Con los ya abandonados, los asilvestrados que no tienen un maltratador en específico, sino una vida despojada en lo absoluto de buen trato, no funcionan las multas. Ya es la ley quien obliga a pensar en materia de oportunidades.
No había que ser profeta, sino realista, para saber que el Decreto Ley 31, de Bienestar Animal, no iba a tener ruedas para ir recogiendo callejeros, ni un ojo cual Gran Hermano para detener peleas clandestinas de gallos y perros, ni convenios con proveedores de medicamentos, ni comida para mantener refugios.
La ley es solo un compendio de voluntades que pueden hacer valer los voluntariosos, pero que necesita también un respaldo de recursos, instituciones y ciudadanía.
Cierto es que una de las mayores preocupaciones, la de poder denunciar a un maltratador, por no alimentar, por amarrar, abandonar o maltratar un animal afectivo o productivo, queda de facto amparada por el decreto ley, al considerarse contravenciones.
Pero con castigar no basta. Porque si hablamos de bienestar como un concepto que englobe el estado físico y mental del animal desde el nacimiento y hasta la muerte, el decreto ley debe “engrasar” todo un mecanismo que pasa por los servicios veterinarios, y, en el peor de los casos, acabar con el sacrificio en los llamados “centros de acogida, rescate y rehabilitación”.
De acuerdo con Basilio González Adega, jefe del Departamento de Sanidad Animal de la Delegación del Ministerio de la Agricultura en Ciego de Ávila, hay cuatro municipios que no cuentan con un consultorio o una clínica veterinaria, mientras que el estado constructivo de algunas, como la de Morón, está muy deteriorado. Por fortuna, habla de un programa de reconstrucción que debe ejecutarse en el año en curso.
Con la disponibilidad de medicamentos, el panorama es más complejo. La falta de anestésicos, antiparasitarios internos y externos, hilo de sutura y antibióticos que refiere Basilio, hace casi imposible prestar servicios clave como la esterilización de animales.
El ciclo del antibienestar pasa una y otra vez por ahí. Mientras Zoonosis “sanea” 20 gatos y perros en un día, gatas y perras callejeras paren camadas de tres, cuatro, cinco cachorros debajo de una escalera. Y eso es una realidad constatada en 2019 a Invasor por el propio director de ese programa en Ciego de Ávila, el doctor Manuel Álvarez Ramírez.
Entonces, mientras Zoonosis acapara el papel de aparente villano, los protectores claman por otra cosa: seguimos necesitando la esterilización.
Así lo cree la moronera Yadira Piñero Armas, que hace un tiempo se percató de que la labor de protectora era insostenible por su cuenta, y hoy responde las preguntas de Invasor tras salir de una reunión del gobierno “para el tema de comida del refugio” (alianza que rima con esperanza).
El grupo de otros animalistas avileños con quienes comparte labor ha logrado en lo que va de año poner a 42 animales afectivos en adopción, tras acogerlos, tratarlos y alimentarlos. Ese esfuerzo se dice fácil.
Es un número que a ella le sabe a poco comparado con los abandonos: “Los cambios desde la aprobación del decreto no han sido del todo notables, ni los más esperados por los protectores animalistas del país. A raíz del temor a las multas y sanciones que dispone el presente decreto han aumentado los abandonos de animales, por lo que es mayor el número de población callejera”. Es muy complejo controlarlas, sin contar con una esterilización barata y segura.
Si teniendo un decreto ley que previene sanciones serias seguimos contando historias del vecino que golpea al perro, del caballo fustigado para hacerle levantar tras doce horas de trabajo, o del gallo viejo comido a picotazos en el entrenamiento del nuevo campeón, será inevitablemente porque alguien hizo de la vista gorda con un maltratador.
• Al momento de la aprobación, esta era la opinión de Invasor
Pero con los ya abandonados, los asilvestrados que no tienen un maltratador en específico, sino una vida despojada en lo absoluto de buen trato, no funcionan las multas. Ya es la ley quien obliga a pensar en materia de oportunidades.
Respecto a esa ley, ojalá se aplique al menos a un 90%, pero lo dudo y lo dudaré 80² veces más.
El caso es que si para las personas, las leyes no se cumplen en buena medida gracias al estado de abandono y dejadez institucional existente, ¿qué quedará para los pobres animales que no tienen voz propia en nuestro lenguaje, para poder expresarse?
Brmh