Jim Redmond: lo que harían los padres para cuidar a sus hijos

A lo largo de la historia, mis amigas y amigos de la Gran Red de Redes, muchos padres han realizado hazañas —algunas casi imposibles— por sus hijos, por su familia… Conozcan en esta breve reseña la de Jim Redmond (fallecido en 2022).

Se desarrollaban los Juegos Olímpicos de 1992, en la Ciudad Condal. Jim se levantó y desayunó como pudo. Había sido una noche intensa —los nervios lo traicionaban— y el orgullo se le salía por los poros. Su hijo se presentaría ante 65 000 personas en el Estadio Olímpico de Montjuic para correr las semifinales de los 400 metros planos, luego de imponerse en las dos fases previas, batiendo su propio récord en la primera de ellas.

Redmond agarró su gorra blanca antes de salir para el recinto, lleno de expectativas. Al llegar, se acomodó en la grada, cerca de la pista, para ver a Derek en acción, contemplado, en papeles, como uno de los principales favoritos para ganar la medalla dorada, puesto que había ganado el título del Campeonato Mundial en 4x400 el año anterior.

Derek se presentaba, con 26 años, a sus primeros Juegos Olímpicos, después de perderse la edición de Seúl 1988: el tendón de Aquiles, le había jugado una mala pasada. Allí pudo haber hecho una buena actuación, poseía el récord británico en 400 metros (44.82 segundos).

Línea de salida. Aumento de las pulsaciones de Jim. Al lado de Derek, el cubano Roberto Hernández y el qatarí Ibrahim Ismail. Disparo al aire. Inicia la carrera. El propio Derek Redmond recordaba, en una entrevista con Daily Mailvarios años después: “Tenía confianza. Comencé bien. Fui corriendo a mi ritmo en la primera curva y me sentí cómodo en esos primeros 100 metros”.

El estadio enmudeció ante el grito de dolor que salió de la boca de Derek. Se tomó desesperado la parte posterior de la pierna izquierda. Por un instante el corazón de Jim se paralizó y sus ojos se abrieron desmesuradamente.

Los competidores siguieron a la línea de meta, mientras Derek dio unos pasos y se dejó caer sobre la pista, tapándose la cara con una de sus manos. Se había desgarrado el tendón de la corva y el dolor era insoportable, “como si alguien te clavara un cuchillo caliente en la parte posterior de la rodilla y te lo retorciera”, recordó.

“El dolor era intenso. Cojeé unos 50 metros hasta llegar a la marca de 200 y entonces me di cuenta de que todo había terminado. Vi que todos los demás habían cruzado la línea de meta”.

Con 44.50 segundos, el estadounidense Steve Lewis se ganaba un lugar en las finales. Pero los aplausos no fueron para Lewis, sino para Derek.

Sepan los amigos internautas que, 100 metros detrás, Derek intentaba completar la carrera corriendo en una sola pierna: “No podía creer que eso estuviera sucediendo después de todo el entrenamiento que había realizado”. Ovación. Todos de pie, pero no Jim Redmon, su padre, que sintió como propia la tristeza de su vástago.

Saltó de su butaca. Esquivó al personal de seguridad y llegó junto a su hijo: “Derek, soy yo, no necesitas hacer esto”, le dijo, mientras continuaban avanzando en la pista. Con lágrimas en el rostro, Derek respondió: “Papá, quiero terminar”. La respuesta no se hizo esperar: “Está bien. Empezamos esto juntos y ahora lo terminaremos juntos”.

Las zancadas habían acabado, Derek rompió en llanto y lo abrazó. “Eres un campeón, no tienes nada que demostrar”, le repetía Jim al oído, simultáneamente le exigía a los médicos y a los funcionarios que los dejaran terminar la carrera.

Ese episodio se convirtió en uno de los más recordados de la historia del deporte mundial. “Caminamos hasta la línea de meta abrazados, solo mi padre y yo, el hombre al que estoy muy unido y que ha apoyado mi carrera atlética desde que tenía siete años”, contó Derek. El propio Comité Olímpico Internacional, en múltiples ocasiones, ha tomado el hecho como un ejemplo de superación y resiliencia.

Para general conocimiento de los amables internautas, les cuento que en Londres 2012 se reconoció el acto de amor de ese padre. Veinte años después de aquel emotivo episodio, Jim fue portador de la antorcha olímpica.

En una entrevista con The Australian en 2017 Jim Redmon dijo: “Fue el instinto de un padre. Tuve que detenerlo para evitar que se hiciera más daño en la pierna. Ahora puedo ver que trajimos a los Juegos Olímpicos el espíritu de los Juegos, pero en ese momento fue, simplemente, lo que harían los padres para cuidar a sus hijos”.

Aquella, fue la última carrera de Derek Redmond como atleta profesional. Después de completar los 400 metros, los médicos le comunicaron que no iba a poder representar nuevamente a su país. “Nunca más volví a correr. Mi sueño había terminado”.

Como lo hizo a lo largo de su carrera, Jim no se despegó de su heredero y lo acompañó durante toda su recuperación posterior, tanto física como psicológica, e incluso lo apoyó en su nueva faceta como orador motivacional, hasta que falleció a los 81 años

En las redes sociales, Derek escribió: “Mi héroe, mi mejor amigo, mi padre, falleció pacíficamente mientras dormía en el Hospital General de Northampton. Me siento aliviado de decir que mi mamá estaba a su lado en el momento de su fallecimiento.

“Hay mucho que podría decir sobre este hombre, pero realmente fue uno de mis héroes en la vida, cualquiera que me conozca o me haya escuchado sabrá cuánto me inspiró en mi vida, qué tan cercanos éramos y qué significó para mí. Decir que lo extrañaremos mucho es quedarse corto. Descansa en paz papá, realmente me has convertido en la persona que soy hoy”.

Mi padre, amables internautas, cumple precisamente hoy 78 años y afortunadamente, está a mi lado, aun me enseña, me cuida, me ayuda, me regaña, pero también me apoya en cada proyecto. Lúcido consejero, guerrero incansable por la familia que creó. Trabajador, amigo, guía, ejemplo, en fin, al igual que Jim para Derek, es el héroe de mi vida y de mi tiempo, gracias a él soy y estoy aquí para ustedes.

Curiosidades

• El trabajo de los bomberos no se limita a sofocar incendios. Estos héroes salvan la vida de personas cuando hay inundaciones, terremotos, derrumbes y otros desastres. Son electricistas, mecánicos, psicólogos e, incluso, ofrecen los primeros auxilios antes de que lleguen los médicos. En algunos países, los camiones de bomberos vienen equipados hasta con aparatos especiales para reanimar a los heridos.

• “Yo he preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado”, interesante sentencia de la autoría del cantautor cubano Silvio Rodríguez (1946-actualidad).

• Sepan amigos internautas que gustan de estas breves cápsulas del saber que, existen 112 especies de lémures de todo tipo y tamaño. El más pequeño, el lémur ratón de Madame Berthe, tiene un peso corporal promedio, nada más y nada menos que de ¡30! gramos; y el más grande, el indri, pesa entre 6 y 9,5 kilogramos —¡más o menos como un niño humano!, así como zumba y suena—. El número de especies de lémures cambia a menudo, debido a nuevos descubrimientos y pruebas genéticas, lo que conduce a la clasificación científica de nuevas especies.

• Aunque pueda parecer raro, el diamante es la piedra preciosa con la composición más simple. Se forma bajo la inmensa presión y temperatura de las profundidades de la tierra y está compuesto por un simple elemento: es casi 100 por ciento carbono. Tiene, a veces, rastros de nitrógeno que pueden ir hasta el 0,20 por ciento, y una proporción muy pequeña de elementos extraños.

• La educación es sumamente importante en nuestro desarrollo, de ahí que el orador, ministro religioso y activista estadounidense El-HajjMalik El-Shabazz, conocido como Malcolm X (1925-1965) dijera: “La Educación es el pasaporte hacia el futuro, el mañana pertenece a aquellos que se preparan para él en el día de hoy”.


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