Cubillas o cómo hacerse basquetbolista sin zapatillas ni cancha en el barrio

Durante el Torneo de Ascenso, zona central, realizado en Ciego de Ávila, conversamos con el pívot villaclareño Yoel Cubillas Rojas

Yoel Cubillas, tal vez inconscientemente, no se refiere a los clubes de ligas extranjeras como “equipo”. Les llama “el club” o los nombra. Pero nunca habla de “mi equipo”. Esas dos palabras las reserva para Los Lobos de Villa Clara.

Es septiembre de 2023. En la sala polivalente Giraldo Córdova Cardín, de Ciego de Ávila, se disputa el Torneo Nacional de Ascenso. Cubillas ahora está en la recepción de la instalación con un short de mezclilla negra y un pulóver blanco, o lo que es igual, sin uniforme. El ángulo visual no le alcanza para saber qué sucede sobre el tabloncillo, solo tiene enfrente la pizarra electrónica. Villa Clara pierde un partido sin trascendencia, porque ya logró la clasificación en el primer puesto de la región central a la Liga Superior de Baloncesto 2024. Cubillas no entiende de derrotas y preguntará si, después de no convocársele, puede cambiarse de ropa y entrar.

No vino de figurín a hacerse el más villaclareño y salir a la cancha apenas par de minutos cuando la tensión del partido se dispara y al director no le queda de otra que echar mano a lo mejor del banquillo. Cubillas se gastó si no los 40 minutos, más de 35. Y no anduvo con reservas durante cinco choques. Corrió, corrió y corrió. Por momentos hizo las de organizador, es el líder. Se atrevió de larga distancia… ¡valió 3! Probó fuerzas debajo de la zona pintada con su rival y sumó dos más. Era indetenible y lo sabía. La sonrisa pícara lo delataba. A la defensa evitó lo que no le podían evitar hacer a él.

“En mi rol, siempre tengo que jugar 35 minutos, mínimo. Y tengo que entregarme al máximo porque todo el mundo quiere ganar. Lo importante es eso. A veces puedes anotar 30 puntos y perder. Hay que jugar en colectivo, apoyarse, no discutir. En el equipo se han eliminado mucho las discusiones. Casi siempre si le vamos a decir algo a un jugador no son cosas malas. Si se equivocó, ya pasó. Vamos a hacerlo bien en la próxima. Han cambiado el concepto que tenían a uno mejor”.

Por estos días, Cubilla duerme en la misma sala polivalente, a tres horas y tantas de los abrazos y besos suspendidos de la madre, hija y la familia toda. Le faltan también las condiciones de alimentación, entrenamiento, descanso y demás que posee en su actual club salvadoreño Metapán BC.

“No me incorporé al principio con el club para apoyar a mi equipo a que clasificara. Representar a la provincia siempre es bonito porque es donde nací, me crié, me formé. Y la mayoría de los jugadores son con los que empecé: Didier (González), Nelvis (Guzmán), (Alejandro) Romero, Andy (Boffil). Me hace feliz verlos conmigo. Se siente bien cuando los ayudo. Cuando ven que, aunque no esté todo el tiempo con ellos, estoy si me necesitan. Quisiera motivarlos a que sigan entrenando, jugando, entregándose”, se le quiebra la voz grave y parece que le entró una basurita al ojo a quien su complexión delgada no le impide forcejear rudo constantemente con gigantes y no se permite que le afloren sus sentimientos así.

En La Sabana, un pueblecito del municipio villaclareño de Camajuaní, existe un combinado deportivo para la práctica de béisbol, fútbol, voleibol, baloncesto.

En realidad, de baloncesto lo que hay es el aro solamente, porque la cancha no funciona como cancha. En vez de cemento la cubre yerba alta, y se hace imposible picar el balón.

La chapuza o la falta de materiales de construcción entonces, quizás hubiesen impedido que de La Sabana surgiera un pívot que no cabe por la puerta de su casa sin agachar la cabeza y que toma rebotes y donquea como el abecé de su vida o como si rugiera espantando imposibles.

A la caza de talentos fue Víctor Clark y, con tanta suerte, acertó con Yoel Cubillas Rojas, un joven de 16 años que, aunque sin técnica, le sobraban tamaño y ganas para abandonar los estudios de veterinaria en el nivel técnico medio y probar suerte en el deporte ráfaga.

Cubillas también buscaba hacía mucho tiempo a un Clark que lo matriculara en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE), en Santa Clara. “Entré muy tarde al baloncesto, pero yo quería ser deportista”. De niño, entrenó béisbol, voleibol, boxeo, taekwondo, kárate. Fue a entrar a la EIDE por la fuerza de sus remates y después a base de jabs, pero la mamá no lo dejó internarse con 10 años, primero, ni le pareció correcto que continuara en un deporte tan violento. El del baloncesto fue el último intento de Cubillas y ella no pudo imponerse.

El inicio y su ascenso, contado por sí, demora lo que demora ejecutar un pick and roll. “No sabía lanzar ni driblear. No tenía dominio del balón ninguno. Nada. En mi segundo año juvenil tuve un buen desempeño, quedé líder en rebotes, que era lo que me habían enseñado. En el tercero, fuimos bronce nacional y empecé a tener mis resultados”.

No específica cuáles son esos logros individuales, quizás los olvidó. No están en ningún sitio digital de estadísticas. Realmente no importa tanto. Lo que le resulta inverosímil todavía es cómo descubrió casi por casualidad que tenía el don de saltar por encima de los demás y arrebatarles un balón anaranjado que el destino no le puso en las manos antes que al resto. Y sin tener zapatillas propias ni shorts, jugó con lo que le prestaron dos integrantes de Placetas.

“Mi familia era humilde. Mis padres, con esfuerzo, después me compraron un par con los que estuve mucho tiempo, cuidándolas. Hasta que llegué a la selección nacional y me empezaron a dar zapatillas, a viajar”.

Cubillas cuenta esa transición de estar en las suelas de otro a subir al equipo Cuba sin detenerse en que luego de las lides juveniles perdió 14 meses de juego y bastantes libras durante el Servicio Militar.

Al regresar se echó a ver más su talento que lo que le debía al tabloncillo. Los Lobos de Villa Clara no clasificaron a la Liga Superior de Baloncesto de 2015, pero Los Búfalos de Ciego de Ávila reforzaron la plantilla con él y llegaron hasta la final, donde perdieron con Capitalinos y un Jasiel Rivero indetenible.

“De ahí me llamaron para la preselección nacional. Empezó a cambiar mi mentalidad, mi enfoque. Tenía que dedicarme más al deporte, exigirme más. Comencé a tener objetivos. Comencé a pensar que el básquet era el modo de ayudar a mi familia”, dice como quien busca que “Grande” no sea solo la forma que encuentren los desconocidos de llamarlo.

Medir 2.04 metros con 24 años no vuelve grande a nadie. No se trata de eso, sino de hacer valer esa diferencia de tamaño en el tabloncillo con 14.5 rebotes y 13.2 puntos como promedio por partido en la final de la Liga Superior de Baloncesto de 2019 ―publicó el diario Granma― para ser el Jugador Más Valioso y, más que eso, campeón por segunda temporada consecutiva con Villa Clara.

Antes, para ser referente, creció su baloncesto. El organizador artemiseño Osmel Oliva les enseñó unos videos de Cubillas en YouTube a entrenadores del club Rápido de la Unión, de la Liga Mayor de Baloncesto salvadoreña, y no dudaron en ficharlo. Después su recorrido internacional incluyó la Liga Nacional Argentina con Regatas Corrientes y su ida sin que finalizara la temporada, por contrato en El Salvador, donde lo tomó la pandemia de coronavirus que suspendió el accionar deportivo.

Cuando los números de contagios por coronavirus comenzaron a ser menores, solicitó sus servicios Costa Caribe, cuarto lugar de la Liga Superior nicaragüense. Participar en el juego de las estrellas, ser el primero en rebotes y bloqueos e integrar el quinteto ideal lo volvió a colocar en el interés de varios conjuntos del área.

Parecía que sí, pero no. Al final, los cubanos Pedro Bombino y Yoel Cubilla terminaron con la medalla de plata 🥈 en la...

Posted by JRDeportes on Tuesday, June 7, 2022

De nuevo en El Salvador, perdió finales del torneo Apertura con Metapán BC ―lideró la etapa regular en puntos (675) y rebotes (526), según el semanario Trabajadores― y Quezaltepeque, hasta que a inicios de 2023 rompió la maldición al levantar el trofeo de campeón junto a Santa Tecla BC y el de Jugador Más Valioso también tras conseguir un doble-doble: 13 tantos y 10 rebotes en el último duelo, destacó el medio local El Gráfico.

¡SOMOS CAMPEONES! 💪🏻🏆🔥 Quinto título de LMB - El Salvador para Santa Tecla. Barrimos la serie 3-0 contra Cojute e hicimos respetar nuestra casa. 🧹 ¡ESTO ES TECLA! 💪🏻

Posted by Santa Tecla Básquetbol on Saturday, May 27, 2023

“La liga de El Salvador tiene categoría porque cada equipo se refuerza con tres jugadores extranjeros, que vienen con un nivel superior a los nacionales. Te exiges prepararte bien porque de tus resultados depende la continuidad. Como te pueden cambiar, buscas un resultado deportivo adecuado a lo que te pide el couch, tener un rendimiento estable. La disciplina es diferente a Cuba. Como extranjero, es lo primero. En el mundo profesional sin disciplina no llegarás a ser un gran jugador. Me he desarrollado, he aprendido muchísimo; pero mis aspiraciones son ir a un club en Europa. Por muy cómodo que esté uno, nunca puede conformarse”.

Con la selección nacional es que siente que se ha quedado a la zaga. Culparse o culparlo sería una injusticia más alta que él. El quinto puesto en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador 2023 es apenas una muestra de que el nivel individual de los cubanos no se expresa en canchas internacionales. El porqué de Cubillas es cauteloso: “Deberíamos tener más tiempo a la hora de conformar el equipo. Todos llegamos a las competencias pocos días antes de diferentes ligas, complicados. Nos llevamos muy bien los jugadores, eso sí. Los comentarios son de que no le ganamos a nadie. Tenemos que cambiar la mentalidad, es cierto. Ser ese quinteto que ganó el bronce (en los Juegos Centroamericanos y del Caribe) en Barranquilla, dejando a México y República Dominicana fuera de medalla”.

Defender la camiseta de tu país, tener éxito en ligas extranjeras, llevar de la mano a tu provincia a la cúspide del básquet cubano… Todo eso luego de no tener zapatillas ni short qué ponerte para jugar y de nacer en un campito sin cancha de cemento, debería ser la felicidad.

“Puedo pasarme los días escuchando música repartera, viendo películas en Netflix, yendo al cine si tengo libre esa fecha; pero al final uno siempre está preocupado por la familia en Cuba. Es pensar en qué van a comer, qué les hace falta. La vida de un deportista es muy sacrificada. No estás casi tiempo al lado de los tuyos. Yo me sentí feliz en la Liga Superior pasada, en Villa Clara, cuando vi a mi hija de tres años que me gritaba desde la grada”.

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