ella, ruborizándose y con sus dos luceros azules brillándole, le dijo: “¡Sí”. Este 17 de diciembre cumplieron seis décadas de feliz unión. Guille laboró un poco más de tiempo en La Habana y regresó para siempre a su tierra natal.
Trabajó como profesor de Educación Física y luego de ajedrez, con resultados halagüeños. Fue un destacado jugador de pelota y baloncesto; también coleccionista de sellos; y un excelente cazador y pescador. Más acá en el tiempo, cosechó importantes lauros en la agricultura urbana y suburbana, primero con árboles frutales y después con plantas ornamentales: una Referencia nacional y cuatro Excelencias en el mismo nivel.
“Yo me considero un hombre realizado. María Antonieta y nuestra hija Merita son mis dos pilares básicos. Y te repito. Si pudiera regresar en el tiempo, volvería a ser uno de los más de 300 000 alfabetizadores para vivir de nuevo, al decir del Comandante en Jefe Fidel en la declaración de Cuba como Territorio Libre de Analfabetismo, `que ningún momento más solemne y emocionante, ningún instante de legítimo orgullo y de gloria como este en que cuatro y medio siglos de ignorancia han sido derrumbados´”.