Denys Ramos en escena

Si en Ciego de Ávila agradecimos la música y las buenas vibras que dejó a su paso el Festival de Música Fusión Piña Colada, igual de especial fue descubrir al actor Denys Ramos Antúnez entre la muchedumbre.

Denys RamosMichel Guerra Martín“Casi nunca recuerdo que soy actor, disfruto cantar y me gusta estudiar con detenimiento cada personaje”, dice Denys RamosHa pasado bastante tiempo desde que Denys Ramos Antúnez jugara a imitar personajes con su amigo del barrio, cuando una película llegaba a su fin; de su papel en la obra Yerma, de Federico García Lorca, y de las clases con Adolfo Llauradó en La Terraza. Entonces, tenía 13 años y descubrió que la actuación era una profesión y un arte.

Emprendió un camino empinado y zigzagueante, que lo llevó hasta la Escuela Nacional de Arte (ENA) y, luego, al Instituto Superior de Arte (ISA), donde tuvo maestros ilustres como Verónica Lynn, Berta Martínez y Vicente Revuelta.

Han pasado años, también, de su primer papel en televisión, como un cabo interino, en las aventuras Los tres Villalobos, y de que comprendiera que hay recursos para la interpretación que no se aprenden en ninguna academia.

Digamos que han sido el tiempo y el esfuerzo la medida de todas las cosas en su vida y la clave no está en lo que ha hecho, sino en cómo lo ha hecho: con disciplina de monje, con la pasión de un enamorado, con la intensidad de un loco, con ferocidad y de frente.

Quizás como en el teatro la forma de trabajar libera y en la televisión intoxica, es que ha estado más sobre las tablas que en cualquier otro espacio, aunque para la mayoría siga siendo el Shidarta de la telenovela Aquí Estamos, o el loco Rangel, de .

Ahora, que sus personajes han calado y pasar desapercibido es imposible, ya sea en una esquina del Vedado o en el bulevar avileño, hay una verdad intacta: hasta el más pequeño diálogo lo ha asumido como el protagónico de su vida, porque la actuación es para él “una disciplina militar y un templo, que se mueve a través de la verdad”.

Cuál es la verdad de Denys sería la pregunta que gravita, pero él la despeja con asombrosa naturalidad: “Entender un personaje, aceptarlo, quererlo y llegar a amarlo. Después, lo interpreto desde mi propia esencia”.

Cada vez que asume un papel nuevo experimenta un descubrimiento y vuelve a aprender. Se lo toma muy en serio, estudia y se prepara, para no caer en el error de novato de creer que lo sabe todo. Para encarnar a Rangel, por ejemplo, buscó el apoyo de Ramón Prado, un amigo y médico que trabaja en el Hospital Calixto García, quien lo asesoró y lo llevó a visitar personas con esquizofrenia. La indagación y la observación son sus métodos infalibles.

¿Eres exigente con la obra terminada?

—Nunca quedo satisfecho, eso le sucede a la mayoría de los actores. Soy muy crítico con mi obra, casi un “verdugo”, aunque he tratado de lidiar conmigo en este aspecto, porque tiene un efecto sicológico fuerte.

“Existen escenas en las que creo haberlo dado todo y estoy feliz, pues no podría haberlo hecho diferente en ese instante. Luego, en un plazo de dos o tres años, aprendes más y comprendes que lo de antes pudo ser mejor.

“En el teatro esto es muy evidente, cuando presentas varias funciones y dentro de unos años retomas la obra. El problema es que no puedes verte y revisarte”.

El público, casi siempre, recuerda a un actor más por sus personajes, que por su nombre de pila. ¿Con cuál te has sentido más satisfecho?

─Satisfecho nunca, sin embargo, un personaje muy complejo y completo, con el cual me esforcé y di todo lo que podía en ese momento de mi vida es Shidarta, de Aquí Estamos. Entrené patinaje, hice una dieta estricta para tener músculos definidos y ensayé danza, música y canto. Fue tan intenso que a la hora de filmar me sentí genial.

“Pavel, en De amores y esperanzas, me ayudó a desintoxicarme, a limpiar el corazón y la mente de una crueldad tan profusa como la experimentada en Lucha contra bandidos, la otra guerra.

“Con Lester, en Zoológico, me gustó el entrenamiento físico que hice. Subí de peso en un mes y medio, y fui de 73 a 81 kilogramos. En la práctica no me gusta hacer ejercicios, soy vago, he leído libros que nunca pensé como parte de mi preparación y no me interesa como luzca mi físico, por eso pongo mi voluntad en función de la actuación. Esos detalles son los que se disfrutan del proceso.

“Los papeles negativos resultan muy ricos, porque puedes buscarle matices, es muy difícil que a un bueno le dejen hacer algo malo”.

Desde Marta Valdés hasta Silvio Rodríguez elogiaron tu interpretación de la canción Hay locuras, tema de presentación de la novela

—Antes ya había intentado cantar, pero siempre me ha costado hacerlo en vivo, concentrarme y afinar. Tenía muchos sentimientos a flor de pie: la música de Silvio Rodríguez, que me encanta, el significado del tema para el personaje, y el reto de cantar.

“Reynaldo Sanler, del grupo Vocal Sampling, fue el asesor musical de la novela y me ayudó en el proceso de grabación. Después lo interpreté frente a cámara doblado. Lester Hamlet me decía ‘quisiera saber cómo vas hacerlo en cámara’. Escuchándolo reconozco lo que hice bien, no obstante, no sabría cómo repetirlo”.

Televisión, cine, teatro, radio… ¿En qué medio te sientes más cómodo?

—Acabo de tener mi primer protagónico en el cine recientemente, se trata de The world is yours (El mundo es tuyo), una película dirigida por el japonés Tsuyoshi Takashiro. Antes de esta oportunidad solo había hecho telefilmes y papeles muy pequeños en algunos filmes cubanos.

“Cada medio tiene sus interioridades y todo es complejo, sobre todo, porque somos un país con muchas dificultades materiales. En el cine debiera ensayarse más, en cambio en el teatro he ensayado 16 veces para presentar un unipersonal. Las experiencias son diversas.

“Sin dudas, el teatro es lo más exigente y donde más trabajo pasa un actor, por ejemplo, nadie te recoge para el ensayo o la función; mientras que en el cine y la televisión esto está garantizado. Haces la función para el mismo público que venía contigo en la guagua. Estás en vivo y la adrenalina es mucha, a veces, quisiera salir corriendo y no regresar. Quizás quedó espectacular, pero no te gustó e igual quieres salir corriendo.

“En el resto de los medios la imagen queda, puede gustarte una toma y el director elegir otra y eso se siente raro. Depende el plano desde el que miremos encontraremos las luces y las sombras”.

¿Es difícil lidiar con la popularidad?

—Lo más difícil de ser conocido es lidiar con la forma en que las personas invaden tu espacio. Hay quienes se lo seducen con sus palabras y uno quisiera conversar un día entero; sin embargo, otros no, te obligan a estar, te interrumpen o son bruscos en el trato, creen que ‘ese es tu trabajo’.

“Por lo general, casi nunca recuerdo que soy actor. Cuando estaba en la Escuela Nacional de Arte nos atendían sicólogos y siquiatras. Me decían que mi personalidad no tenía nada que ver con el egocentrismo habitual de los artistas.

“Puedo ser histriónico en un momento determinado, pero la mayoría de las veces disfruto estar solo, en silencio, meditar, y no me gustan los tumultos ni sentirme observado. Es en la calle donde las personas me recuerdan quién soy”.

Denys Ramos 2“Cada personaje lo interpreto con rigor, pero a la larga siempre hay elementos en común”, reconoce Denys Ramos

Rangel y Loquimbiri Gutiérrez fueron personajes con trastornos mentales interpretados en un lapso corto de tiempo. ¿Temes a la reiteración o los lugares comunes?

—Los dos personajes están construidos de maneras diferentes, si el público encuentra similitudes, es su percepción. Me estudio con esta novela y quiero revisar si la interpretación fue similar. No creo que exista ningún encasillamiento, he hecho muchos y diversos papeles, incluso no había salido , cuando comencé a trabajar en Tan lejos y tan cerca.

“Disfruté ser Loquimbiri Gutiérrez porque es un hombre que conozco, lo veo frente a mi casa, existe y tiene condiciones y formas de comportarse muy marcadas. Esto entraña una dificultad a la hora de asumirlo, pues lo hice desde la imitación, con una caracterización física y gestual, que demanda otro modo de actuación.

“En cambio, Rangel es esquizofrénico y lo trabajé desde la sicología. No me perturbaron los comentarios en las redes sociales sobre el tema, aunque sí me motivaron a observar con más detenimiento”.

—Con 37 años y una carrera en ascenso ¿qué sueñas?

—Esto no se lo he dicho nunca a nadie: tengo deseos de hacer clásicos del teatro. Se ha perdido el teatro clásico cubano y universal sobre las tablas. Lo otro es seguir explorando la radio. Trabajo desde hace cuatro años en revistas como Opus Habana y Desde el corazón de la radio, en las que he aprendido mucho. Saber que no me ven me permite crear a plenitud.

“Tengo pendiente hacer más cine y series de televisión unitarias, una modalidad poco explotada aquí. Además, me gustaría seguir exponiéndome físicamente en papeles que demanden preparación”.

 


Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar