Casa de palo y voluntad de hierro

Por Amanda Tamayo Rodriguez
Fotos: Amanda
Felipa es, quizás, el vehículo perfecto para contar historias sobre asentamientos precarios y viviendas ilegales, ya verán por qué. Desde Ciego de Ávila, con ella, abrimos el debate

Felipa Tavera Gómez guarda una carpeta de papeles y periódicos debajo del colchón, como buena cubana. Entre ellos, un ejemplar de Invasor, fechado el 24 de agosto de 2019, con una foto suya en primera plana.

Obras económicas y sociales demandan eficiencia, rezaba el titular y en la foto, Inés María Chapman Waugh, vicepresidenta de los Consejos de Estado y de Ministros, mirando hacia Felipa. Minutos antes, recuerda, “estaba lavando, entripada en agua”. Pero le avisaron de la visita y ella corrió a cambiarse. Se puso un pulovito rojo y blanco que “ya está lleno de huequitos, fíjate si hace tiempo”, y salió a la puerta delantera del vagón de tren que tiene como casa a contar su historia. Después de la foto, Chapman se despidió con un beso y siguió una apretada agenda de visitas a obras inconclusas de la agricultura avileña. Se fue, probablemente, dejando como tarea pendiente para el municipio la solución de tan añeja vulnerabilidad.

Han pasado cuatro años y ahora Felipa quiere, ya jubilada, ir a La Habana o escribirle al Presidente para contarle que sigue en el mismo lugar. Y con la misma gente.

“Aquí sigo”

El trillo es largo y en este tiempo los mosquitos casi no te dejan avanzar. “Las casillas” es el nombre común que le da todo Morón a una hilera de veintitantos vagones de tren que bordean la línea y se extienden desde Serafina, muy cerca del viejo hotel Perla, hasta las cercanías de la Unidad Empresarial de Base Osvaldo Sánchez, de la Empresa Cárnica provincial.

Una curva apretada que recorre el tren de Santa Clara y el de Camagüey, cuando entra de espaldas, estremeciendo las paredes de madera y metal de todo el vecindario.

Poco a poco, se han camuflado con el barrio de tal forma que se ven normales. Tanto que, estando dentro de la de la China (que así le dice todo el mundo a Felipa) da la impresión de ser solo una casa estrecha, aunque maltrecha también. Tiene que ser por el empeño que ella ha puesto. “Yo no puedo dejar que esto me caiga en la cabeza”.

Por eso, insiste en poner una mesa con florero en el medio de una sala diminuta en la que casi no se puede caminar, o en que cuelguen de las paredes un calendario, un cuadro de la Virgen de la Caridad del Cobre y una foto del General de Ejército Raúl Castro. Además, tiene “agua de la calle en las llavecitas del patio”, un baño de tren que no descarga, corriente eléctrica y un jardín lleno de flores.

 felipaA esta puerta llega todo el barrio buscando apoyo de Felipa

Hasta ahí su casa pudiera ser cualquiera de las otras que completan un aproximado del 13 por ciento del fondo habitacional moronense evaluado como en mal estado, según los cálculos de mediados de mayo de 2020. Un número al que los planes de la Dirección Municipal de Vivienda (DMV), en estos años de crisis económica, no alcanzan a arrancarle cifras. Pero esa casa tiene algo diferente: es una vivienda ilegal.

La China prepara un café, devuelve al fuego la olla de tres válvulas y se sienta a hacer inventario de sus mudanzas. De Guantánamo a Falla, después a Morón, en un cuartico que le prestaron. Ya tenía una hija pequeña cuando tuvo que salir de ahí “y meterme en una de las casillas de por La Victoria” (barrio cercano a la Terminal de Ferrocarriles de Morón), que era inhabitable. De ahí a la penúltima casilla del trillito, hasta que se pudrió el piso y se le cayó el nieto que cría como hijo. De esa a la última casilla, y hasta hoy. “Aquí también se me empezó a desbaratar el piso, pero yo fui al Gobierno y logré que me dieran con qué rellenar y echar cemento, porque mi niño no se me podía volver a caer por un hueco”.

Antes del café, da paso hacia los cuartos, separados por un armario que tuvo que mover de una pared a otra para tapar un hueco. Ya en la cocina, viene su yerno a pedir prestada una válvula para ablandar frijoles a presión, y ella aprovecha para explicarme que su hija, “que tiene retraso”, vive independiente en un pedacito de la casilla y trabaja como auxiliar de limpieza en una escuela. Seis personas, con su pareja y las de sus dos hijos, que comen, duermen, fuman, cocinan y viven entre dos paredes a tres metros de distancia.

mujer “Si Dios quiere, el mes que viene voy a La Habana”

Treinta años han pasado en total desde que llegó como auxiliar de limpieza a la Terminal de Ferrocarriles y se jubilara como secretaria del Sindicato del Transporte, cuadro de la Central de Trabajadores de Cuba, militante del Partido y presidenta de su Comité de Defensa de la Revolución.

Junto con el de las mudanzas va el inventario de reuniones y de las esperanzas de un total de 24 familias, ella y sus vecinos. Un terreno que nunca fue, las “petrocasas” que, por justicia, fueron para damnificados por Irma… Reunión en 2009 para erradicarlo en 2011, reunión en 2016 para la entrega de terrenos. Recorrido en 2019 para ver a las familias…

“Y nadie me dice”

Cuando en lenguaje formal se dice que la Unión de Ferrocarriles de Cuba en Ciego de Ávila está haciendo gestiones para las 14 familias a reubicar, en realidad es la persona de Tania Estrella González Sosa, representante de dicha organización, quien pone el cuerpo y las energías.

Ella dice a Invasor que su objetivo es lograr este año dar solución a ocho de las viviendas previstas, tratando de que “salgan por plan” y obtener de esa manera todos los materiales necesarios. Desde el Gobierno, agrega, hay también seis subsidios otorgados, aún sin empezar, y dos apartamentos para la comunidad de las casillas.

“Sí, eso es una ilegalidad de Ferrocarriles”, comienza a explicar Yorqui Navarro Pérez, intendente del municipio, quien confirma que se aprobó en el plan de este año la obra constructiva de inversión nacional, de la Organización Superior de la Dirección Empresarial a la que pertenece Ferrocarriles. “Pero aún no tienen ni siquiera la microlocalización”.

Para comprender mejor el panorama, habría que remitirse a los datos que brinda la DMV. En un quinquenio, Ferrocarriles se ha propuesto construir apenas una vivienda y no lo ha logrado, como sucede con Azcuba, la Empresa Forestal y todo organismo cuya función principal no es la construcción.

De los planes estatales, en cinco años, más de la mitad de las viviendas las ha construido la Empresa Inmobiliaria Almest, período en que la ciudad vio levantarse un barrio de edificios a dos cuadras del hospital. De 2019 (cuando pasaba por aquí Inés María Chapman) a 2022, Morón construyó 608 casas. 450 son de Almest. Eso deja apenas 158 casas con las que Felipa y sus vecinos habrían podido contar.

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Posted by Leonel Iparraguirre González on Thursday, August 26, 2021

A otros, como Vivian Hernández Díaz, le dieron respuesta hace años. Por su salud, tiene un subsidio otorgado, pero sin ejecutar. Hace unos meses, cuando Invasor comenzó su investigación, la entrevistamos. A media mañana, con la falda mojada de lavar, Vivian decía que si fuera por ella no se iría, “yo aquí estoy bien. Es verdad que hay que hacerle muchas cosas, pero ya llevo varios años aquí. Tengo todo, hasta tarjeta magnética, pero me han dado tres solares y me los han quitado todos. Y no me dan explicaciones de nada”.

vivianVivian es de las que tienen subsidios otorgados

Con los datos que aporta Reinielki Jiménez Ruiz, viceintendente, podemos ubicar su caso en el “mapa” de los planes de vivienda. Desde 2020, seis subsidios permanecen con financiamiento, pero sin constructores ni movimiento de tierra. Solo 15 subsidios (de 73) lograron ejecutarse en 2022.

El plan de subsidios de 2023, está conformado, en su mayoría, por subsidios aprobados en 2018, de modo que, para no pocos, hay un quinquenio de desfase y algunos necesitarán de más tiempo.

A Jesús, dos casas al lado, “no le han dado soluciones”. Dice que fue al Banco a pedir un crédito para arreglar su vagón, pero en ese tiempo les dijeron que les harían “un edificio en las petrocasas” y entonces esperó. Él vive solo y se mudó hace bastante menos que Felipa. Pasa las mañanas sentado cerca de la línea del tren y cuando le pregunto su nombre completo contesta solamente “Jesús”.

Allí hay vagones que ya no lo parecen. Vagones convertidos en casas seguras; vagones en apariencia vacíos, pero que no lo están. Vagones donde viven niños y adolescentes. Vagones donde viven ancianos. Como cualquier casa. Como cualquier barrio

 

La cuenta de ocupaciones ilegales que hace el intendente es rápida: una en un inmueble de Salud Pública, dos en establecimientos de Comercio, antes de caer en una más notoria aún que las casillas: el hotel Perla. Ahí dentro hay 39 familias que, a los ojos de todos, han transformado espacios inhabitables en viviendas precarias. Hacia adentro, un laberinto de cordeles con ropa tendida, bicicletas, cables con bombillos colgando y muros sobre los que se “erigen” tarimas para vender desde mangos hasta paquetes de sazón, recogen historias que se le escapan a estas líneas.

De acuerdo con el Informe Voluntario de Cuba de 2019, sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el 1,15 por ciento de la población cubana se encuentra privado de condiciones de vivienda seguras. Es el sexto indicador con mayor efecto sobre el bienestar ciudadano, por debajo de otros como el acceso a agua potable (1,42), nutrición (1,37) o tipo de combustible para cocinar (3,51). En 2021, el informe siguiente indicaba que el 6 por ciento de la población avileña residía en barrios y focos precarios e informales.

focos Como se ve en el gráfico, Ciego de Ávila y Camagüey son los territorios de mayor proporción de población urbana viviendo en barrios y focos precarios. Con respecto a 2017 se produjo una mejoría en 2019, pero la provincia se mantiene por encima de la media nacional (4.05 por ciento)

Entre la necesidad y la capacidad, las categorías con las que se estudia, casualmente, el bienestar, se tejen actos demasiado complejos para encasillarlos solo en el adjetivo de “ilegal”. Felipa fue tan “capaz” de ocupar una casilla cuando tenía una hija y cero apoyos, como de reparar hasta el cansancio esta en la que cobija a toda una familia. Fue capaz de exigir lo mínimo y también de esforzarse al máximo. Fue capaz de resistir el Irma allí dentro y de pasar luego más de un mes secando al sol toda su ropa y todos sus muebles. Por eso sabe tan bien lo que puede y no puede hacer.

No puede costear, a sus años, la construcción de una casa. Sí puede hacerse maestra de obra y traer a toda su familia para ayudarla a construir. “Si me dan los materiales y me dicen —haz la casa en seis meses’, yo la hago en tres. Si me dicen en tres, la hago en uno y medio. Yo lo que necesito es ver si me deja de dar la luna y me dejo de hinchar”.

 viviendasEl 6 por ciento de la población avileña reside en barrios y focos precarios

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